Alianza, 1966
I.
Como había disfrutado la obra narrativa
de Ginzburg, me incliné por este título,
que reúne una serie de artículos que la propia escritora publicara en distintos
medios a largo de casi dos décadas. Cabe hacer una salvedad inicial: en esos
años la autora habitó en Roma, Turín y Londres. En el primer caso, lo hizo al
final de la IIGM, tras la derrota del Eje; entre los años 1959 y 1962 acompañó
a su segundo marido, Gabrielle Baldini, director del instituto de cultura
italiano en Londres. Por eso todos ellos tienen su fecha y lugar de
procedencia, para leerse en contexto, algo que ella misma sugiere en el escueto
prólogo que lo acompaña.
II.
El breve libro se divide en dos
partes y alberga once trabajos de índole diversa. La Primera Parte se vincula a
su propia historia y su experiencia londinense. En Invierno en Abruzos –escrito apenas regresada a Roma en 1944-,
repasa sus momentos de felicidad familiar en Pizzoli, lugar al que fuera
confinado su marido Leone debido a su militancia antifascista. Los zapatos rotos, donde da cuenta de su
estadía momentánea en Roma, es de 1945 y narra la pobreza de posguerra y la
añoranza por sus hijos –que han quedado al cuidado de su madre en Turín-. Una
semblanza maravillosa de Cesare Pavese es el motivo de Retrato de un amigo, escrito en 1957, muchos años después de su
suicidio. Tanto en Alabanza y menosprecio
de Inglaterra (1961) como en La Maison
Volpé (1960) denosta la frialdad anglosajona, la uniformidad de esa
sociedad conformista y la escasa riqueza culinaria de los ingleses, aún
ponderando el orden y cierto refinamiento de modales. Cierra esta parte Él y yo (1962),
un crítico retrato de las diferencias existentes entre la autora y su marido Baldini,
con cierta indulgencia hacia él y crueldad hacia sí.
La versión digital disponible, gentileza de Epublibre
III.
La Segunda Parte se compone de escritos cuyo
perfil responden al género de ensayo. Así, en El hijo del hombre (Turín, 1946), encara la realidad social en donde
la ilusión no tiene cabida en el área familiar debido a lo vivido en tiempos de
guerra; la reafirmación como escritora y su génesis desde la infancia la
hallamos en Mi oficio (Turín, 1949).
El uso del silencio como acto de rebeldía tanto como consecuencia de la culpa y
el pánico es encarado en Silencio
(Turín, 1951). El vasto ensayo donde aborda la historia de los vínculos humanos
desde el inicio de la vida hasta el ocaso, intercalando sensaciones con
meditaciones personales, es el núcleo de Las
relaciones humanas (Roma, 1953). Y una suerte de legado de su pensamiento sobre
la educación de las nuevas generaciones, fundamentalmente en lo que hace a
generosidad e independencia del dinero lo cierra con el título del libro, Las pequeñas virtudes (Londres, 1960)
IV.
Nostálgica y melancólica de a ratos,
vanguardista siempre, Ginzburg despliega su interior con honestidad y voluntad
esclarecedora, sin ambages ni cortapisas. La vida que vivió es la que le tocó,
sin lugar a reclamos ni llantos de autocompadecimiento. Una vida plena, con
alegrías y sinsabores como los de cualquier mortal. Un libro que es un espejo
de nosotros mismos.
Me estrené con la autora con Querido Miguel, libro que me hizo sentir muchas emociones aunque también con su ración de tristeza y momentos difíciles. Me gustó mucho cómo cuenta las historias pero aunque quiero volver a ella creo que este libro no me viene bien por el momento histórico, por lo de los relatos, lo siento.
ResponderEliminarBesitos culpables.
No importa, Norah. Afortunadamente hay muchos otros títulos de Ginzburg para disfrutar. Alguno de ellos seguramente te irá mejor que éste.
EliminarBesitos sin culpa.
