Alianza, 2009
Rescaté
el título de la blogosfera hace ya varios años. Lo conseguí al poco de
apuntarlo pero entre otras propuestas lo fui dejando, quizá porque en ese
momento no me apetecía enfrentarme a una guerra odiosa como la de Afganistán.
Al final, decidí encararlo debido a la prosa ágil del autor y a la relativa
brevedad del texto.
Dos historias se entrelazan en las
cercanías de Kabul. La de Atiq Shaukat, un custodio de la cárcel de mujeres, y
su enferma esposa Musarat, con la de un desposeído por la guerra, Mohsen Ramat,
y su bella esposa Zunaira, una pionera en defender los derechos de las mujeres
bajo el Islam.
Ante la lapidación pública de una
adúltera, ambos protagonistas toman posiciones hasta ese instante impensadas.
Es que ni Atiq desea abandonar a su esposa -aunque así se lo sugieren los
conocidos- ni Mohsen jamás había levantado una mísera piedra para repudiar a
una mujer. Pero la excitación de la masa ululante despierta los más bajos
instintos. Hay una suerte de histeria colectiva en ese apedreo que es imposible
soslayar. A partir de allí y de una serie de acontecimientos poco afortunados,
cada personaje seguirá un derrotero hacia la pérdida de la dignidad humana y la
degradación más abyecta.
Es que en medio de una guerra que
parece no tener fin, con los talibanes haciendo cumplir la ley del Corán –oír
el sermón del mulá, llevar la obligatoria burka para las mujeres, etc.- y la
miseria golpeando la puerta, la vida cotidiana se vuelve un infierno sin
esperanza de cambio. Para colmo, el fanatismo religioso, con su cuota de
represión y violencia, distorsiona las relaciones de los núcleos más básicos de
la sociedad afgana: la familia y los amigos.
El libro es una suma de nociones elementales
de fundamentalismo talibán, un sistema de dominación social basado en la
ignorancia, que encuentra en la liturgia religiosa el cauce adecuado para
someter a los ciudadanos y suprimir cualquier voz disidente. Con el género
femenino restringido a la procreación y a la satisfacción sexual de los
varones, sin chances de oposición ni resistencia –porque los talibanes son los
portadores de la Verdad absoluta-, la gente común se debate en una
supervivencia extrema, aguardando que soplen nuevos vientos.
Con una prosa exquisita, amena y
coloquial; personajes secundarios bien delineados, que refuerzan la narración principal,
escenas conmovedoras y una historia que finaliza con algo de thriller de suspense, Khadra refleja en
menos de dos cientos de páginas todo el horror de la guerra y la irracionalidad
del integrismo islámico. Un libro que tiene mucho de testimonio de época.
Hace unos años leí El grito silenciado de Ana Tortajada y ya he cumplifo con el tema para esta vida y a lo mejor para unas cuantas más si las hay.
ResponderEliminarEs un no rotundo, desde luego.
Un beso decidido.
Imaginé que por ahí vendría tu comentario, Norah. Se que -ya- no eres de estos libros. Es que el relato tiene momentos crudos y para cruda, ya está la vida de uno, ¿no?
EliminarDe todas maneras, me has hecho reír. Cerré los ojos y la vi cantando a Isabel Pantoja 'No te aferres...' Ja, ja.
Un beso brillante, como la Luna de esta noche.