Anagrama, 1991
No
quería transitar mi Año Ruso sin rescatar la reseña de esta obra, que vio la luz
hace algo más de seis años, porque retrata muy bien los cambios en la sociedad
rusa tras la Revolución Bolchevique. Añado que, respecto del último párrafo en
el que se alude a la realización cinematográfica de 1965, existe una nueva
versión filmada para TV en 2002, con Keira Knightley en el protagónico, bajo la
dirección de Giacomo Campiotti. La nota de color ha sido que, aunque existen
multitud de ediciones, buscando afanosamente la portada de la que poseo en la
Red, tomé nota que no sólo se encuentra ausente, sino que el libro mismo se
halla descatalogado en Anagrama, por lo que tuve que editar una fotografía de
mi volumen a fin de disponer de presentación (y convertir al ejemplar en un incunable).
Después de leer a Mandelstam y
Ajmátova, la curiosidad me llevó a buscar al autor, signado por estos mismos
como un referente de la época, no sólo en lo que hace a la literatura rusa
–rebelde y contestataria- durante el stalinismo, sino también como uno de los
más solidarios respecto de sus pares a la hora de sobrevivir con dignidad –si
es que aun se pudiera-dentro del régimen soviético bajo la Cortina de Hierro.
La lectura recayó, entonces, en su obra más reconocida, celebrada por todo
Occidente durante la Guerra Fría como símbolo de rechazo al comunismo, por lo
que fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1958.
La novela relata la biografía de
Yuri Zhivago, desde la pérdida de su madre, acaecida en sus primeros años de
vida, hasta su propia muerte y entierro. Podría decirse que consiste en una
historia de amor dentro de las cambiantes situaciones políticas que se
sucedieron desde el zarismo hasta la conducción de Stalin, siempre sin traspasar
las fronteras. Porque si algo encarna el personaje principal es la esencia
rusa, más allá de toda bandera; la vida social y solidaria, la naturaleza
religiosa –cristiana- de ser y su visión del pueblo hambriento, la guerra y las
revoluciones.
Ambientada a partir de 1913, narra
los años de formación de Zhivago como médico, dando paso a la constitución de
una familia, donde su acendrada amistad con Tonya Gromeko se ve transformada en
matrimonio; su desarrollo profesional en el frente durante la Primera Guerra
Mundial y el descubrimiento de la pasión junto a Lara Antípova. Pero
fundamentalmente, Zhivago es un poeta; reconocido en sus años mozos, sospechado
de “tibio” después de la revolución bolchevique, su no afiliación al partido lo
convierte en opositor, por lo que debe refugiarse dejando su entorno familiar y
geográfico, amparándose en los escasos lugares que le van quedando a los
perseguidos políticos y pasando toda clase de penurias, tanto afectivas como
físicas y económicas.
Lo magistral de la novela radica, en
mi humilde entender, en dos características. Una, la construcción del relato
principal, a partir de un sinnúmero de personajes inconexos en su inicio cuyos
aconteceres se van entrelazando a medida que transcurre la historia,
otorgándole mayor solidez a la narración cuanto ésta más se desenvuelve. Al
principio, el lector se pierde en una serie de situaciones diferentes, con
diversos protagonistas, de manera que el “Censo de personajes” con que se abre la
presente edición resulta no solo acertado sino indispensable.
La otra, es la sutileza de Pasternak
de utilizar la trama principal –la historia de un amor prófugo, pero no por
ello menos visceral- para mostrarnos todos los cambios que tienen lugar en la
vieja Rusia zarista, cuando deviene la guerra contra Alemania y luego, ante el
ascenso del socialismo bolchevique. Es esa pintura de alto contraste –que tanto
semeja al impresionismo pictórico- entre las descripciones del deterioro de las
condiciones de vida de las clases acomodadas, la falta de organización de la
producción del nuevo gobierno y las persecuciones y purgas varias que tienen
lugar, junto a la belleza de los paisajes naturales en los que se ven envueltos
sus personajes lo que resalta ese amor puro, nacido al calor de los acontecimientos,
sin quererlo y sin buscarlo. Además, el estilo poético y coloquial siempre
presente en los diálogos como en la ilación es lo que convierte a un relato que
podría tildarse de épico y costumbrista, en una gran obra literaria. Cierran
sus páginas las poesías que Yuri Zhivago escribió en su exilio, poniendo de
manifiesto el talento del Pasternak poeta, devenido narrador.
Párrafo aparte merece la puesta en
pantalla de Carlo Ponti, dirigida por David Lean en 1964. Sus casi tres horas
de duración resultan amenas, sin golpes bajos ni sentimentalismos
injustificados. Pero se trata de un guión adaptado en muchas de sus escenas, en
las que se toman ciertas libertades que no figuran en el texto original –razón
por la que el hijo de Pasternak nunca estuvo conforme con ella-, con lo que se
pierde parte del carácter y la fuerza narrativa del escrito. Sí es de destacar
la fotografía del film, su banda sonora –aun reconocible en nuestros días- tanto
como los roles protagónicos de un joven Omar Shariff y una bella Julie
Christie, quienes encarnan la historia de amor.
Tanto la novela como la película,
ambas se cuentan entre los clásicos de todos los tiempos.
Aquí coincidimos y tras varios intentos, un buen día conseguí entrar en la lectura, quedarme y terminar. Es de mis favoritas de los pocos rusos que he leído, y sí, primero veré la película y preferiría arrancarme los ojos(es una exageración rusa) antes de ver a la Keira (que me cae fatal)en el papel de Lara, que es uno de mis personajes favoritos, por encima de la Karenina.
ResponderEliminarBesitos siberianos
Coincido, Norah; Keira Knightley no tiene el physique du rol necesario. Julie Christie acompaña bien a Omar Shariff.
EliminarEl libro es una obra de arte. Totalmente recomendable a los amantes de la buena literatura.
Besitos solidarios, con Barcelona en particular, y con nuestra Madre Patria en general.
Muchas gracias. Un abrazo.
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