domingo, 1 de septiembre de 2013

Versión Original 1. El arcoiris de gravedad, Thomas Pynchon


Tusquets, 2009


           Este nuevo segmento intenta rescatar del olvido trabajos anteriores, efectuados para un espacio de literatura que ha cambiado de manos y cuyos textos fueron mutilados sin mediar comunicación. Por ello, pensando en el aporte que podría hacerle a la actual comunidad de lectores que abreva en esta humilde página, decidí publicarlos nuevamente, en su versión original. Ellos irán apareciendo con cierta regularidad, acompañados de una escueta explicación, para que el texto pueda ser comprendido en el entorno en que fue escrito así como las referencias internas a las que se alude.
            En este caso, la reseña apareció en marzo de 2011 y la lectura se realizó durante mis vacaciones de ese año, en una localidad balnearia del sur de nuestro país. El párrafo inicial se refiere a la Feria del Libro de abril de 2010.
Luna casi llena y muelle al fondo, Puerto Madryn, Enero 2011, Provincia de Chubut, Argentina 
            Fuimos con mi “todo menos pareja” a la última Feria del Libro y, después de largos años de ausencia, al preguntar por él en el stand de la editorial, lo depositaron en mis manos, anunciándome que saldría a la venta en breve, pero que aun no se encontraba disponible. Ya no pertenecía a la vieja colección, provisto de una encuadernación mejor pero, al menos, volvería a estar en las góndolas y escaparates y, por supuesto, en Alejandría –mi biblioteca-.
La novela
            Este es un libro polifacético cuya lectura aborda diferentes planos. Ambientada a fines de la Segunda Guerra Mundial, las casi 1150 páginas de esta edición se dividen en cuatro partes asimétricas. La primera, “Más allá del punto cero” trata sobre un grupo de “paranormales” reunidos en Londres bajo una sección especial de los Aliados conocida como “La Visitación Blanca”, en la que se delinean algunos personajes importantes. Atravesado por una multitud de departamentos con siglas estrafalarias, allí se presentan Pointsman, el jefe del servicio; Mexico, un matemático estadista; Katje Borgesius, una agente holandesa y el protagonista principal, el teniente norteamericano Tyrone Slothrop, cuya principal cualidad es sufrir una erección cuando un cohete V-2 explota en las inmediaciones. Personajes trashumantes y funambulescos abundan en este entorno, en el que se discute acerca de los reflejos condicionados de Pavlov, entre otros.
            En su segunda parte, “Un Perm’ au Casino Hermann Goering”, Slothrop goza de un permiso de licencia del que disfruta en el sur de Francia. Pero lo destacable es que tiene una misión: hallar una pista que conduzca a un cohete desarrollado por los alemanes, con el nombre de A-4. Vigilado de cerca por quienes también van detrás de él, Slothrop debe sortear una serie de celadas con que intentan atraparlo, para seguir el derrotero de esa maravilla de la técnica. Ésta lo dirige hacia la zona de ocupación. Aquí también aparecen Tchitcherine, un traficante ruso, y su opositor y discípulo, Enzian, ambos partícipes del desarrollo del cohete, como también un técnico alemán Van Göll –apodado “Der Springer” (el caballo), dada su afición al ajedrez-.
            Ya desde el título, “En la Zona”, la tercera parte –la más voluminosa- nos indica el lugar en que se desencadenan los hechos. Es en esta región de dominio aliado, casi a las puertas de la rendición alemana, –en la que se trafican botines de guerra, informaciones y despojos varios- en la que más se detiene el relato y donde se expresa la mayor crudeza del final de la guerra. Es también en la que se van relacionando las historias personales de los personajes principales en pos de la trama, manteniendo el mismo objetivo de alcanzar el misterioso y venerado cohete.
            Finalmente, en “La fuerza contraria”, se halla un grupúsculo –la Comunidad del Cohete- cuya misión es ensamblar las partes y hacerlo volar. Aquí todo se resume en un Nosotros contra un Ellos imaginario. Pero la línea que separa a ambos opuestos no está nada definida, como tampoco lo está el futuro del elenco protagonista.
