Cátedra, 2005
No
tenía nada de Pushkin. Ningún libro de poemas, novela o cualquier otro trabajo
suyo. Ni siquiera la versión de Piotr I. Tchaikovski de su reconocida ópera
homónima. Un ninguneo total. Sólo una
versión más que modesta inspirada en otra de sus obras –Boris Godunov, de Mussorgsky-, adquirida antes de una puesta en el
Teatro Colón de esta ciudad, hace casi veinte años. Siendo EL poeta nacional
ruso por antonomasia, era hora que abordara algo de sus letras.
Esta ya clásica obra es un alarde de
talento del maestro ruso. ¡Hay que escribir toda una novela en regla, a lo
largo de cientos de páginas, nada menos que en verso! Le llevó varios años
concluirla, después de muchas idas y venidas por razones políticas –su
destierro en Odesa, el regreso a Moscú, la censura zarista y el seguimiento
policial-. El resultado es descomunal.
La obra está estructurada en ocho
partes. Eugenio Oneguin es un petimetre
–señorito que se da aires- veinteañero, muy a la moda de principios de siglo
XIX. Después de dilapidar fortuna en placeres y mujeres, harto de la frivolidad
que le brindaba la sociedad se recluye en los dominios heredados de un tío. Allí,
conoce a un nuevo propietario más joven que él, Vladímir Lensky, a quien cobija
no solo como a un amigo sino como a un hijo putativo. El inocente y romántico
Lensky se enamora de Olga Larina y, por su intermedio, Oneguin conoce a su
hermana Tatiana. Ésta se enamora del protagonista a quien confiesa su amor en
una carta, pero él, descreído y desilusionado de los amores mundanos, declina cualquier
relación. Un baile ofrece la ocasión a Oneguin de acicatear el orgullo de su
discípulo, seduciendo a Olga. El hecho conduce a un duelo con final previsible; esto determina su alejamiento.
Muchos años después, se vuelven a encontrar Tatiana –ahora casada- y Oneguin
ahora enamorado. Ella salda así el viejo desprecio con su desprecio.
Hay una suerte de contradicción en
toda la obra. Oneguin encarna al gentilhombre que reconoce la superficialidad
de los salones de su tiempo… pero no puede dejar de ser parte de ella. Intenta
ser sincero respecto de sí mismo alejando a los amores ingenuos, pero es
proclive a ese tipo de amor. Alimenta una sana amistad, mas atenta contra ella
llegado el caso. En este aspecto, el protagonista se debate entre una ociosidad
abúlica y una acción intrascendente.
Por otra parte, Pushkin hace
alusiones continuas a críticos, amigos, detractores y figuras contemporáneas a
las que guardaba respeto o denigraba. Y, por supuesto que en forma velada, señala
el control que la Cheká ejercía sobre él… Por momentos, yuxtapone lo que ocurre
a su personaje con su propia historia, con lo que desdibuja el límite entre
ficción y realidad. Esta edición bilingüe se acompaña con un análisis de la
obra, la biografía del autor y ciertos detalles a tomar en cuenta para el
lector desprevenido. Fluida, amena, con plena intención de involucrar al lector
en la historia resulta una novela original, enormemente humana, recomendable
para corazones sensibles que se deleitan con un romance genuino.
No sabés la alegría que me he llevado. .¡Lo he leído! Porque vi la peli, lo confieso. Pero con toda la terquedad que da la juventud ahí estuve peleando con la novela en verso. Y me sentí la muchacha más lista y más guay del mundo aunque seguro que no entendí ni capté todos los matices.
ResponderEliminarBesos nostálgicos.
¡Qué bueno es saber que lo has leído! No importa en qué época de la vida; seguro que le has sacado jugo, por muy modesta que seas. Es que hubo un tiempo en la vida en que se nos daba bien el romance, ¿no?
EliminarBuena obra, en general. Leyendo tanta literatura rusa, entiendo un poco mejor por qué lo quieren tanto a Pushkin.
Ah, aprovecho! Me ha extrañado sobremanera que nada nos has hecho llegar acerca de la última obra de tu amado Paul...
Besitos compartidos.
Está ahí, envuelto en su papel de regalo a punto de ser rasgado. Antes me prometí acabar con otra novela que amenazaba con acabar conmigo.
EliminarEl mes que viene vendrá Paul a la cantina. Quiero leerlo con calma. Espero que los siete años hayan merecido la espera.
Besitos nocturnos
Si quieres, podemos hacer un Transatlántico... Sin compromiso; puedes decir no. De hecho, no lo tengo aún, pero anda por el entorno.
EliminarBesotes.
Con cualquier otro repetiría la experiencia transatlántica pero con Paul tengo que estar a solas, seguro que lo entiendes.
EliminarBesos celosos
Eso imaginé. Pero si quieres repetir la vieja experiencia, puedes sugerirme algunos títulos de tu interés y nos ponemos de acuerdo.
EliminarBesitos comprensivos.