Debolsillo, 2015
II.
Federico Mayol, exitoso y adinerado empresario
catalán, nacionalista, de convicción católica y padre de tres hijos, al día
siguiente de celebrar sus bodas de oro es expulsado de su casa por su esposa –quien
desea descubrir quién es ella-. Con
setenta y siete años, tras constatar la frialdad de sus hijos –que no son todo
lo felices que aparentaban-, debe encarar una nueva vida frente a la perspectiva
de la soledad y de la muerte. Sin amigos significativos –porque los valiosos ya
no están, y los nuevos le saben mediocres-, decide abandonar Barcelona para
dirigirse hacia el sur, pasando por Porto, Lisboa y recalando finalmente en
Madeira. Una suerte de viaje vertical –como lo indica el título- que a su vez
acompaña su descenso a su propio abismo.
III.
Mayol no está solo en su periplo. Le
acompaña Pablo, un sobrino dueño de una cadena de lavanderías en Madeira –al que
su mujer se le fue con otro-; y ese otro, llamado Pedro Ribera que, además de
ser el director del hotel donde se hospeda Mayol, es el narrador de la
historia. Así, el encuentro entre Pedro y Mayol deparará algo más que un
vínculo. En un contrapunto memorable, el lector asistirá al renacimiento de un
viejo autodidacta que aún no se da por vencido, mientras que el narrador hará de
la historia del anciano su primera novela como escritor.
IV.
Más allá de lo obvio de la trama, y
del juego por el cual el protagonista se transforma en personaje mientras que
el narrador nace a la escritura, Vila-Matas asume la defensa de aquellos a
quienes la Guerra Civil les privó de una instrucción adecuada y les cercenó la
posibilidad de alcanzar un estudio universitario, razón de la inferioridad que
siente Mayol al ser tratado de inculto
por uno de sus hijos, que sabe que ese self
made man no ha leído un libro en su vida. Mayol se lamenta de haber vivido una
vida para satisfacer las necesidades de otros y no de las propias, aunque
ahora, hacia su final, esa vida le ofrece un resarcimiento.
V.
Confieso que siendo éste mi inicio
en la obra del autor, no pudo ser más auspicioso. Cautiva su prosa directa, sin
eufemismos, que alcanza ribetes poéticos en algunas frases. Diálogos bien
provocados junto a escenas magníficas, hacen el deleite de todo buen lector. Un
libro fluido, ameno, que se disfruta ampliamente. Recomendable ciento por ciento.
I.
Dejé el comienzo para el final. No
sabía bien de qué iba el libro ni la razón de su elección pero, a medida que
transitaba sus páginas, podía empatizar algo más con Mayol. Cuando nuestras mujeres
nos abandonan –como es el caso de quien escribe, desde hace un par de meses-,
debemos enfrentar no sólo la soledad, sino cómo habremos de encarar nuestro
tramo final. Mayol me ha brindado una mirada optimista. Una ocasión para bucear
en mí y hallar las respuestas.