Pynchon y yo, habitantes únicos de la playa
Estructura interna
            No sólo está compuesto por varios hechos que se entretejen, sino que Pynchon utiliza digresiones para contarnos la historia de cada personaje que toma parte en la trama principal. Por otra parte, continuamente intercala sueños con vida real, creando una atmósfera incierta donde por momentos se desdibuja el relato y en el que se pierde el marco referencial.
            Para ello, se vale de múltiples efectos: la sordidez de los combatientes que se vuelven traficantes de drogas y adictos; la transcripción de cancioncillas para generar escenas propias de operetas o sketches; contrastes bizarros –como el grotesco de un “buque fiesta” en medio de una tierra arrasada- y un sinnúmero de partes donde conviven remedos de guiones cinematográficos, juegos de palabras, comentarios sobre música clásica, junto a descripciones técnicas minuciosas (la propulsión químico – mecánica del cohete es una joya). Además, apela a escenas netamente obscenas y sadomasoquistas en las que no se ahorran detalles, de manera de robustecer el entorno en el que se llevan a cabo las principales acciones.
            Es tan amplia y variada la gama de temas incluidos que requiere toda la concentración del lector para poder seguir con cierto éxito aquello que hace a la esencia del texto, y no perderse en imágenes accesorias. 
Pynchon junto a mis aperos de labranza, Puerto Madryn, Enero 2011, Argentina
Una somera interpretación personal
            Todo el libro resulta una gran parodia, una sátira, una burla descarnada a la versión oficial y televisiva de lo sucedido en la última gran Guerra del siglo XX y, por exacción, a todo enfrentamiento armado entre pueblos.
            En su contenido lleno de sarcasmos se desgranan la homosexualidad, el sadismo, la paranoia de los servicios de inteligencia, la adicción, las experiencias psicológicas con seres humanos en situaciones extremas –muy propias de Menghele-, el sistema de creencias religiosas, la deshumanización que provoca la guerra, entre otros tópicos.
            Un párrafo aparte merece la aparición de Squalidozzi, un personaje secundario que cuenta con un elemento distintivo: es un lobbysta argentino cuyo amigo de desventuras es Felipe con quien intenta robar un submarino. Lo remarcable es la descripción del peronismo de los años ’40, que mezcla con el Perón de la fecha en que fue escrito el libro (1973). La descripción de los pampeanos en medio de la tierra desolada es una caricatura muy bien trazada de nuestra idiosincrasia.
Últimas apreciaciones
            Cuando concluís su lectura te preguntás cómo pudo ser publicado semejante libro, que aborda la realidad de la Segunda Guerra con una mirada tan cínica y crítica. Pero, si mirás en su derredor encontrás los resabios del “flower power” de la guerra de Vietnam, unido al Mayo francés –cuyo lema, tan demodé hoy, era “la imaginación al poder”-, la Checoslovaquia del ’68 y todo ese movimiento músico – cultural denominado rock sinfónico que unía el virtuosismo de la ejecución de los instrumentos con una propuesta conceptual, donde cada obra estaba compuesta por un montón de temas –o quizás sólo un par, que podían durar todo la cara de un LP (Long Play)- que, en definitiva, daban vuelta sobre un mismo contenido y cuya herencia ha quedado plasmada en esa maravillosa frase “Papá, ¿qué mundo me dejás?”, acuñada en el célebre “The Wall”, de Pink Floyd. Es en ese contexto en que este libro cobra relieve.
            Debe haber habido una asociación subliminal, inconsciente, dentro de mi, pues durante su lectura, varias veces, me encontré escuchando esa pieza tan mastodóntica y pretenciosa del Génesis de Peter Gabriel, conocida como “El cordero se acuesta en Broadway” (1974), donde lo onírico se entremezcla con lo real. O se debe haber disparado algo cuando comencé a leerlo, al hallar en el Ecocentro de la ciudad de Puerto Madryn, en una sala dedicada a la fauna marina local, colgando en una pared, el CD –disponible para escuchar-  “Tales from Topographic Oceans”, de Yes, junto a su antiguo “cover” de vinilo. La mente, esa maga…

