Seix Barral, 2008
I.
Frankie Addams es una púber de doce años que
ha pegado el estirón, lleva el cabello corto junto a unos tejanos y tiene
modales más de tomboy que de chica.
Vive en un pueblito sureño junto a su padre, un relojero que no la comprende, y
la criada negra, Berenice, una madre putativa. Huérfana desde su nacimiento,
pasa su tiempo estival en la cocina, acompañada de John Henry West, un primo de
seis años que la sigue como fiel mastín.
II.
El problema de Frankie es que no encaja
con nada ni nadie. No es parte de un grupo de amigas del colegio porque éstas
son algo mayores y ya han adquirido definidos modales de señoritas. No cuenta
más que con su primo y la criada -¡menudo trío al que pertenecer!-. Por esta razón, la boda
de su hermano, cuyo viaje posterior será hacia Alaska, da alas a Frankie para
creer que tiene una inmejorable oportunidad de dejar el pueblo junto a ellos y
conocer, al fin, el gran mundo.
III.
McCullers despliega todo su talento narrativo
para desarrollar en los días previos a la boda un relato sobre el pasaje de la
infancia a la adultez, combinando los anhelos de una mocosa sin experiencia de vida
con los viejos dolores de una criada que, además de haber perdido a su único
amor, es negra –lo que remarca las limitaciones-. Es la búsqueda del sentido de
pertenencia –‘el nosotros de mi’- lo
que atraviesa el texto. Así sus suposiciones y fantasías den al traste en breve,
ella elucubra su inminente ingreso al mundo de los mayores.
IV.
Ambientada hacia los años ’40 del
siglo pasado, en plena guerra –hay una ínfima alusión en el hermano casadero,
que es soldado-, Frankie toma conciencia que ese pasaje al mundo adulto no lo
podrá enfrentar sola; la fascinación de volverse grande no va en zaga a los
miedos propios del paso a dar. Pero ella es consciente del cambio obrado en la
apropiación de su adultez: deja de llamarse Frankie (diminutivo de Francis)
para pasar a ser F. Jasmine Addams.
V.
La historia de esta suerte de metamorfosis juvenil viene enmarcada en el
verano cansino de un pueblo donde no hay espacios para la recreación, la
atmósfera religiosa –en la que abreva la espiritualidad de Berenice-, la
necesidad de sexo y diversión de los soldados destacados en la guarnición
cercana –a los que, por razones de edad y desconocimiento, Frankie no puede
aspirar- y una boda que resulta una puerta de salida, entendida como fuga hacia adelante. Con la misma prosa
concisa que ya es su estilo, McCullers nos brinda una lectura amena y fluida, todo
un modelo de cómo elaborar una novela de aprendizaje con escasos personajes.
Una vez más Carson presta atención a una de esas personas desfavorecidas que lo pasan mal. Crea una situación real y compromete al lector. Esta novela la tengo por detrás de La balada del café triste y El corazón es un cazador solitario.
ResponderEliminarUn besito tierno.
Destaco el equilibrio que mantiene todo el texto, Norah. Ninguno de sus protagonistas -principal o secundarios- está fuera del núcleo narrativo; son solidarios con él.
EliminarCoincido con tu valoración.
Besitos cariñosos.
Frankie me enamoró (como personaje literario, obviamente) y me sigue enamorando. Y sus diálogos con Berenice son geniales. La verdad que me gusta todo de esta novelita (en diminutivo por su extensión y no por su dimensión).
ResponderEliminarUn abrazo
Sí, los diálogos entre la púber y la negra son de lo mejor. Dejan en evidencia creencias y miedos de ambas.
EliminarAdemás, es un reflejo de la vida de pueblo de aquel tiempo.
Un abrazo para ti, Lorena.
Es la novela que menos recuerdo de Carson, no me disgustó, es más , me gustó, pero no dejo esa sensación de que algo quedaba o importaba tras su lectura a diferencia de la huella que me dejaron otras suyas. No sé, quizá fue el momento.
ResponderEliminargracias Marcelo
cuídate
Puede que sea algo más costumbrista, pero está bien construida. El tríptico púber-infante-criada negra no tiene desperdicio. Podrían seguir opinando acerca de todo y les creeríamos.
EliminarUna escritora como pocas.
Un abrazo, Maestro.