Final
de mi Año Ruso, con apoteosis y fanfarria. He debido hacer malabares para poder
conseguir esta ya agotada edición en tres volúmenes, puesto que ninguna
librería local poseía más que alguno de ellos –casi siempre los mismos-. Debido
a su extensión de más de dos mil páginas y la importancia de la obra en
cuestión, presentaré su contenido en sendas reseñas. Ojalá que las líneas que
siguen estén a la altura del titánico esfuerzo que significó no sólo su lectura
sino los meses de búsqueda, desánimo, hallazgos fallidos y finalmente el éxito
tan ansiado, frutos del tesón y del empeño, propios de la naturaleza obsesiva
de quien escribe.
Para comenzar, es necesaria una
aclaración. Este libro no es una novela; es un ensayo minucioso sobre el
accionar del gobierno soviético y de su policía política -con su red carcelaria
clandestina- a lo largo de un período que abarca el ascenso de los bolcheviques
hasta la caída de Jruschev, y más aún.
Este primer volumen se divide en dos
partes, con sugestivos títulos. La Primera Parte, La industria penitenciaria, detalla en una docena de capítulos los
pormenores de los motivos de arresto; la existencia de riadas, es decir, de detenciones masivas de opositores o
sospechosos contrarrevolucionarios de cualquier índole; el destino inmediato de
los detenidos en las cárceles en espera del sumario, y la instrucción del
mismo; los encargados de las detenciones y las características de las celdas;
los mecanismos de la ley y la composición del famoso Artículo 58 –por cuya
interpretación podía ser denunciado y condenado cualquier mortal-; el
comportamiento de los jueces; la vida en la cárcel; el trato brindado a los que
regresaron tras la IIGM; las sentencias, los tribunales y el régimen penal.
Lo más destacado de esta parte se
encuentra en el trato dado a los detenidos: la tortura como medio extendido
para sonsacar información, las condiciones infrahumanas a las que eran sometidos
–que, comparadas con las de la época zarista, éstas eran lujosas-, los apremios
y despojos de que eran objeto en las celdas, el sometimiento al hambre y a los
trabajos forzados a que eran destinados. También se acompaña de una
investigación documental sobre los distintos procesos judiciales que tuvieron
lugar en el período, que fortalecen la narración.
La Segunda Parte, Perpetuum
mobile, se ocupa, en cuatro capítulos, de la composición y traslados al
supuesto Archipiélago que, a estas alturas, ya sólo resulta un eufemismo. Al
inicio, expone las características de los traslados a través de vagones con zeks (reclusos políticos) y delincuentes
comunes hacia las prisiones de tránsito, en las que los detenidos pasaban un
cierto período para ponerse en marcha nuevamente hacia otro destino,
transitorio o definitivo. Luego, narra la vida en estas prisiones y cómo se
podían cambiar plazos de reclusión o de destino mediante sobornos; cómo eran
‘comprados’ como esclavos y tratados como tales; los traslados en barco hacia
Magadán, capital de Kolymá, en Siberia y, por último, las ventajas en la vida y
la alimentación de los presos con destino especial –científicos en su mayoría-.
Rescato de esta parte el traslado
continuo al que alude el título, en vagones hacinados, con carencia de agua; la
exposición al saqueo de los centinelas y a las inclemencias climáticas
extremas, la escasez de víveres en general y el destino a una muerte segura ya
fuese en tareas extractivas o de infraestructura. En las antípodas se encuentra
el tratamiento brindado a aquellos que, formados en ciencias duras, podían
tener un pasar mucho más acomodado –sin ser brillante, tampoco-, con celdas más
espaciosas y una alimentación más acorde, por el solo hecho de poner a
disposición del Estado soviético sus conocimientos en aras de alcanzar un grado
de desarrollo nuclear competitivo con la emergente potencia mundial de la Gran
Guerra Patria -los E.E.U.U.-, quienes ya habían hecho conocer al mundo su
poderío, tras arrojar las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki.
Todo el libro es un relato
testimonial de cómo el hombre común podía caer en las garras de un sistema totalitario,
tan hegemónico como opresivo, sin lugar a la disidencia ni al fracaso –para
esto, basta con leer acerca del trato recibido por los soldados que habían
caído prisioneros de los alemanes, al concluir la guerra-. Si mucho se ha
escrito sobre la Shoá, a través de
los recuerdos de quienes tuvieron la dicha de sobrevivir a los campos de
concentración nazis y su estela de muerte, Solzhenitsyn nos revela la
trastienda del triunfalismo stalinista, con sus millones de muertos y desterrados,
que no van a la zaga de su oponente teutón, si no más bien al contrario, se
funde con él. Una acabada muestra de lo que el poder omnímodo puede deparar a
sus ciudadanos cuando se ausentan los resortes legales que limitan y controlan
ese poder.
Es un libro terrible y sí lo he leído y además lo he usado en una de mis novelas. Las circunstancias de lectura fueron raras, estaba en la biblioteca estudiando y por amenizar un poco cogí un libro al azar de la estantería más cercana. Resultó ser este. ¿Qué hacía yo en esa sección de la biblio? Pues fácil, evitar distraerme.
ResponderEliminarLa verdad es que interesante y además de aquella no sabía nada de estos sitios. Para contar lo que cuenta creo que lo hace bien, con pulso firme.
También es verdad que ahora no lo leería ni de broma.
Besos
Todos los trabajos testimoniales que narran la opresión del Estado sobre el ciudadano soviético en general tienen pulso firme y sus contenidos son terribles.
EliminarLa edición que circulaba hace años era mucho menos extensa que la presente. Ésta es bastante completa.
Es un libro para hacer ejercicio de memoria, Norah, para que tengamos presente lo vivido y no vuelva a ocurrir.
Un beso grande.
Claro, Archipiélago Gulag, ¿cómo iba a faltar una obra así en tu año ruso?
ResponderEliminarAmigo Marcelo, admiro el tesón lector que has puesto en tu idea, y te agradezco de veras el esfuerzo, son muchas las propuestas interesantes que nos has traído. Creo que con tu selecta elección de obras, se puede tener una idea muy aproximada de la transformación que a sufrido ese pueblo , desde la Rusia zarista al comunismo de la URSS.
Abrazo!!
Agradezco tus palabras, Paco. Ellas me alientan a proseguir en esta quimera, por más que acepte que he llegado al fin del Año Ruso, que no significa dejar en el olvido muchos títulos y autores de ese origen que seguirán apareciendo en este espacio.
EliminarHe tratado de allegar al lector ocasional algunas obras que no pertenecen al mainstream editorial vigente; casi como tú, amigo, pero sin tanto éxito.
Ojalá que quienes se han dado una vuelta por aquí durante todas estas obras sepan aprovechar mis pobres líneas, para elegir adecuadamente según su gusto.
Un fuerte abrazo, pibe!
¿La españa del mentiroso compulsivo pedro sanchez perez castejon?
ResponderEliminarla españa de eva armesto gonzález y manuel teijeiro castillo
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