Losada, 2005
I.
Fin de año y medio nebuloso, que comenzó con Las maravillosas nubes, de F. Sagan;
continuó con La teoría de las nubes,
de S. Audeguy; se extendió con El atlas
de las nubes, de D. Mitchell para concluir con éste –su título refiere al monte
Marcy, en las Adirondack, antiguamente conocido
por Tahawus (Rompenubes)-. La sorna de allegados no se hizo esperar: no podía
ser de otra manera para quien disfruta de lecturas relacionadas con una vida hogareña.
II.
Ésta es la historia del
abolicionista John Brown, narrada por el tercero de sus hijos, Owen, treinta
años después de los acontecimientos que llevaron a su padre a desafiar a los
esclavistas sureños armas en mano, provocando matanzas en Kansas y Virginia,
hasta ser capturado por el ejército federal y colgado junto al puñado de
hombres que lo acompañó en semejante quimera.
III.
Banks compone a través de su hijo un
retrato de familia que tiene como núcleo central a esa mezcla de aventurero,
asesino, amante padre y esposo, soñador y líder carismático que fue John Brown.
Así, Owen le describe a una investigadora los avatares del protagonista –con
más de once hijos en su haber, fruto de dos matrimonios-, presentándonos a un
padre de acendrada fe religiosa, conocedor como pocos de la Biblia, quien cree
sentir el llamado de Dios para combatir la esclavitud. Corren las décadas de
1840 – 50 y cada uno de los emprendimientos que John Brown realiza con la
intención de proveer bienestar a su prole concluyen en estruendosos fracasos.
Viviendo de prestado en el estado de Nueva York, cerca de donde se reúnen los
negros libertos, participa activamente junto a sus hijos mayores transportando
a los esclavos fugitivos hacia el Canadá, donde hallarán la libertad. Luego, se
traslada al recién creado estado de Kansas en el que se disputa sobre la
esclavitud o la libertad.
IV.
Rescato la fenomenal construcción
psicológica del personaje principal y de su entorno familiar; alguien que
siempre tiene la palabra certera, la oración apropiada para convencer a su
oyente, sostiene un ritmo espartano de vida -heredado del puritanismo
anglosajón- y asume para sí unos principios que mantendrá con hidalguía y
coherencia hasta el final. En su lado opuesto, Brown aparece como un hombre al
que el entusiasmo por un futuro más ecuánime y justo lo sume en la fantasía;
resulta incapaz de hacer una evaluación austera de pros y contras, quedando
indefenso ante el engaño y la traición.
V.
Ameno y coloquial, el libro se
transita bien a pesar de sus más de setecientas páginas. La única debilidad se
encuentra en la corrección: en el apuro, hay varias fallas que podrían haberse
evitado. Por lo demás, una novela antiesclavista y con sesgo moral.
Encantada me iría yo a las nubes con vos, rodeados de libros de contrabando. Personaje interesante donde los haya este que nos traes hoy.
ResponderEliminarPero como lectura ahora mismo no la veo viable para mí.
Besos entrañables.
Sigo emocionada por el comentario de la anterior reseña. Muchas gracias.
Libros de contrabando! Claro! Siempre es tiempo de correr aventuras.
EliminarEl personaje es fantástico, pero conspira contra su lectura la extensión.
Lo que he escrito, es de corazón.
Un gran beso, Maja.
Ese aglutinante de las nubes en torno a tus lecturas me encanta, Marcelo, aunque luego los libros puedan ser muy dispares entre sí.
ResponderEliminarVaya un tipo el tal Brown, parece uno de esos personajes que tan bien perfilaba Dostoievski, movidos por un sentimiento noble y, a su vez, sumidos en una espiral de violencia y angustia vital, seres complejos vaya.
Felices fiestas querido amigo. Mis mejores deseos para ti y los tuyos.
Han sido dispares, Paco, pero no me he quejado de ninguno.
EliminarCoincido; si no hubiera sabido el autor, habría supuesto que era Dostoievski.
Mis más sinceros deseos de paz y felicidad para ti, Araceli y las niñas. Recibe un fuerte abrazo, amigo!