martes, 7 de marzo de 2023

Juvenilia. Campo de amapolas blancas, Gonzalo Hidalgo Bayal

Tusquets, 2008

I.

               ¿En qué peregrina razón –si la hubiera- estriba la decisión de optar por determinados títulos en detrimento de otros allegados con antelación?, ¿será fruto de una convocatoria basada en la esgrima, de naturaleza pirotécnica, que provocan ciertas novedades, o de la desidia lectora de quien, al poseer un ejemplar, lo puede demorar bajo el burdo pretexto de ‘total, ya lo tengo’? Lo cierto es que este libro, adquirido con una celeridad inusual –cinco días después de leer un auspicioso comentario- ha esperado más de ocho años en ser encarado.

II.

                Esta nouvelle o relato largo, dada la breve extensión -que apenas alcanza a superar el ciento de páginas merced a un epílogo que prodiga Luis Landero en las últimas diez-, es una evocación del narrador respecto de un amigo de la infancia, del que sólo tendremos una inicial como referencia: H. El elemento desencadenante de este puñado de recuerdos es la noticia de la muerte de H y su amigo repasa aquellos buenos momentos, desde la niñez hasta el inicio en la Universidad, mientras mantuvieron su amistad.

III.

               Ambientada hacia fines de la pasada década de los ’60 en Murania, una ciudad ficticia en las inmediaciones de Madrid y Salamanca, el narrador relata cómo llegaron a hacerse amigos en plena niñez, en el colegio de los hervacianos –de los que fueron expulsados- y la fragua de ese vínculo a través de una raíz común: el afán lector y la búsqueda de la felicidad.

IV.

                Hidalgo Bayal ofrece una suerte de Juvenilia: una novela de iniciación, de primera adolescencia en la que abundan sueños e ilusiones, mezclados con devaneos propios de la edad, sed de aventuras y una pizca de saludable rebeldía a un entorno que aparece acartonado, ominoso y gris. Hacia el final, ese objetivo prístino de hallar la efímera felicidad, se trocará para H en melancolía y desolación.

V.

               Estructurado en catorce capítulos –que, según Landero, se corresponden con los sonetos escritos entre H y el narrador-, el texto fluye ligeramente y se vuelve emotivo en su desenlace. Hasta el momento de su lectura, no tenía idea acerca de autor ni de su obra; ahora, el texto ha despertado mi curiosidad sobre ésta. Un libro que se disfruta mucho y dispara los propios recuerdos de esa dulce época en la vida de cada lector.

 

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