Anagrama, 2007
I.
Sóniechka es una mujer judía flacucha, amante de los libros, que se emplea en la biblioteca de un pueblo ruso,
donde conoce al pintor Robert Viktórovich y con quien se casa. Ambos engendran
una hija, Tania, que acompañará el derrotero de la pareja en la Rusia de fines
de los años ’40 del siglo pasado -en pleno fervor soviético-, debido al
carácter de recluso de su padre por
su pasado burgués.
II.
La llegada del deshielo de Jruschov permite una cierta holgura a la familia y el
contacto de Robert con un grupo de artistas del régimen. Tania crece,
volviéndose la antítesis de su madre. Descubre el placer y se dedica a él por entero. Entabla amistad con
Yasia, una huérfana bonita y desenfadada, que termina viviendo con la familia…
y convirtiéndose en la amante de Robert.
III.
Ulítskaya realiza un elogio de la
femineidad en una novela que apenas excede las cien páginas. Todas las facetas
de la mujer se reúnen en sus tres personajes femeninos. Allí están la abnegada
madre y esposa, capaz de anularse a sí misma para consagrarse a los demás, aún
a sabiendas que su marido le es infiel; la hija sibarita y licenciosa,
inclinada a todo tipo de placeres mundanos, y la amante del marido, que encarna
la belleza estética y es objeto del deseo masculino.
IV.
La autora tampoco elude la imagen de
la sociedad rusa de ese tiempo, que subyace siempre en el trasfondo de la
narración. Del stalinismo férreo y duro se pasa a la dictablanda posterior, una suerte de glasnost anticipada -que el Politburó corregiría al poco-. En ese sentido, también puede apreciarse la socarrona mirada sobre los artistas que gozan del calor oficial. Todo un retrato de época.
V.
En un estilo coloquial y fluido,
Ulítskaya desarrolla -con un minimalismo de elementos que sorprende- una
historia en la que el acento narrativo gira en torno a la identidad femenina y
los roles ejercidos por una mujer común y corriente. Una brillante composición
en un libro apto para toda clase de lectores. Decididamente, recomendable.
No sé qué decir. El modelo mujer santa y hombre con el sí flojo me dan mucha rabia. Un aplauso para la hija que disfruta de la vida. Venga, vamos a decir que sí.
ResponderEliminarUn beso congelado
Es interesante cómo la autora divide los roles en sendos personajes. Para mi, ha sido una grata sorpresa.
EliminarBesos cálidos, para derretir el hielo.
Pues empiezas muy bien, Marcelo. Una escritora inédita para mí, y reflejas aspectos muy atractivos, como construir una historia sólida, en torno a las mujeres, con ese minimalismo de elementos, me gusta eso y me recuerda al estilo de Nina Berbérova, la escritora rusa que ya comenté en mi blog. Además la época de transición política que sitúa la trama me interesa.
ResponderEliminarApuntado queda, gracias amigo :)
Gracias, Paco, por tu aliento. Recordé el libro de Berbérova que nos indicaste; guarda cierta semejanza de estilo.
EliminarRespecto del reflejo político, son pocos los autores que se han ocupado de los artistas adherentes al régimen soviético en pleno auge; ésta es uno de ellos.
Un fuerte abrazo!
Una amiga mía te diría ¿y a qué te refieres cuando dices "identidad femenina"? Ella es partidaria de deconstruir esas identidades supuestamente femeninas entre las que están las tres mujeres que describe la autora en su novela.
ResponderEliminarTengo que decirte que, en este caso, me interesa más ese trasfondo soviético que esas mujeres que estructuran la base de la historia narrada.
Un descubrimiento para mi, no conozco a la autora.
Un fuerte abrazo!!
Bueno, me refiero a los roles ejercidos por las mujeres, según la mirada tradicional de la autora, que toma como base el hecho de que una mujer sólo logra realizarse si es esposa, madre y atractiva a los hombres.
EliminarDisiento con dicha mirada, pero es la que Ulítskaya se encarga de exponer; sólo me he apegado al texto.
Me alegra saber que te he aportado a otra autora.
Un abrazo grande!