Acantilado, 2009
Lo llevé
porque Anderson es considerado uno de los precursores de la literatura de
Faulkner, lo que no es poco decir. Dos ediciones distintas pugnaban en paralelo
por acompañarme; la fortuna recayó en ésta de Acantilado por ser más cuidada
–aunque gracias a ello, mucho más onerosa-.
Winesburg es un pueblo –imaginario-
en el que Anderson ubica a sus personajes para desarrollar una serie de relatos
cuyo único eslabón parece ser el joven reportero del periódico local, George
Willard quien, por ser protagonista activo o tácito, es el referente de cada uno
de ellos. Pero él no es el núcleo de los mismos, por más que lo incluyan de
algún modo. El autor se las ingenia para desarrollar distintos personajes –que
responden a sendos estereotipos- tomando como base a un joven introvertido,
tímido, de bajo perfil pero buen compañero y amigo, capaz de relacionarse
afectuosamente con el entorno social, dispuesto siempre a empatizar con sus circunstanciales
interlocutores, tratando de aprender de ellos lo que tengan de bueno, de mejor.
Lo acompañan un puñado de personajes
dignos de una galería de cuadros: un padre que ansía el triunfo de su hijo, a
pesar de ser él mismo un fracasado; una madre que proyecta en George todas
aquellas cosas que ella relegó con el matrimonio; una empleada del padre con
quien se inicia sexualmente; una relación de amistad con la joven bonita del
pueblo -que Willard no profundiza-; un médico que teoriza sobre posibles cursos
de acción periodística; el sempiterno fanático religioso; la maestra que
alienta el talento de su pupilo, y una gama de sueños, anhelos y esperanzas,
fragmentos de la vida de una comunidad en la que todos se conocen.
Cada historia está narrada con esmero
desde los detalles y la atmósfera que las rodea fortalece las acciones. El
conjunto compone una soberbia descripción de situaciones propias de la vida en
un pueblo, en la que la totalidad de sus miembros intentan sustraerse a las
miradas ajenas toda vez que pueden.
Con un estilo ameno y coloquial,
Anderson entrelaza a través de un narrador omnisciente una suerte de susurros,
de confidencias a media voz en las que logra que el lector se involucre; no sólo
sea un testigo ocasional. Destaco la construcción psicológica de los
personajes, el ritmo narrativo y muchas de las escenas, que alternan distintas
emociones. Un libro relativamente breve que deleita y fluye rápidamente dejando
materia para la reflexión. Un grato descubrimiento al que coloco entre lo mejor
que he leído este año. Para no dejar pasar.
Lo de los estereotipos me había echado para atrás, pero tu entusiasta recomendación me hace recuperar todo el interés. Desde luego esa estructura narrativa que explicas es muy interesante si está bien resuelta.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Quise decir que son personajes que pueden encontrarse en descripciones de un pueblo, pero Anderson les pone tal condimento que se vuelven más que reales.
EliminarSi puedes, échales un vistazo al menos.
Un gran abrazo para ti!
Si es el papá de Faulkner no hay mucho que pensar, sólo organizar la agenda para hacerle hueco.
ResponderEliminarLos estereotipos son necesarios siempre y cuando se manipulen con habilidad, y me imagino que es el caso.
Besitos convencidos
Sí, Norah, es el caso. Y toda la narración está bien construida, con historias que son producto de una observación fina. Ve por dónde hay un hueco y listo.
EliminarTe gustará.
Besitos auspiciosos.
No he leído a Anderson, pero lo que cuentas aúna todos los ingredientes para deleitarse con el libro; precursor de otro gran escritor, excelente construcción psicológica de los personajes, lectura que provoca la implicación y reflexión del lector... humm, a éste hay que echarle el lazo :)
ResponderEliminarUn abrazo, amigo Marcelo!
Paco!
EliminarQué bueno tenerte por aquí! Se de tus inclinaciones por la literatura importante; ésta es una de ellas.
Creo que lo disfrutarás. Mucho.
Apúntalo para cuando te hagas un hueco. No te defraudará.
Recibe un fuerte abrazo, campeón!