I.
Último volumen de esta obra colosal.
A diferencia del Infierno, que transcurre en las profundidades bajo Jerusalén,
y del Purgatorio, que lo hace sobre una isla en su antípoda -ambos en la Tierra-,
el Paraíso se encuentra en el Éter, un mundo evanescente constituido por nueve
cielos que giran de manera concéntrica en los que, como las construcciones
anteriores, han de ser escalados hasta alcanzar el Empíreo, el sitio donde reside
Dios.
II.
La estructura literaria mantiene
semejanza con el Purgatorio. Los primeros siete cielos –que se corresponden con
los siete planetas de la teoría geocéntrica: Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte,
Júpiter y Saturno, respectivamente- son habitados por almas que han alcanzado
cierto grado de beatitud debido a su coraje, su ejercicio de la Justicia, o de
la Templanza. Los tres más bajos están habitados por aquellas que no han sabido
sostener su coraje, o fueron ambiciosos para adquirir fama y dejaron de ser
justos, o se han dejado arrebatar por la pasión amorosa, abandonando la
templanza necesaria. Alegóricamente, a todos ellos, los alcanza la sombra de la
Tierra.
III.
A partir de allí, encontramos a los
máximos prudentes, los sabios, que habitan el cielo del Sol; los guerreros de
la Fe, en el cielo de Marte; los gobernantes justos, en el cielo de Júpiter y
las almas contemplativas, en el cielo de Saturno. Las creencias astrológicas se
hacen presentes, toda vez que la Luna se asocia a la inconstancia –de sus
fases-, Venus encarna el amor, Marte representa la guerra, por citar ejemplos.
IV.
Existe una simbología ordenada y
metódica. Los cielos más bajos se mueven más lentamente que los superiores –la gravedad
de la Tierra ejerce su influencia, mientras que la cercanía con Dios aligera la
existencia-. La guía de ascenso es Beatriz Portinari, que encarna a la Teología
y, como tal, a medida que asciende hacia la residencia de Dios su rostro se
vuelve más brillante. El lenguaje utilizado por Dante resulta menos vulgar y
más erudito; sus frases se vuelven más abstrusas, de manera que solo puedan
tener acceso a una interpretación adecuada aquellos iniciados en las artes de las letras.
V.
Además, Dante no elude los
conocimientos contemporáneos de la astronomía medieval –su explicación sobre
las manchas en la superficie de la Luna aludiendo a un problema de óptica es una
clara muestra-; el manejo de la astrología y las figuras zodiacales propios de
su tiempo, como influencia en la vida cotidiana y en sus gentes y no omite su
crítica despiadada al poder del Papa –un lobo convertido en pastor-; el poder
de Roma, basado en el dinero, y las luchas políticas entre güelfos y gibelinos
en su amada Florencia, que conducirán a Dante-autor al destierro.
VI.
En el octavo cielo, Dante-personaje
es puesto a prueba sobre las tres virtudes teologales. San Pedro lo examina
acerca de la fe, a través de su creencia en las Sagradas Escrituras reunidas en
la Biblia. Luego, Santiago lo interpela sobre la naturaleza de su esperanza y
finalmente Juan Evangelista lo hace sobre el amor. Al alcanzar el Primer Móvil,
observa la morada de los ángeles y luego la de la Santísima Trinidad, en forma
de rosa. Dios, el punto central, irradia luz sobre toda la Creación.
Finalmente, será San Bernardo su último guía hasta su disolución en la armonía
celeste.
VII.
Con la misma estructura en tercetos
rimados presentes en los volúmenes anteriores, elementos tomados de la filosofía
aristotélico – tomista, en conjunción con conceptos de la escolástica medieval,
haciendo alarde de la lectura de autores clásicos y de una imaginación sin par,
sin escatimar críticas a sus contemporáneos ni eludir su propio lugar en la
Historia, Alighieri concluye una obra superlativa que nos brinda su propia
visión sobre este viaje, tan fantasioso como memorable.
Los volúmenes, junto al estuche de esta edición.
Pues qué bien lo cuenta usted. Es una reseña muy bonita para un libro harto complicado. Todo en esta serie me supera. Y yo me voy a Venus.
ResponderEliminarNo nos engañemos, no voy a leer todo esto nunca, creo.
Besitos convencidos
Tú te lo pierdes, Maja. En cuanto a la concepción literaria, la estructura y la imaginación, ni el mejor Bradbury le alcanza a Dante.
EliminarSi, ya sé. Que eran otros tiempos; que la vida se ha acelerado; que no hay tiempo físico para leer y vivir... todo lo que tú me señales. Pero, por un momento, imagina al lector del siglo XIV leyendo a Bradbury, a Lem o a Clarke, por citar algunos autores. Para ellos, debe haber sido algo así. Para más, escrito en tercetos rimados! Inconmensurable, supraterrenal...
Besitos sin ilusiones.
Me encantó esta obra de Dante❤
ResponderEliminarSoy consciente de que son más que escasos los lectores de esta obra. Probablemente, ya no sean tiempos de acudir a ella. Pero goza de tanta imaginación y variedad que será una pérdida para todo aquel que la soslaye.
EliminarMe alegro que te (nos) haya gustado!
Un abrazo.
¡Qué bien que la hayas traido! No he leído la obra de Dante y creo que debería hacerlo. Me alegra encontrar aquí el Paraiso, el infierno es mucho más famoso y parece que no hay nada más. Estoy en proceso de reorganización del tiempo, siempre es bueno encontrar más tiempo para leer, esta obra supongo que no es buena compañera de las prisas. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarLa edición bilingüe presente es una buena opción para ejercitar ambos idiomas; como señalas, para ello no son buenas las prisas.
EliminarEl Infierno es mucho más significativo, pero la imaginación no decrece en ningún volumen. Una buena lectura, sin duda.
Un abrazo para ti, Ana.