Edhasa, 2010
Este
escrito fue un regalo de cumpleaños. El texto lo escribí algunos años
atrás, pero mantiene su vigencia; sólo he cambiado la fecha de aniversario. Y aún cuento con la fortuna de tener a su destinataria junto a mi, con todas sus capacidades intelectuales
intactas.
Corría el año 1939 cuando una nena
de trece años que había concluido su escolaridad primaria –la única que pudo
recibir- fue abordada por su papá, quien a modo de festejo le regaló y le propuso
leer lo que él consideraba “un gran libro”. Éste fue ese libro. Con ello,
iniciaba su camino en la literatura universal y comenzaba a profundizar su amor
por la lectura y por las letras en general. Hoy, en tu 90° aniversario, quería
dejar constancia, querida madre, de mi eterno agradecimiento por contribuir
constantemente a que adquiriese, ya desde muy chico, la destreza de todo buen
lector. Valgan, entonces, estas sentidas líneas, como homenaje a tu pasión, que
ha sido la de tu padre y que hoy también es la mía. Porque los homenajes se
realizan en vida.
¡Qué historia! Narra las vicisitudes
de un mozalbete en la veintena y una serie de coetáneos que tienen que
enfrentarse nada menos que a ser parte del frente en la Primera Guerra Mundial
–la que se llevó tantos soldados muertos de un balazo, como tantos otros de
tétanos-.
Pero eso no es todo. Relatado en
primera persona del singular, la vida y el acontecer de Paul Bäumer y sus
adláteres no son sólo de ellos, sino de todos nosotros que podemos acompañar
cada una de sus vivencias. Porque si hay algo destacable en lo que se cuenta,
es esa capacidad de transmitirnos el “ser parte”, la autenticidad de aquel que
realmente se ha encontrado en las filas del frente de lucha, sin más compañía
que un puñado de camaradas, de diverso origen, con quienes identificarse. Con
quienes mitigar el hastío, la miseria y la sordidez de un sinsentido.
Confieso que hay partes en las que
el relato se vuelve significativamente emotivo, como en la que el protagonista
se cuestiona,
“Soy joven, tengo veinte
años, pero no conozco de la vida más que la desesperación, el miedo, la muerte
y el tránsito de una existencia llena de la más absurda superficialidad a un
abismo de dolor. Veo a los pueblos lanzarse unos contra otros y matarse sin
rechistar, ignorantes, enloquecidos, dóciles, inocentes. Veo a los más ilustres
cerebros del mundo inventar armas y frases para hacer posible todo eso durante
más tiempo y con mayor rendimiento.”
Escrito en un estilo fluido y
cotidiano, el relato por momentos se vuelve descriptivamente desgarrador y
emotivo. En varios pasajes el autor cuestiona la guerra como medio de zanjar
diferencias económicas, raciales u otras. En verdad, es un alegato a favor de
la vida, de la amistad y la familia como núcleo esencial de toda sociedad.
¿Qué mejor crítica al militarismo –y
a su redituable negocio- que esta novela? Si todos fuésemos capaces de tomar
conciencia, tener en claro aquello que Remarque nos advierte, quizás pudiéramos
evaluar sin pasión ni defección ninguna nuestro futuro como raza humana,
globalizados como estamos hoy, con un criterio más cercano a la colaboración y
menos propenso al enfrentamiento. Esa visión nos legó mi abuelo Domingo –quien
compartía empanadas con el memorable Alfredo Palacios-. Así lo ve aun mi madre,
Lydia. Y también así hoy lo veo yo.
¡Felicidades para tu Madre! La novela es, sin duda, de las grandes. Yo soy una incondicional del autor, de hecho quiero releer pronto "El arco del triunfo". Besos
ResponderEliminarGracias por tus buenos deseos para mi madre.
EliminarEs lo único que he leído del autor; no estaba al tanto de otras obras. Veré qué puedo conseguir.
Ésta resume muy bien los horrores de la guerra, cualquiera que sea.
Un beso, Agnieszka.
Confieso mi desconocimiento del autor, así que gracias por dármelo a conocer. Una novela que critica la guerra y el militarismo es para mi interesante si viene avalada por tu opinión.
ResponderEliminarLe envío muchas felicidades a tu madre con mis mejores deseos de que continúe con su afán lector. Que bonita esa cadena familiar lectora que habéis construido.
Un fuerte abrazo!!
Será porque mi abuelo sabía sobre el horror de la guerra, no porque la viviera -había nacido aquí- sino por lo que sus padres contaban acerca de ella. Algo que nos transmitió a todos sus descendientes.
EliminarA estas alturas, creo que yo no existiría como lector de no haber inculcado y fomentado mi madre el hábito de la lectura. Por eso, estas notas tan sentidas, U-to.
Sorpresa es para mi que no conozcáis libro ni autor; algo realmente afín a lo que entendemos son tus convicciones personales. Si lo encuentras, no dudo que te gustará.
Un gran abrazo para ti.
Vaya, parece un gran libro, no solo por lo literario, sino también por esa historia emotiva y humana que os une. Un libro que abra los ojos ante lo absurdo de la guerra ha de ser tenido en cuenta, sin duda.
ResponderEliminar¡Qué bueno, Marcelo!
Muchas felicidades a Lydia :) Mis mejores deseos!
Creo que el libro debió de haber marcado a mi abuelo Domingo, y quiso transmitirle a mi madre las impresiones que el texto habían causado en él al leerlo. Afortunadamente, la historia familiar me permitió conocer el detalle del por qué de la lectura de este libro y decidió su lectura. Un gran libro, sin duda.
EliminarLe transmito tus augurios y los de U-to a su destinataria natural.
Un fuerte abrazo, Paco!
A mi este libro me parece muy bueno. Un canto contra la guerra y contado de primera mano. No he leído nada más del autor, habrá que buscarlo.
ResponderEliminarHa sido un legado para toda la familia, honestamente. Un libro que denuncia el horror de la guerra en todas sus formas.
EliminarGracias por pasar por aquí, Esther.
Un beso.
Pues para mi gusto, pinta bien. Lo anoto.
ResponderEliminar¡Nos leemos! :-)
Un muy buen libro; que lo disfrutes!
EliminarUna obra que me impresionó de joven, y que luego he vuelto a leer en dos ocasiones...
ResponderEliminarUn texto de cabecera, vamos, para mí...
Un abrazo, amigo
Compartimos esa mirada, Ildefonso. Una defensa de la vida.
EliminarRetribuyo el abrazo, amigo.