I.
Fue un clima de euforia en marzo
pasado, cuando este título se alzó con el Premio Ribera del Duero de narrativa
breve -que ya lograra en una ocasión anterior otra compatriota-, el que lo hizo
desaparecer de las pilas destinadas a novedades en las grandes cadenas de
librerías. Tal fue su éxito, que hubo que esperar la nueva edición en agosto
siguiente para hacernos de un ejemplar. Como en esos momentos estelares, yo también fui presa de la fiebre. Lo leí en un
día.
II.
Cuatro relatos componen el presente volumen,
que apenas excede el ciento de páginas. El título remite a una expresión de
aliento dirigida hacia los más jóvenes, tras una experiencia frustrante o
traumática. O también, un llamado a olvidarse de sí mismo y de las obligaciones
contraídas e intentar volverse otro, con todo el tiempo del mundo para
experimentar. Algunos de los personajes atraviesan sendas acepciones.
III.
En general, los relatos parten de
la perspectiva de personajes femeninos situados en la mediana edad. Madres y
tías son vistas a través del cristal de lo que han sido en su juventud, ahora
batallando contra el abandono conyugal, la enfermedad y la vejez; colegas que
disfrutan de vacaciones en medio de una atmósfera suicida; medias hermanas que
se permiten distensión mientras cumplen una obligación moral y una pareja que
sobrelleva los residuos de un amor que ya no es, son vehículos para exponer a
mujeres en pugna, sacudidas por el paso del tiempo, las distintas expresiones
del dolor y la irrenunciable búsqueda del amor en todas sus formas.
IV.
Destaco las distintas estructuras
escogidas por la autora. En algunos relatos, la narración resulta lineal en
tiempo presente, con apoyo en diversos elementos narrativos –flujo de
consciencia, monólogo interior, etc.-. En otros, la presentación es
fragmentaria, con profuso uso de analepsis
temporal. En todos, las historias se tejen aludiendo al pasado, sin perder la
frescura que ofrece una actualidad no exenta de humor. A cambio, los personajes
masculinos solo resultan funcionales a la trama; uno solo de ellos está más
elaborado pues cobra mayor protagonismo.
V.
De estilo ameno y coloquial, siempre fluido, Etchebarne construye un universo de vínculos humanos, que no eluden ni los conflictos generacionales o de pareja, ni la crudeza del mundo íntimo, apelando tanto a lo trágico como a lo irónico. En suma, un libro muy breve cuyas precisas observaciones sobre la vida y el sentir cotidianos harán el deleite del mundo lector, en especial del género femenino.