Sexto piso, 2012
I.
Según Apolonio de Rodas, fue el
plectro de la cítara de Orfeo ejecutada sobre la nave Argos el que impidió que
los remeros escucharan con nitidez el canto de unas aves raras, con cara y
pechos de mujer, llamadas sirenas, y se volvieran locos. ¡Semejante ruido debe
haber metido Orfeo para cubrir ese llamado! Algo similar nos cuenta Homero
sobre Odiseo, que obstruyó con cera los oídos de sus compañeros y pidió que lo
ataran firmemente al mástil principal de la nave para poder deleitarse con la
melodía. El único que sucumbió al hechizo del canto fue Butes, uno de los
remeros de los Argonautas, que abandonó su posición y se arrojó al agua,
pereciendo.
II.
¿Qué hay en esa música emitida por
las sirenas, que nos subyuga, atrapa y enloquece? Según Quignard, existe una
melodía ancestral, previa a la aparición del lenguaje y de los distintos
idiomas del mundo, asociada a cada alma humana, al núcleo de la vida nonata –la
que puede escuchar el feto dentro del vientre de la madre-, capaz de enajenarnos
porque su poder estriba en ser parte del instinto animal, algo forjado antes
que nuestro ser social.
III.
Butes encarna así a aquel que
renuncia a la sociedad del lenguaje para ir detrás de una quimera, aún a costa
de perder la vida. Dejarse cautivar por la esencia animal del hombre es elegir
vivir como un salvaje aunque sólo sea un instante, renegando a una vida
mesurada cuyo destino es la lenta muerte, aceptada por las formas sociales. En
ese aspecto, la alegoría del canto de sirena se vincula estrechamente con
nuestras pulsiones instintivas.
IV.
El estilo narrativo elegido por
Quignard es de pocas palabras, con frases y párrafos relativamente cortos,
elaborados para permitir la reflexión acerca de cuán presentes se hallan estas
pulsiones en nuestra vida cotidiana. Por otra parte, no deja de cuestionar que
la disidencia a los cánones establecidos por la sociedad de consumo en la que
nos movemos forma parte del mismo sistema, que se renueva y nutre con ella.
V.
Coloquial y profundo, leer a
Quignard siempre es un deleite. Deja mucha sustancia sobre la que meditar; en
este caso, enfocado en la convivencia diaria de nuestra naturaleza animal y la
racionalidad que nos permite vivir en sociedad. Un libro breve, interesante y
sustancioso.
Qué bonito lo del origen del canto de sirenas...Y punto a favor también para este formato de reseña, ha quedado muy bien, diferente y apropiado.
ResponderEliminarPor lo demás, no me llama especialmente la atención. Lo dejo pasar.
Besitos pre navideños
Es un libro breve pero interesante, Norah, aunque habiendo tanto para leer...
EliminarGracias por alentarme.
Un caluroso abrazo.
Por recomendación tuya leí Todas las mañanas del mundo de este autor y me gustó mucho. Ahora traes otro de sus libros que parece en la misma línea de brevedad pero no por ello de menos sustancia. El tema es interesante, esos famosos cantos de sirena que llevan a los hombres a la perdición (no puedo dejar de pensar que puede estar presente el mito de la mujer fatal detrás de esta historia... no sé si es ir muy desencaminada).
ResponderEliminarUn abrazo fuerte, fuerte!!
La visión de Quignard es que en ese canto hay un lenguaje que es previo al habla, que se conecta con nuestros instintos más primarios y del que no podemos escapar. Me parece que es independiente del sexo, aunque sospecho que se escoge a la mujer por una cuestión de estética -idea a la que, por supuesto, adhiero-.
EliminarUn gran abrazo, U-to!
Lo que leí de Quignard es así: párrafos cortos, contundentes, incisivos. Conocedor del lenguaje, de la música, Quignard profundiza en la comunicación más allá del propio lenguaje. Tengo varios libros suyos por ahí, y me gusta saberlos ahí, esperando ;)
ResponderEliminarUn abrazo
Sería bueno que despuntaras el vicio de alguno de ellos, Ana. La verdad, sus letras lo valen. Acudo a él cuando abundo en lo superficial y pasatista.
EliminarGracias por darte una vuelta por aquí.
Un gran abrazo.