DeBolsillo, 2009
En esta tercera entrega, que se
inicia en abril de 1918 y se prolonga hasta junio de 1919, se narran las
realidades de las aldeas del Don durante la insurrección de su ejército y el
posterior éxodo cosaco a la margen izquierda del río debido a la ofensiva del Ejército
Rojo.
Esta Sexta Parte
de la obra es la más extensa de todas y, probablemente, la que pone de
manifiesto la guerra fratricida que surge entre los mismos cosacos. No por nada
resulta emotiva: el insurrecto Petró Mélejov, hermano mayor del protagonista, es
atrapado por una partida del Ejército Rojo y muerto a manos de su antiguo
compañero, Mishka Koshevoi, pretendiente de su hermana menor.
Shólojov deja bien en claro los motivos que ambas facciones
esgrimen. Los bolcheviques intentan colectivizar los recursos despojando de
ellos a los grandes señores rurales, utilizando para ello los sóviets –una
asamblea entre trabajadores con carácter representativo-. Los cosacos del Don
están de acuerdo con los sóviets, no así con la colectivización ni el despojo
comunista.
El avance del Ejército rojo se ve frenado por al ataque
de los insurrectos en su retaguardia hasta que, pasados los meses, surge de
aquellos una ofensiva dispuesta a dispersar a los cosacos opositores. Éstos,
mantienen cierto contacto con el Ejército Blanco –zarista- por lo que la guerra
entre Rojos y Blancos los asocia a los últimos.
Por otra parte, la historia de Grigori Mélejov continúa
su curso. Su arrojo y temeridad se vuelve proverbial y alcanza, gracias a ello,
la comandancia de varias patrullas de insurrectos. Pero a la vez que gana
renombre, toma conciencia del sinsentido de la lucha entre hermanos, cayendo en
un profundo vacío existencial. Máxime, con la pérdida de varios amigos y de su
hermano. Ni el recuerdo de la aldea de Tatarski, ni su familia y su mujer e
hijos pueden aliviar su desolación. Tampoco el siempre vigente amor por Axinia
Ástajov es capaz de atenuar su dolor interior.
Shólojov va modelando el carácter de su personaje
principal a medida que transcurren los hechos. Mélejov se vuelve dado a la
bebida, iracundo e inconsciente, como si buscara acabar con su vida
inmediatamente. Los días de descanso que lo devuelven a su aldea sólo sirven
para ahondar más esa dicotomía en la que se debate: hombre de familia y
campesino o soldado sin escrúpulos.
Con el mismo estilo directo de los
volúmenes anteriores, haciendo gala de un realismo extremo, el autor sostiene
una historia familiar y de amor en medio de la guerra, que no es sino la lucha
de todo el pueblo cosaco por alcanzar la paz y el regreso a los hogares. Pero
ya se vislumbra que ese regreso tendrá un costo alto y, sobre todo, nada
volverá a ser como era.
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