Navona, 2008
I.
Libro más que agotado en derredor,
razón por la que busqué su versión digital. Hoy compruebo que en España una
casa editora ha decidido disponer los títulos del autor en este soporte, lo que
ha concitado mi adhesión, pues su obra merece estar al alcance de cualquier
lector.
II.
Década de 1930 en el sur
norteamericano y famélico, empobrecido por la Gran Depresión. El patriarca Ty
Ty Walden, dueño de varios acres de tierras, cava sin cesar de la noche a la
mañana dentro de su propiedad junto a sus hijos Shaw y Buck, pues está
convencido que bajo sus pies existe oro; sólo que ya hace más de una década que
no puede dar con él. Del resto de la heredad se ocupan un par de familias negras
que deben plantar semillas de algodón para que, una vez cosechadas y vendidas,
los alimente a todos a lo largo del año. Pero este año se han demorado y quién
sabe si puedan hacer frente al próximo invierno. Y la devoción de Ty Ty rescata
una pequeña parcela, la de Dios, cuyos frutos se destinan a la iglesia local.
Solo que ésta va cambiando de lugar, no sea cosa que se descubra el oro en ella
y tanto esfuerzo diera al traste.
III.
Ty Ty vive con sus hijos, la esposa de Buck
–una voluptuosa fémina llamada Griselda- y su díscola y bonita hija Darling
Jill, quien es pretendida por Pluto Swint, un gordinflón perezoso con ínfulas
de ser elegido sheriff. Además está Jim Leslie, el hijo que se hizo rico y le
dio la espalda a la familia. Completan el cuadro la otra hija, Rosemund, casada
con el obrero textil en paro Will Thompson, quienes sobreviven en el barrio
fabril de otro pueblo. La empresa ha decidido cerrar sus puertas hace casi un
año atrás porque pretende reducir los salarios y los obreros se niegan.
Versión digital por gentileza de Epublibre
IV.
Así planteada, la historia abunda en
fiebre de oro y lujuria. Desde el mismo Ty Ty, que no deja de ponderar –y
espiar cuando puede- los senos de su nuera, pasando por Will, quien no pierde
tiempo para tirarse a Darling Jill en
ausencia de su mujer, o el mismo Jim Leslie, capaz de abandonar a su enferma
esposa para intentar llevarse a Griselda, todo da vueltas sobre el desenfreno
que proponen el afán de la riqueza y la satisfacción del sexo primario. Hasta
han capturado a un albino –al que le atribuyen poderes- para detectar la
ubicación precisa del filón…
V.
Caldwell conjuga sexo, ignorancia,
racismo, miseria y hambre en una novela colosal, amena y fluida, con diálogos
imperdibles, sin dejar de enfocar la situación social ni las realidades
familiares. Una novela de época -que vendió millones de copias por haberse
prohibido-, que brindará no pocas sonrisas y, quién sabe, atizará algunos
fuegos.
Una vez más, Marcelo, es llegar a tu blog y encontrarse con estas propuestas de altos vuelos, y fíjate que aún no he leído Erskine Cadwell (tengo alguno de sus títulos por casa), pero nadie ignora el talento que se gastaba este sureño norteamericano.
ResponderEliminarYa veo que los tipos se pasan toda la novela babeando... en ese sur profundo no había muchas cosas que hacer, entregarse a ínfulas sexuales (satisfechas o no), elaborar whisky de malta (y pimplárselo), y, salvo encontrar petróleo, pues tres o cuatro cosas más... o eso parecía en la películas.
Pero viene Erskine, o Carson McCullers, o Faulkner, o... y ellos sí, encuentran petróleo en medio de la nada, así son son libros.
Pues no puedo tardar mucho con éste autor.
Un abrazo, pibe!!
Me sorprende que tú, Paco, tan buen lector, con tantos ejemplares que rescatas del olvido, no le hayas dado una oportunidad a Caldwell aún. Sus letras son pinceladas de realidad. Él también es parte de ese 'Big Sur' de las letras norteamericanas.
EliminarEl libro es un resumen de pasiones humanas expuestas con maestría. No lo dejes pasar.
Un gran abrazo, chaval!
A mí este tipo de novela me da calor, me resulta asfixiante pero me atrae por la ambientación, porque me gusta la época y el lugar. Es un poquito McCullers.
ResponderEliminarBesitos sureños.
Sí que es un poquito McCullers, pero más ácido. Además, explota soberanamente la lujuria y la avaricia en medio de una estolidez abrumadora.
EliminarBueno, Maja, si te da calor es porque ha habido fuego y aún quedan rescoldos.
Besitos chichoneros.
Bueno, tengo vários de Cadwell, pero no este, que tiene buena pinta. Lo que he leído de él quizá muestre el escritor sureño más cruel con su territorio al menos de su época. Y cuando digo cruel, digo que no perdona nada, ni siquiera muestra por mostrar, sino que no deja títere con cabeza. En los tres libros que he leído de él me recuerda, a cosas de Cormac Mccarthy, supongo que sería mejor decir al revés, pero se entiende.
ResponderEliminarEn concreto el librito de EL SACRILEGIO DE ALAN KENT, es una novela -corta- extraordianriamente buena -y muy poco conocida-.
gracias Marcelo
un abrazo
No es mi primera incursión en las letras de Caldwell, y tampoco será la última. Tengo algunos títulos esperando por allí.
EliminarCreo haber apuntado el título que señalas de una reseña tuya, aunque es complicado encontrarlo por aquí.
Es verdad. Caldwell lo ve y lo narra todo, a veces cruelmente, sin vía de escape. Además, su estilo posee economía de palabras.
Un grande de las letras, sin duda.
Gracias por darte una vuelta, Wine.
Un gran abrazo.
No he leído nada de este autor pero por lo que cuentas parece estar a la altura de grandes autores sureños como Faulkner, McCullers y tantos otros. Si además su lectura me va a deparar alguna que otra sonrisa tomo buena cuenta de ello.
ResponderEliminarUn abrazo
Es más, Lorena, hay peli que, según supe, armó revuelo en su época (1958). Parece que la protagonista -Tina Louise- inflamaba las pantallas...
EliminarUsando la estupidez e ignorancia como fondo, Caldwell nos pasea por lo más bajo del ser humano: lascivia, codicia, avaricia, envidia...
Súmale a eso la concisión. Si no hubiera estado Faulkner, sus letras hubieran trascendido mucho más.
Espero que sea de tu agrado, si lo lees.
Un fuerte abrazo.