DeBolsillo, 2009
Última
entrega de esta epopeya rusa de inicios del siglo XX, que comienza con el
avance indeclinable de las fuerzas comunistas. Constituido por dos partes
finales, Shólojov concluye su relato alcanzando el año 1921 y la consolidación
del poder soviético.
En la Séptima Parte, se dan indicios
de la derrota final de los insurrectos y del Ejército Blanco. Los cosacos han
tenido que cambiar de margen del río Don, dejando atrás propiedades y bienes. La
pelea sigue siendo sostenida, pero es desigual. Las defecciones cosacas son
cada vez más numerosas; se han hartado de luchar y sólo desean volver a sus
aldeas, a sembrar y cosechar –algo que el autor deja muy en claro en toda la
novela-. Y la ayuda que propician los zaristas lejos está de ser real. Para
colmo, los oficiales blancos no dejan pasar oportunidad para hacer sentir a la
oficialidad cosaca –entre ellos, nuestro protagonista, Grigori Mélejov- la
diferencia de educación y civilidad, tratándolos de paletos e ignorantes.
Desencantado de la propuesta blanca,
Grigori termina en la desembocadura del Don en el mar de Azov, dispuesto a
embarcar hacia costas turcas, como la gran mayoría de las divisiones del
Ejército Blanco. Pero… sólo hay lugar para unos pocos elegidos. Por lo que
decide volver a la aldea, cueste lo que cueste.
En la Octava Parte, Grigori toma
consciencia de su realidad familiar. Su hermana menor se ha casado con el
asesino de su hermano; su madre y su padre, así como su hermano, su cuñada y su
esposa, han muerto. Solo restan sus hijos –niño y niña de corta edad, al
cuidado de ellos- y el amor incondicional que le guarda Axinia Astájov, esposa
de su vecino. Pero no tiene suerte. Su cuñado, ahora presidente del Comité
Revolucionario de la aldea, está dispuesto a delatarlo, obligándolo a migrar
nuevamente. Como fugitivo es descubierto y puesto a las órdenes de un viejo
amigo, que planea una insubordinación debida a la exacción en especies que el
gobierno soviético realiza a los cosechadores, tomando gran parte de su
trabajo. Desde allí, se suscitan nuevas aventuras de este viejo combatiente al
que la vida ha obligado a estar a la altura de las circunstancias. Habiéndose
convertido en un bandido y saqueador, decide abandonar a sus compañeros y
volver a su hogar, aún a sabiendas del costo de ello. Y el costo es altísimo.
Sin claudicar, Grigori regresa a su aldea, con toda una historia a cuestas y
muchos muertos por los que hacer silencio.
Un final acorde a la épica narrada
por Shólojov a lo largo de dos millares de páginas. No esperaba menos, aunque
se podrían haber ahorrado un ciento de ellas, lo menos. Las descripciones del
entorno geográfico son parte destacable de todo el relato; como si el autor se
hubiese pasado horas en la observación de los movimientos de la naturaleza en la región.
En mi humilde opinión, aborda muy
bien un periodo no muy claro de la historia rusa y de los cosacos, antes de ser
sometidos al poder soviético. Pero no está a la altura literaria de Tolstoi,
Chéjov o Dostoyevski, con personajes mucho más elaborados desde el aspecto
psicológico que los que ofrece Shólojov en su extensa obra.
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