Anagrama, 2012
I.
Apenas concluí esta lectura, intenté
conseguir el libro ganador del Premio Herralde de ese año. Si esta pequeña
maravilla sólo alcanzó a ser finalista,
no quería pensar cómo sería aquélla que se hizo del galardón, por más que
muchas de las premiaciones estén salpicadas de otros condimentos
extraliterarios. No lo pude encontrar, porque el título jamás llegó. Llamativo.
II.
La novela se compone de dos partes.
En la primera, asistimos al Wybrany College, un colegio de élite, aislado de la
ciudad más próxima, cuyo alumnado está compuesto por los Normales –hijos de
clase rica- y los Especiales –hijos de los empleados, que nunca podrían asistir
si no fueran becados-. Y lo hacemos a través de la mirada de dos marginales:
Celia, una alumna tan lista como díscola, e Ignacio, un joven de cierta cojera
que es objeto de burlas y malos tratos. La segunda, es un diario que un
profesor sustituto escribe desde su llegada al colegio.
III.
En la aparente fachada de
convivencia normal entre autoridades, comunidad educativa y alumnos, poco a
poco se van filtrando vínculos y acciones que sugieren otra realidad existente,
sórdida, abusiva y enferma, que mantiene a los personajes en continua tensión,
creando una atmósfera de sospecha. Como nadie puede enfrentarla sin correr
serios riesgos, todos se vuelcan hacia el silencio. Es que, cuando los derechos
humanos son conculcados, lo más fácil es mirar para otro lado.
La versión digital, gentileza de Ana Blasfuemia
IV.
Mesa desnuda cómo una situación
horrorosa puede existir con la complicidad tácita de quienes, conociéndola,
deciden callar o participar en ella. También expone que siempre son los pobres,
desclasados, las víctimas de los poderosos, que se mueven con la impunidad que
les otorga ese mismo poder. Los demás, viven en un compartimiento estanco, un
mundo de escasa comunicación y medias palabras. Destaco la arquitectura
elegida, que permite desde el inicio ir aumentando progresivamente la tensión;
el estilo narrativo, directo y frontal, y la composición psicológica de los
personajes, que perciben algo de lo que subyace aunque sin certezas. Como si
todos ellos asistieran a una gran farsa, bajo una capucha que les impide ver
con claridad.
V.
Una aclaración final. Capucha ha sido el salón principal del
Centro Clandestino de Detención (CCD) ubicado en la Escuela de Mecánica de la
Armada de la ciudad de Buenos Aires durante la última dictadura militar. Por
ella desfilaron cientos de los que hoy llamamos eufemísticamente desaparecidos, de quienes no hemos
recobrado cuerpos ni historia. Tiene su origen en que a los secuestrados se los
maniataba y se les colocaba un antifaz o una bolsa de arpillera sobre su cabeza
–se los tabicaba-, de manera que no
pudieran identificar a sus secuestradores y torturadores y estuvieran a su
merced. Este libro ha bordeado cierta similitud con el dolor de nuestra
historia. Una gran novela, sin duda.
Buena recomendación, tiene que ser una historia dura, pero que no es tan difícil que se siga dando hoy en día, y eso si que tiene que preocuparnos.
ResponderEliminarSuerte con la búsqueda del premio, nosotros lo tuvimos para el club de lectura del mes pasado, aunque finalmente no lo leí. Fue interesante escuchar los distintos puntos de vista.
Un abrazo.
Imagino que aún quedan este tipo de relaciones en algunas instituciones, pero ya resulta muy difícil que no haya denuncias, afortunadamente.
EliminarSupongo que haces alusión a 'Karnaval', libro que jamás he visto en librería alguna por aquí. Aún no encuentro explicación. Sí me ofrecen traerlo.
Un abrazo para ti, Ana.
Me haces dudar sobre leer la novela, no por la dureza, que sabes que no me echa para atrás, sino por ser una autora de moda que todo el mundo lee (algo que me echa para atrás siempre). Me lo pensaré porque de ti me fío.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
He opuesto los mismos reparos que tú, Uto. Por eso he dejado pasar tanto tiempo, fallándole a la buena de Ana B. que me lo envió inmediatamente tras mi pedido.
EliminarPero está muy bien estructurado y vale la pena leerlo. Al menos, éste. No sé cómo serán los demás títulos de su autora -que seguirán esperando-.
Un gran abrazo!
Me encanta Sara Mesa, cómo escribe y cómo nos incomoda. Es una de mis escritoras españolas contemporáneas favoritas. Me gustó esta novela, aunque en mi opinión no es de lo mejor de la autora. Si no los has leído te recomiendo su novela Cicatriz y su libro de relatos Mala letra.
ResponderEliminarUn abrazo
No he leído más que éste, Lorena. No suelo leer autores 'encomiados', pero me ha gustado. Soy de los lectores que creen que la obra habla por el autor.
EliminarVeré de hacerle espacio a tus recomendaciones, siempre bienvenidas.
Un gran abrazo.
Tengo este libro en mi lista de compras desde hace mucho, pero hay algo que, aunque lo vea a precio asequible, me hace no comprarlo. QUizá sea mi tendencia-actual- de buscar cosas más originales en el lenguaje-en las formas.- que en el texto, quizá sea eso;o quizá sea eso que comentan sobre que aparece hasta en la sopa la escritora esta; no sé, algo será..
ResponderEliminargracias cuídate
Perdón por el retraso, Wine. Rescato la estructura, que brinda fuerza a la historia, por si quieres algo original. El mismo reparo sobre la 'fama' de la autora lo retrasó largos años en mi lectura.
EliminarUn abrazo, Maestro.
Sé que Sara Mesa se está haciendo con un nombre en el panorama literario en español, a ambos lados del Atlántico. Intuyo que es una escritora que irá a más, estaré atento.
ResponderEliminarSe agradecen miradas como la tuya, resultan de lo más motivadoras, y tu criterio literario para mí es un referente de primer orden.
Un abrazo chaval ;)
Eso parece, amigo Paco. Ahora ha aparecido otro título suyo -que aún no tengo-; creo que eso ha disparado inconscientemente su lectura.
EliminarGracias por confiar en mis líneas; sabes bien que es recíproco con las tuyas -aunque no siempre es posible hallar esos títulos y autores que rescatas-.
Por fortuna, hay muchos autores de habla hispana que merecen ser conocidos o una oportunidad. Recuerda que éste es el único título de Mesa que he abordado.
Un fuerte abrazo, pibe!