Ginzburg es una narradora de muchos quilates, con una experiencia vital intensa en un periodo histórico clave para entender como somos hoy los europeos, por eso su obra tiene mucho que ofrecernos y revelarnos, no ya a los propios europeos, a cualquier ser humano, como tú nos haces saber a raíz de tu lectura.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, querido Marcelo.
Espero que a estas horas ya se encuentren en tierra americana, Paco, y que comiencen a disfrutar de todo lo que Perú puede ofrecer, comenzando por su gente.
EliminarYendo a Ginzburg, me gusta la dirección en que su mirada enfoca la realidad circundante. Y su obra no se circunscribe a la Europa de posguerra; abarca a la forma de vida occidental.
Un gran abrazo para ti, chaval!
Me he leído hace poco Léxico familiar, y sí me he quedado con ganas de más, es el primer libro que me leía de ella. Igual este es el siguiente. Gracias por compartirlo, un abrazo
ResponderEliminarAl contrario, Esther; gracias por darte una vuelta por aquí. Tengo algún otro título de Ginzburg para disfrutar, pero lo dejaré para más adelante.
EliminarUn abrazo para ti.
acabo de terminar esta lectura, y coincido contigo. Hay que seguir leyendo a esta autora. Me quedan muchos títulos. A mi el que más me ha gustado de estos relatos es el que da nombre al libro. Será por las dos niñas que tengo en casa que me hacen pensar mucho.
EliminarA todos los que creemos en la educación, ese texto nos parece una profesión de fe. Me alegra que te haya gustado.
EliminarUn gran abrazo, Esther.
Este año por fin me estrené con la Ginzburg, a la que llevaba tiempo queriendo leer. Curiosamente iba a hacerlo con este libro que reseñas pero finalmente se le coló Todos nuestros ayeres. Espero poder hacerle un huequito entre mis lecturas en el próximo 2019.
ResponderEliminarUn abrazo
Ese título anda por aquí, esperando su momento. Imagino que incluiré algo de Ginzburg para 2019, Lorena.
EliminarUn abrazo para ti.
Leí hace unos meses "Todos nuestros ayeres" y quedé fascinada por la autora. Me encantó esa novela. Tengo entre los pendientes "Querido Miguel" que es el próximo que quiero leer y, aunque no soy muy de recopilación de artículos, tomo nota de estos porque me interesa también la vida de la autora que presiento tan interesante como la de sus personajes.
ResponderEliminarUn beso.
Ése es el título de Ginzburg que aún me espera. Su vida ha sido un collage de imágenes, sensaciones y emociones que realmente vale la pena leer.
EliminarImagino que será de tu agrado.
Un beso.
Lei, cuando vi tu reseña, mi reseña de este libro, y me hizo recordarlo; en ella puse que mis tres ensayos favoritos eran: "Las relaciones humanas", ·"Mi oficio" y "“Elogio y lamento de Inglaterra", en alguna por lo que veo coincido contigo. Natalia es un buen refugio para las buenas letras.
ResponderEliminarun abrazo
gracias Marcelo
Disculpe, Maestro, de no haber acudido a su frondoso prontuario literario, cosa que suelo hacer tras mis lecturas, pero no imaginé que Ud. habría prestado atención a este libro.
ResponderEliminarCoincido con que 'Mi oficio' y 'Las relaciones humanas' son parte de lo mejor, aunque cambiaría el 'Elogio...' por 'Las pequeñas virtudes', por gusto personal, claro.
Sí, Ginzburg es un buen refugio, sobre todo cuando todo se vuelve superficial.
Cuídate, Wine.
Un abrazo.
Leí hace poco este libro y disfruté mucho con su lectura. Ginzburg se adentra en lo cotidiano, lo familiar, lo personal y extrae sabiduría desde su posición humilde. Una gran escritora.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pero no lo vi incluido en tu espacio, U-to; si no, hubiera hecho alusión.
EliminarMe ha gustado particularmente la mirada social; ha sido una gran observadora.
Para seguir leyéndola!
Un gran abrazo para ti.