I.
Accedí a la propuesta cuando me la
ofrecieron, en razón de una buena experiencia previa en las letras de la autora
y, sin más motivo que rescatarla del olvido, me pareció oportuno volver a ella después
de algún tiempo. Lo cierto es que la puesta en común de la lectura conjunta nunca
fraguó; sólo pude intercambiar pareceres con quien, por haberlo visto en mis
manos, no tuvo mejor idea que adquirir el libro y leerlo. Lo que sigue es la historia
tanto de su indignación –entendible, en
virtud del contenido- como de mi entusiasmo lector.
II.
Bill Furlong vive junto a cinco hijas y una
esposa en un pueblo de la Irlanda rural. Es el encargado de proveer el carbón y
la madera necesarios para calentar las casas de su gente, en un invierno de
1985 que se presenta particularmente crudo y donde la falta de recursos hace
más difícil la supervivencia de todos. Un día, al efectuar la entrega de un
pedido al convento local, una de las internas le ruega que la saque de allí y
que la lleve hacia el río, donde está decidida a terminar con su vida.
III.
Esta situación extrema impacta en el
propio Bill, hijo de una madre que nunca ha revelado quién ha sido su padre. Madre
que se ha puesto al servicio de una señora con recursos y que, gracias a ella,
Bill ha podido lograr, con muchos esfuerzos, conformar una familia que lleva
una vida sin mayores sobresaltos. Ahora, el azar le ha despertado la curiosidad
de saber si su madre no habrá sido también una de esas internas que…
IV.
Con escasez de elementos y páginas –que no llegan
a la centena-, Keegan interpela al lector sobre una cuestión de carácter moral.
Está claro que su protagonista puede hacer caso omiso y seguir negando una situación
con la que ha tomado contacto fortuito –como tantos otros que, aun conociéndola,
han decidido callar-, o bien asumir los riesgos que suponen cosas pequeñas como esas, con las
consecuencias lógicas que deparará tanto en el ambiente familiar como en la
sociedad aledaña el tomar partido por aquello que considera un acto de justicia.
V.
En un estilo frontal y directo, sin
golpes de efecto ni escenas que convoquen la empatía, Keegan compone una nouvelle basada en hechos reales –como bien
lo explicita hacia el final de la misma- en la que se denuncia una situación de
abuso –perpetrada por una comunidad religiosa- que ha tenido lugar hasta los
umbrales del siglo XXI, con aquellas madres solteras que han buscado cobijo y
protección de las habladurías y la condena social en conventos que, finalmente,
las han explotado en condiciones ignominiosas. Un alegato rotundo, que merece ser
incluido en la agenda de todo buen lector.
La escritura de Keegan siempre es satisfactoria, este libro sin embargo no me causó la fascinación de los anteriores
ResponderEliminarHola, Valeria! Qué emoción leerte por aquí, con tantas buenas lecturas que me has sugerido! Espero que todo esté bien por la Patagonia.
EliminarQuizá este cambio de registro en lo que solía entregarnos Keegan nos haya dejado un poco perplejos. A mí me pareció interesante, por más que no dejó de sorprenderme la propuesta.
Gracias por darte una vuelta! Un abrazo.
Hola Marcelo, tú o a través tuyo el autor, nos presenta un dilema ético. Qué hacer?
ResponderEliminarY bueno, cómo en la vida de cada día pasamos/seguimos o paramos. Decirnos que estamos apurados, que ..., son las excusas cómplices de los traficantes de todo lo que se te ocurra. Nada ha cambiado, se deja ver menos porque el velo es más tupido.
pasarlo bien del otro lado del río, sabías que las arenas se quedan de este lado, mi lado, el lado oriental, gracias a la aceleración de Coriolis?
Sdos.
Hola, Selva. No, nada ha cambiado; es un ropaje más de 'ese maldito momento', al decir de tus compatriotas.
EliminarTenía idea que la aceleración de Coriolis era la responsable. Será la misma aceleración la que también se está llevando a mis compatriotas hacia tus tierras? Ja, ja.
Un abrazo.
Interesante debate el que se plantea aquí. Uno de tantos de los que habitualmente no somos consciente y que podemos tener cerca, justo en la puerta de al lado. Difícil es implicarse, difícil saber cual es la decisión correcta, mejor dicho, la forma correcta de actuar. Un abrazo Marcelo.
ResponderEliminarCreo que lo más difícil, Ana, es asumir las consecuencias de actuar correctamente, porque se sabe lo que se debiera hacer. Implicarse siempre conlleva cambios, y muchos de ellos no serán de nuestro agrado.
EliminarUn abrazo para ti.
Cómo me puso la lectura de este libro!!Te acordás,Marce? Gracias por sugerirlo.
ResponderEliminarNo sólo lo recuerdo, Teresa; por eso escribí el primer párrafo. De no haber sido por tu afán lector, no hubiera tenido con quien compartirlo. Y daba para compartir!
EliminarGracias a vos por aceptar mi sugerencia.