Lengua de Trapo, 2009
Hace
poco, alguien comentó que este título le había gustado más que otro ya célebre
del mismo autor. Lo encontré en la estantería de la librería local y no dudé en
llevarlo. Quizás me sirviera de preámbulo o catapultase mi curiosidad por la
obra de Rahimi, no he sabido bien por qué.
En menos de cien páginas, Rahimi se
las ingenia para presentarnos todo el dolor y la tragedia que despliega la
guerra ante nuestras narices. Un hombre afgano ya grande, acaba de perder a
todo el resto de su familia –esposa, un hijo, nueras- debido a la explosión de
un proyectil soviético en medio de su aldea. Lo único que le ha quedado de
compañía en semejante circunstancia es la presencia de su nieto, no mayor de
cinco años, que luego del estrépito provocado por la detonación ha quedado
sordo.
Es entonces que emprende el camino
con el fin de notificar a su otro hijo, el padre del niño que trabaja en las
minas en otra aldea, los hechos ocurridos, de manera que vuelva a enterrar a su
familia y tal vez, en un rapto de desesperación, también se inmolen ellos, los
sobrevivientes.
Lo importante del relato es que el
autor nos pone al tanto de lo que ocurre en el interior del anciano, a través
de un narrador que hace las veces de intérprete de sus pensamientos. Además,
nos cuenta las vicisitudes de este protagonista, al tener que hacer frente al
traslado y a las necesidades perentorias de alimento que reclama su nieto,
junto a la imposibilidad de mantener un diálogo con él. Completan el cuadro un
par de personajes solidarios y el capataz de la mina, quien sostiene una charla
con él antes de permitirle ver a su hijo.
‘Sabes, anciano, el dolor, o
bien se funde y mana de los ojos, o bien se convierte en un puñal que sustituye
a la lengua, o bien se transforma en una bomba interior que un día explota y te
hace explotar a ti también.’
La desolación de aquel que acarrea
una pena insondable, unido al debate interno que sostiene su personaje
principal –pues sabe que, al notificar al único sobreviviente, condena a éste a
compartir su desespero o a quitarse la vida, ambas decisiones extremas de por
sí-, son el nervio conductor de este relato breve, que transmite en toda su
crudeza los efectos devastadores de una guerra no querida ni esperada.
En estilo directo, circunspecto y
desapasionado, el libro nos genera un nudo en la garganta; el de quien reconoce
que hubiera sido preferible haber muerto en la tragedia y no en sobrevivirla, puesto
que la tarea que hereda es mucho más dolorosa que perecer en un instante.
Un libro duro, con una mirada
centrada en las secuelas que deja la guerra entre la población civil y un
puñado de reflexiones que hacen de él una suerte de testimonio y de denuncia.
Estoy convencida que muchas veces es peor sobrevivir que morir. Y me recuerda la opción de la madre de la novela que hemos ido comentando de La carretera. Ella lo tiene claro. Otro debate moral, ¿estamos obligados a la vida cuando la guerra machaca literalmente nuestra vida?
ResponderEliminarEstos libros son necesarios.
Besos y buen finde querido Marcelo!!
Si, U-to. Eso mismo pensaba mientras lo leía. También acudió a mi la imagen de la madre en el libro de McCarthy y la de la esposa -encarnada por Juliette Binoche- en 'Bleu', de Kieslowski. En casos tan extremos, pareciera que sobrevivir no tiene sentido si no hay causa que lo justifique. Algunos la encuentran, otros no.
EliminarCuando leo libros como éste, me siento menos orgulloso de pertenecer al género humano.
Buen finde para ti también y un montón de besos!
No estoy ahora para estas angustias, ya me lo imaginaba por el título de la entrada y la portada. Es normal que sean pocas páginas si es tan duro.
ResponderEliminarBesitos para endulzar la sensación.
Provoca impotencia, más que nada, Norah. Te preguntas qué sentido tiene haberse librado de la explosión y tener que hacerse cargo no sólo de uno mismo sino también del crío; qué esperanza hay aun para él.
EliminarGracias por tus besitos dulzones, que retribuyo con creces.
Me gusta mucho este autor. Este libro lo he leído hace tiempo y me llamo la atención esa forma de contar que comentas, desapasionada, pero sin embargo claramente transmisora del sentir del abuelo y la desolación de una guerra.
ResponderEliminarBesos!
Es un texto rotundo, sin sensiblerías ni golpes de efecto. Rahimi te obliga a meditar sobre los horrores de la guerra y lo que queda a los sobrevivientes tras su fin. Un panorama desesperanzador, sobre todo. Un beso grande, Ana!
EliminarTiene otro libro, "La piedra de la paciencia", que también es muy bueno. A mí es un autor que me gusta mucho.
ResponderEliminarUn saludo
Si, también he leído acerca de él y espera su ocasión mientras descansa en mi biblioteca. Gracias por darte una vuelta. Saludos.
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