Tusquets, 2005
Esta
segunda entrega también se divide en dos partes. La Tercera Parte, Campos de trabajo y exterminio, en algo
más de una veintena de capítulos, aborda su formación y las características
sobresalientes de la vida en los campos. Así, comienza con el primer campo en
las islas Solovkí –hacia 1918- y cómo fue extendiéndose la red. Luego, presenta
su organización administrativa, el origen de los trabajos forzados, la
construcción del canal Belomor y sus miles de muertos; el endurecimiento del
régimen carcelario después de 1937; la aparición de fuerzas de choque; las
diferencias entre siervos y zeks, la
vida de fascistas capturados en la guerra; las falsas declaraciones del
trabajo, coimas y negociados; la vida de las mujeres; las particularidades de
castas: enchufados, indígenas y brigadistas; el destino de los comunistas
ortodoxos, de los socialistas y de los cristianos; la cooptación de chivatos y
soplones; los fusilamientos; la generación de cofrades y rufianes socialmente afines; los cachorros o menores de edad; las cartas
como forma de evasión; la vida de los zeks
con sus detalles; los guardianes y generales del Gulag; los poblados aledaños y
los hombres libres.
Aquí destaco algunos temas. Primero,
la reflexión acerca del trabajo de los condenados: el sistema soviético
necesitaba construir canales, carreteras y vías navegables y no habría de
acudir al sistema capitalista de concesión y licitación. Qué mejor que el uso
indiscriminado, a destajo, de los presos, mano de obra gratuita sin poder de
rebelión. Cuando éstos morían, llevaban otro contingente. Segundo, la
generación de una clase social acomodada que tenía trabajo de asistencia y
logística en los campos –quienes compusieron casi el 90% de los liberados- con
beneficios en el trabajo y nutrición. Tercero, el triste final de todos
aquellos que no eran capaces de ser doblegados en sus creencias –políticas y
religiosas- y terminaron fusilados o muertos por exceso de trabajo y mala
alimentación. Por último, la proliferación de mafias en los negociados –como en
casi todas partes- con el fin de obtener un poco más de comida y alguna otras
bondades.
La Cuarta Parte, El alma y el alambre de espino, encara,
en cuatro capítulos, los sentimientos humanos, el mundo de las ideas, el
envilecimiento, la autorrepresión y los destinos de algunos de los zeks con quien el autor mantuvo
relación. En ella se alude al sentimiento de inocencia de la mayoría de los
condenados y la mirada orgullosa de lo
realizado con las propias manos.
En esta parte se enfoca la situación
mental del recluso, con sus sentimientos de culpa, de venganza de sus
delatores, de amor a la vida y de la supervivencia como único objeto y a
cualquier precio. Muchos de ellos se envilecían, se traicionaban a sí mismos y
se abandonaban a la muerte como medio de fuga de un presente atroz que sólo
alberga un futuro aún peor. Si bien eran pocos los suicidios en los campos,
eran más los sentimientos negativos de odio y rencor que afloraban y se
descargaban entre custodios y reclusos, y entre éstos.
Este volumen testimonia la realidad
del condenado expuesto a trabajos forzados, con alimentación deficiente y
condiciones climáticas rigurosamente adversas. Pero también lo hace con la vida
dentro de los campos, sus castas, su desarrollo y permanencia y detalla las
acciones de las que cada cual ha tenido que valerse para mantener un mínimo de
esperanza y sobrevivir a esa vida misérrima y sinsentido. En este aspecto, la
deshumanización constante a la que son sometidos los presos, sus rutinarias y
aburridas vidas, la exposición constante
a la delación y la imposición del autoaislamiento como medida defensiva señalan
inequívocamente las pocas probabilidades de salir con vida de sitios
semejantes. En suma, una exhibición de los horrores de los campos de exterminio
soviéticos infligidos a sus propios habitantes.
Es impensable. Como dicen las abuelas "para muestra, vale un botón", así que con haber leído y casi olvidado el primero ya he tenido más que suficiente por esta vida. No me veo leyendo esto, es que solo con lo que he leído en la reseña ya se me han puesto los pelos de punta. No entiendo cómo se llega a estas situaciones y cómo son posibles. Me parece un horror.
ResponderEliminarBesitos de consuelo.
Y aún queda la parte final...
ResponderEliminarNo te preocupes. Es sólo que nuestra memoria es tan frágil, Norah, que, de vez en cuando, es bueno ejercitarla para que lo que ha quedado escrito y testimoniado no tenga oportunidades de repetirse.
Besitos comprensivos.