lunes, 1 de mayo de 2023

La cápsula del tiempo. Física de la tristeza, Gueorgui Gospodínov

Fulgencio Pimentel, 2018

‘Subí a bordo del avión con un exceso de equipaje de tristeza.’

I.

Dicen que leo raro. Definido como inclasificable en una lacónica reseña de 2019, despertó mi interés. Arribó a estas costas poco ha, justo cuando la tristeza cíclica de este país crecía a la par de la devaluación de su moneda y el descrédito en sus conductores. La superlativa edición en cartoné potenciaba su adquisición, mas oponía un costo infranqueable. Relegué alguna impensa para incorporarlo inmediatamente a mis lecturas anuales.

II.

                Todo en este libro es original. El narrador es único, pero el aporte es coral; son varias las voces que se turnan para contarnos parte de una historia, que a su vez es la historia de Bulgaria y de los países del Este europeo durante el último medio siglo. En gran medida, ese miedo del niño hacia el Minotauro y su laberinto con que se inicia el texto, se vuelve el hilo conductor de una obra que se basa en esa estructura tan intrincada como desconcertante.

III.

               Ecléctica mezcla de autoficción y fábulas -en la que yacen mitos griegos junto a anécdotas de gente común-, dispara reflexiones acerca de todos los Yo que nos constituyen; porque no es solo uno, sino varios. La obra no está exenta de un humor juguetón –la escena donde el niño responde ‘Dios’, a palabras que se inician con D (en un país comunista), es desopilante-. Además, posee una sensibilidad extrema, como en el párrafo siguiente que alude a la autocensura,

‘Con su silencio, mi madre cocinaba maravillosos calabacines fritos, cordero al horno… Todo podía ser dicho en unos cuantos platos. Solo ahora entiendo por qué mi madre y mi abuela cocinaban tan bien. Aquello no era cocina, sino narrar.’

IV.

                Al avanzar, el narrador va desenrollando el ovillo de Ariadna para alcanzar a la Tristeza –por quien siente empatía- y, al lograrlo, en lugar de matarla -como un nuevo Teseo- se amiga con ella. El capítulo que lleva el título de marras, donde toma conceptos cuánticos sobre qué se entiende por realidad y nos brinda su interpretación, según la cual solo existimos si somos observados –v.g., le importamos a alguien- no sólo no tiene desperdicio: es de una belleza sin par.

V.

               Con un estilo ágil, fluido y muy ameno, Gospodínov nos regala una retahíla de historias que, según lo señala, cada una constituye una cápsula del tiempo: un momento único e irrepetible, cuya secuencia desordenada pero continua conforma la vida humana. Un libro que se disfruta de cabo a rabo, con un final maravilloso. De lectura obligatoria para todo buen lector, que lo pueda costear. De por sí, estará entre mis mejores lecturas del año. Y no se si más.

 

2 comentarios:

  1. ¡Hola de nuevo, Marcelo!
    que novela tan curiosa!! ¿Sabes? alguna vez me han dicho también que leo raro y muchas veces me he sentido bicho raro con mis discrepancias respecto a la crítica de alguna novela que gusta mucho en general y yo no he podido acabarla
    Como te decía, me gustan las lecturas peculiares, distintas, siempre que me enganchen, tarea nada fácil hoy en día y me tientas con esta novela, aunque esa mezcla de autoficción + fábulas..., no sé, no lo tengo claro.
    Me surge la duda de saber cual es tu país, sobreentiendo que es latinoamericano pero desconozco cual ¿Argentina? ¿Venezuela?
    (he buscado en el blog y no he sido capaz de saberlo
    Un beso

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  2. Hola, Marian! Qué gusto es tenerte por aquí!
    No me extraña que leas cosas que a nadie se le hubiera ocurrido y que te tilden de lectora rara. Ya sabes lo que dicen: parafraseando al Quijote, 'Ladran, Sancho! Señal... que son perros!
    Esta ¿novela?, ¿ensayo? -tú lo dirás-, ha sido una bocanada de aire fresco entre tanta repetición. Conociendo un poco tus inquietudes, te diría que la tengas presente; sospecho que podría ser de tu agrado.
    Yendo a mi, vivo en Buenos Aires, en esta inconcebible Argentina, donde los precios de los libros -y de muchas cosas más necesarias para mi gente- se han ido a las nubes. Un amigo querido se ha radicado en Coruña y me ha dicho que vuestra vida es previsible. Me encantaría poder terminar mis días de esa manera.
    Ta mando un fuerte abrazo, Marian. Gracias por darte una vuelta por esta periferia del mundo.

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