14 comentarios:

  1. El libro en sí no me lo planteo, el argumento no me llama por la época, no puedo con la guerra mundial. Sin embargo me ha gustado mucho la entrada, y como soy muy cotilla, la historia que rodea a la adquisición y lectura del libro. Qué se le va a hacer! Qué envidia esa foto en la playa solitaria. Quién pudiera.
    Besitos

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    1. Tenías que desayunar muy temprano, Norah, para encontrar la playa en esas condiciones! Respecto del libro, es demasiado voluminoso y enredado como para enfrentarse a él. No está mal, aunque reconozco que se puede poner algo tedioso. Un beso grande!

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  2. ¡Qué coraje! A mí es que hay nombres que me hacen temblar. Quizá este año el reto esté en leer un libro de Faulkner, porque con Pynchon no me atrevo. Ahora mismo, estoy con Paralelo42, de John Dos Pasos, y no le veo el fin. ¡Cómo me está costando! Un fuerte abrazo desde la ciudad que se despide del verano,

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  3. Hay muchos buenos libros tanto o más voluminosos que éste, Marisa, y que valen la pena leer. Pero sí, ha sido todo un esfuerzo abordar más de 1000 páginas. No he leìdo a Dos Passos aun, ni a Faulkner -¡qué bruto!-, pero lo haré pronto. Besos para ti.

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    1. Yo también tengo una deuda con Faulkner.
      ¡Tenemos que ponerle remedio! :)

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    2. Sí, ¿verdad? ¿Tienes ganas de compartir un título? Yo estoy dispuesto. Acepto cualquier sugerencia. Un beso!

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  4. ¡Qué pedazo de reseña! como decimos por aquí. Pynchon me vuelve loco y eso que me ha dado más de un varapalo, dos con Contraluz, libro con el que no he podido, he intentado ir al detalle, dejarme llevar y ahora aplicarme la máxima de que la tercera será la vencida, a ver si puedo resarcirme un poco con este libro antes de que acabe el año. Un abrazo :)

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    1. Me tomé el tiempo de leerlo y mucho más para armar la reseña. A mi editor de entonces le pareció que semejante lectura ameritaba el tiempo necesario para hacer algo un poco más profundo, puesto que creía que eran pocos los que se animaban en semejante empresa. Esto es el fruto. Gracias por tus líneas, Yossi. No tengo 'Contraluz' pero por el volumen -y no conozco su contenido- es otra tarea ímproba encararlo. Ánimo! Un fuerte abrazo

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  5. Tampoco me he atrevido con Pynchon. Tu reseña anima a leerlo, aunque su extensión y complejidad hacen que tenga que esperar mejor oportunidad, pero lo apunto.

    Me gusta la literatura que es crítica con las guerras, especialmente esas dos matanzas (las dos guerras mundiales).

    Que acierto esa lectura playera, el mate que rico.

    Un abrazo!!

    Pdt: un placer disfrutar de esas reseñas de otro momento.

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    1. Pareciera haberse gestado, como con el 'Ulises', una suerte de división entre lectores: los que han leído a Pynchon y los que no. Lo leí porque soy muy curioso; de la misma manera que leí a Joyce. Pero reconozco que hay que tomarse el tiempo para encararlo y sedimentar las ideas. Al contrario de la mayoría de lectores, que prefieren lecturas entretenidas durante el verano, yo tiendo a encarar proyectos más sustanciosos, consciente de que durante el año me será casi imposible dedicarme a lecturas profundas. El mate, amigo inseparable de cualquier rioplatense, oficia de testigo silente del esfuerzo.
      Sacaré a relucir, de a poco, reseñas que han esperado su público, porque considero que ahora puede haber muchos mas interesados. Gracias por tu aliento, Laura.

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    2. También coincido contigo en que el verano permite disponer de más tiempo y encarar obras voluminosas y que requieren paciencia en la lectura.

      Conozco a un gallego que también es aficionado al mate cotidiano.

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    3. Bueno, la única opción que me queda -para compensar-es hacerme aficionado al Albariño de Rías Baixas, ja, ja!

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  6. Hola: siempre visito tu blog. Estamos en consonancia con algunas lecturas. Esta vez no pude dejar pasar por alto la genial entrada que escribiste sobre El arco iris de gravedad, para mi una de las novelas más geniales que leí. Concuerdo con vos acerca de las características que la ubican como una novela sinfónica. Escrita en una época efervescente con influencias que le llegaban de todos lados. Particularmente me gustan las pequeñas historias que pueblan la novela : la lámpara revolucionaria, el director de cine que quiere filmar el Martín Fierro, los derroteros del héroe por europa del este, el comando alemán negro... y más.
    saludos

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  7. Hola, Mario. Un gusto tenerte por aquí. Gracias por tus líneas. En realidad, lo leí porque quien era mi editor en ese momento estudiaba Letras y lo tenía como lectura obligatoria. Al no contar con tiempo suficiente para tantas páginas, se me ocurrió que podía hacerle un favor. A eso se debe la extensión de la reseña, también. Está poblada de guiños al lector, tiros por elevación y sarcasmos varios destinados a parodiar a los servicios de inteligencia y lobbies interesados en la guerra. Tan desproporcionada como colosal. Saludos.

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