Impedimenta, 2011
Anduve
tras él durante todo el anteaño y parte del 2015. Figuraba entre los libros
disponibles en la página que el importador posee en la Red, pero ya no habían existencias.
Para peor, con los cambios políticos y económicos que se avecinaban, el
horizonte local asomaba muy sombrío. Por fortuna, fue una especie de salvataje literario que Yossi Barzilai –a quien quedo sumamente agradecido- implementó para allegarme un ejemplar en
formato digital vía correo electrónico, apiadándose de mi persistencia por
leerlo.
El libro es una suerte de herencia
testimonial que el autor nos ha legado sobre la detonación de la bomba nuclear
en agosto de 1945 en Hiroshima, y sus efectos posteriores. Superviviente
milagroso del genocidio, Hara se ha esforzado por relatar de primera fuente los
sucesos que tuvieron epicentro en esa ciudad en el transcurso de unos meses.
El volumen se estructura en tres
textos. En el primero, Preludio a la
aniquilación, el autor nos participa de cómo era un día en la vida de la
gente que vivía en Hiroshima, en medio de una guerra que todos suponían debía
acabar en breve. La ciudad se mantenía erguida, sin ser presa de los bombardeos
efectuados por los aviones americanos como lo eran Tokyo y otras urbes, pero sí
se presentía que algo funesto se cernía sobre ella, el último bastión militar.
La gentileza de Yossi en la tablet
En el segundo, Flores de verano, Hara describe en primera persona lo ocurrido
durante el estallido y en los días posteriores. Las descripciones del entorno
geográfico –los incendios, la oscuridad del cielo, la famosa lluvia negra- acompañan las escenas
macabras generadas por la bomba –personas desfiguradas, restos humanos, cuerpos
abrasados, huesos de gente que literalmente se volatilizó-, en un paseo que
tiene mucho de descenso a los Infiernos.
En el final, De las ruinas, continúa el texto antecedente y se ocupa del período
inmediato posterior, en donde la población se debate entre la muerte por
radiación, la búsqueda de familiares sobrevivientes, el entierro de los
cadáveres, mientras se declara el final de la guerra y, con ello, el inicio de
la recuperación de la vida cotidiana, con la escasa cordura remanente después
de semejante experiencia.
Fluido, coloquial, con descripciones
que resultan desgarradoras aunque sin morbo, Hara compone una realidad difícil
de asumir para los lectores. Dolor y patetismo recorren sus hojas, con una
claridad meridiana y una sensación de impotencia –la que el mismo autor debe
haber sentido- hacia aquellos que han padecido sus consecuencias.
Para terminar, algo sobre el autor.
Hara había perdido a su amada esposa poco antes de la explosión, y decidió
volver a casa de su familia en Hiroshima justo para esos momentos. El haber
tenido que ir al retrete, lo salvó de evaporarse. No pudo hacer frente a tamaño
vacío: se suicidó arrojándose a las vías del tren en 1951. En sus líneas
desfila el horror superlativo; ojalá poseamos memoria suficiente para no
repetir la historia. Nunca más.
Tendrás que hablar con ciertos tarados para que entren en razón y eso que pides al final de la reseña se cumpla.
ResponderEliminarEn lo que respecta al libro, pues poco hay que decir, que me parece terrible, que aunque no llegue a lo morboso ni a detalles innecesarios, agradable de leer no es.
Creo que me gustaría esa primera parte pre-suceso, pero la leería con la amargura de saber lo que vino después.
Besitos pacíficos.
No podría acusarlo de morboso en ningún tramo, aunque sí descarnado. La primera parte no tiene desperdicio.
ResponderEliminarLa memoria es un ejercicio personal, Norah; los tarados a los que aludes solo defienden intereses.
Un beso esperanzado.
Impedimenta y Japón. Me gustaría seguro, aunque sea duro de leer. Un abrazo conciliador.
ResponderEliminarSí, Ana, ambos. Es crudo, pero una saludable lectura.
EliminarUn abrazo.
Lo leí hace ya un tiempo y quizás por haber investigado antes la historia de su autor, me resultó francamente interesante esta lectura. Me gustó, lo disfruté. Lo que dudo seriamente, es que tengamos la capacidad de no repetir ciertos errores. Esperemos que así sea.
ResponderEliminarBesos
Es un libro algo crudo pero un testimonio sin parangón de alguien que lo vivió.
EliminarGracias por darte una vuelta, S.
Un beso.