Marbot, 2010
I.
Era una deuda contraída con U-topía.
Al compartir la lectura de Limónov,
de Carrère, le confesé por vía privada que este título despertaba mi curiosidad
pues se refería a él en el capítulo dedicado a su vida entre 1967 y 1974, en
medio de un clima de fracaso intelectual y artístico que se vivía en el Moscú
de Brezhnev. En ese momento aparece –clandestinamente- esta obra.
II.
La novela parece autobiográfica. Al
menos, se encuentra basada en las propias experiencias del autor mientras se
desempeñaba como operario del tendido de la red telefónica hacia el otoño de
1969 en Sheremiétievo. Narrada en primera persona del singular, relata las
peripecias de un joven que debe dirigirse un viernes hacia Petushkí, aldea
distante poco más de una centena de kilómetros, subido a un tren de cercanías
que cubre ese trayecto, movido por dos razones: la pasión que ha despertado en
él una mujerzuela de ojos albos y la visita que semanalmente realiza a su hijo
pequeño, que vive allí junto a su madre.
III.
Eroféiev testimonia la vida habitual
de un borrachín de clase medio baja que comienza su viaje en Kursk, cuyo único
capital son un par de botellas de vodka de distinta calidad y una botella de
vino, junto a unas golosinas destinadas a su crío. Las peripecias de su viaje,
desde una cierta sobriedad hasta la más sublime borrachera y pérdida del
conocimiento no son óbice para evidenciar la forma de vida de la población
rusa, adicta a la bebida alcohólica como única vía de escape de la indigencia,
el hambre y la ignorancia.
Eroféiev en Santa Rosa de Calamuchita, Pcia. de Córdoba, Argentina
IV.
Por otra parte, Eroféiev aprovecha la
trama propuesta para exponer cómo se puede sobrevivir con un Estado
omnipresente pero con poco control, engañándolo en las tareas asignadas hasta
que son descubiertos. En este sentido, el relato cobra ribetes de testimonio
personal.
V.
Con una prosa directa, informal y
por momentos graciosa, el autor compone una novela donde el protagonista
comparte cartel con las distintas bebidas que lo mantienen, si no con
esperanza, al menos con un mínimo de vida hasta el final. Una obra bien crítica
del comunismo soviético y de la estrechez de miras de un pueblo ignorante,
atrasado.
Hay hay que ver lo que le gusta a un ruso un drama. Lo mejor es sin duda lo del viaje y me lo apunto para cuando empiece a tener sensación de que no leo nada nuevo. Miento, lo mejor es sin duda esa fotografía. Debe ser un placer recorrer esos parajes.
ResponderEliminarBesos envidiosos e
La narración transcurre dentro de un tren y al protagonista le van sucediendo cosas, producto de sus acompañantes y de su propia borrachera. Libro interesante.
EliminarLos parajes que muestra la fotografía son placenteros pero algo calurosos para esta época del año. Conviene tener a mano una piscina o atreverse a sumergirse en las aguas del río que está enfrente.
Besotes cálidos.
Hola Marcelo
ResponderEliminarEl alcohol ha dado muchas páginas a la literatura universal, escritas, inspiradas o temáticas, diría más, ha dado grandes cantidades de páginas.
No todas buenas, no todas contadas desde el vapor del alcohol entre los papeles, pero si que tengo algunas con buen recuerdo, como Tutuola, o "Bajo el volcán" " várias de Hrabal o Dorothy Parker o Carver o Fante (que no es que sea de alcohólicos, pero beber... bebían; Fante, Bohumil, Carver y Dorothy y sus personajes jja)como en las novelas de Chandler o Hammet, Si ya nos fueramos a cosas más prohibidas, ya andarían otros jaja.( saludos a Hunter S. Thompson y a William S. Burroughs ;))
Curioso libro, miraré si se encuentra por aquí, si se pone a tiro lo pillarém me gustan este tipo de novelas
cuídate
Hola, Wine
EliminarY también a la pantalla grande, verdad?
En este caso, la borrachera se ha convertido en adicción y hacia el final se fusionan realidad y fantasía, como de quien no puede discernir qué está ocurriendo. Un libro bastante interesante, porque no se agota en el alcohol sino que permite ver entre líneas cómo es la vida del empleado estatal y la grisura social de los tiempos de Brezhnev.
Un abrazo.
Hola Marcelo.
ResponderEliminarRecuerdo esa lectura conjunta que tuve el privilegio de compartir contigo "Una aldea", de otro gran ruso, Bunin, y la presencia del alcohol era como un jinete que atravesaba toda la obra, haciendo estragos en unos y otros, con ese tono trágico-cómico que de forma tan magnífica expone la literatura rusa.
Los viajes en tren dan mucho juego literario, casi siempre acaban siendo un viaje hacia el interior de uno mismo. Me gusta tu propuesta :)
Cuídate pibe!
Hola, Paco!
EliminarSi escarbas un poco en las letras rusas, te diría que no son pocos los autores que en sus páginas no hacen alguna alusión al alcohol como un hábito natural, algo que pertenece al alma rusa.
Éste combina lo iniciático que puede resultar un viaje en tren -máxime en ese estado entre sobriedad y borrachera- y la fina ironía que el autor echa sobre la sociedad soviética de los '60: aburrida, estancada y uniforme, que llevó al 'socialismo de rostro humano' de Dubcek y a los tanques rusos invadiendo Praga...
Un abrazo, chaval!
Síii, ahora que te leo lo recuerdo. Y me viene a la memoria también las tremendas borracheras que se pillaban los soviéticos y que duraban tres días. La verdad es que esta novela también me resulta atractiva y el viaje siempre es un buen recurso para exponer algo. Veré si lo encuentro.
ResponderEliminarUN abrazo!!
Bueno, esta borrachera dura lo que el viaje y en él se dan cita un montón de personajes que oscilan entre lo grotesco y lo funambulesco.
EliminarAlgo distinto y original.
Un gran abrazo!