domingo, 8 de mayo de 2022

Paseo por el Barrio de las Letras. La biblioteca de agua, Clara Obligado

Páginas de Espuma, 2019
 

II.

            Apenas lo vi, me pregunté qué podrían tener en común los elementos que componen su portada: un molinillo de café, una regadera, un zapato rojo, La Maja de Goya o El matrimonio Arnolfini, de Van Eyck, entre otros. Los dieciocho relatos que componen el volumen llevan como nervio conductor un único elemento: el agua. Ése que ha hecho de Madrid (“madre de las aguas”) y, particularmente, del Barrio de las Letras, el hábitat fecundo y emotivo de Clara Obligado.

III.

            Cada relato se abre con un título relacionado con el agua y donde las historias, a medida que el lector se adentra en la propuesta, se van entrelazando unas a otras. Lo que comienza en la buhardilla de una casa con una investigación sobre la figura de la hija bastarda de Lope de Vega, se continúa con un par de hermanas durante la Guerra Civil, pasando por una charla entre fantasmas o con parte de la biografía del portero del edificio y con una relación sexual en el Congreso mientras Tejero lo invade con sus esbirros, todo ello sin solución de continuidad.

IV.

            Así, Obligado teje relatos que tienen como epicentro el Madrid de varias épocas, yendo desde el actual hacia atrás en el tiempo. Por eso el conjunto bien podría leerse en ambas direcciones, sin menoscabo de su contenido, tan bien se hallan dispuestas las historias como sus conexiones externas. En ese orden, el libro resulta original, brindando una fluidez no habitual en un compilado de cuentos que pueden leerse independientemente –aunque perderían algo de su eficacia-.

V.

            Con una prosa amena, directa y muy coloquial, Obligado construye un grupo de narraciones que, al cabo, termina siendo una única historia, la de Madrid y su Barrio de las Letras. Para el deleite de los madrileños, que han de ver en él un fiel reflejo de su ciudad, no es óbice para que el profano pueda prodigarse buenos momentos con un libro inteligente y llamativo.

I.

            Fue una lectora allende los mares quien me entusiasmó con su reseña, tan frugal como certera; por ella adquirí el ejemplar. Pero no han sido gratas las circunstancias que rodean este libro. Estuve físicamente en su presentación en esta ciudad, en una librería del barrio de Palermo que contaba con un espacio cultural para no más de cincuenta personas… y éramos más de cien. Hacinados y casi sin movilidad, no fue lo que esperaba. Para colmo, la mitad de los asistentes eran amigos y conocidos de Obligado, a quienes destinó la mayor parte de los comentarios, sin tener en cuenta a los que concurrimos para escuchar algo acerca del libro, al que hizo meras alusiones de compromiso. Tal fue mi desazón que me fui sin siquiera ir por un autógrafo. Dejo estas líneas para el final, para no salpicar con él mi experiencia de lectura.

4 comentarios:

  1. El libro me resulta muy atractivo. El Barrio de las Letras es el puro centro de Madrid y sus calles de lo más emblemático. Pero la actuación de la autora atendiendo a sus amigos sobre todo y la de los dueños de la librería permitiendo esa aglomeración me parecen dos detalles muy feos. Al menos has disfrutado del libro.
    Un beso.

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    1. Por eso quise separar ambas experiencias. Nada tengo que decir en contra de un libro por lo demás ameno y original. La pasé realmente bien con él y sospecho que tú también, si te animas, Rosa.
      Otra cosa fue la presentación y su entorno; diametralmente opuesta a la anterior.
      Un beso para ti.

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  2. Yo soy mucho peor. A mí me hacen eso y me leo el libro, ya que lo tengo, pero vive Dios que no le hago una reseña. Ya te diré un día la lista de escritores abandonados por mala conducta. Respecto al libro, ya no me había llamado la atención demasiado. Aunque me gustan los relatos, salvo la conversación entre fantasmas, los otros no me atraen.
    Besitos vengadores

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    1. No suelo tomar revancha, aunque respeto a quien lo hace porque en casos como el presente, lo amerita. Quise separar mi experiencia lectora -que es la que importa- de la personal; como he hecho con Maradona, a quien admiraba dentro de una cancha de fútbol pero no me importaba en lo más mínimo fuera de ella.
      Me haces reír con esos besitos. Pareciéramos la reencarnación de Patrick Macnee y Diana Rigg.
      Besitos sonrientes.

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