El Aleph, 2006
Me lo recomendó uno de mis libreros más conspicuo mucho tiempo atrás, sin dejar de advertirme que era un libro agotado y descatalogado, que ni siquiera en el mercado
de usados podía encontrarse. Lo apunté, con la esperanza de que algún día
alguien se dignara ofrecerlo. Esperé algunos años y ese alguien se dignó, para
mi alegría. Tal fue así, que corrí a mostrárselo al numen inspirador. La
ansiedad hizo el resto.
Es junio de 2005. Akira Kumo, un exitoso
diseñador japonés, se ha retirado del mundo de la moda a su residencia de París
y decide poner orden en su numerosa colección de libros sobre nubes. Para ello
contrata a Virginie Latour, una joven bibliotecaria, encargada de llevar a cabo
la tarea de clasificación. Mientras se reúnen con ese objeto, Kumo comienza a
contarle a su asistente un buen número de hechos relacionados con las nubes.
Así, repasa la historia de quien fuera el primer clasificador de ellas, Luke
Howard. Luego, comenta el delirio del pintor Carmichael, en el siglo XIX, y
finalmente, envía a Latour a Londres, a convencer al nieto de Richard
Abercrombie, un filántropo, para que consiga de alguna manera su más comentado
e inédito trabajo -el Tratado- que se
estima lleno de imágenes.
Pero no sólo narra estas historias,
sino también la destrucción de la isla de Krakatoa; una supuesta coincidencia
entre Goethe y Howard; la caída de Napoleón en Waterloo; Lewis Richardson y el
nacimiento de la meteorología, todas ellas intercaladas en medio de una trama
con algo de misterio y enigmas a develar. Es la estrategia que utiliza Kumo
para mantener contacto con Latour, de manera que ésta no se retire de su vida apenas
concluya su quehacer, retardando así el instante de la partida de este mundo del
viejo modisto.
Kumo nació en Hiroshima,
supuestamente en 1946. Pero… ¿y si fuera antes?, ¿qué ocurrió con su
memoria?, ¿cómo pudo salvarse de la bomba? Mientras tanto, Latour sostiene una
relación con el descendiente de Abercrombie. ¿Es sólo por el placer del sexo o también es amor? Y el célibe abuelo de éste quien, a raíz de un
entredicho con un colega decide viajar un par de años a los confines del globo
para estudiar y fotografiar las distintas clases de nubes, descubre la práctica del sexo con mujeres nativas. ¿Y las nubes? ¿Pudo finalmente fotografiarlas?
Y si no… ¿cuál es el contenido del Tratado,
entonces?
Un libro que desgrana sutilezas
sobre el sexo, las obsesiones científicas, la negación del pasado y la
pervivencia del amor. Coloquial, el ritmo de lectura es impuesto por el tenor
de los relatos. Por momentos intimista y de a ratos extrovertido, Audeguy se
las ingenia para componer un texto que tiene mucho de reflexión sobre la
naturaleza humana y una mirada certera sobre la evolución de las ciencias y la
herencia de lo vivido. Una obra que, al igual que la marea en bajamar, esparce sorprendentes
restos para ser recogidos por el lector.