Una entusiasta lectora recomendó
este libro –en su edición local, bajo el título La violencia está en nosotros-, pues le había fascinado, sobre todo
su final. Solo un puñado de miembros del grupo concluyó su lectura: algunos
abandonaron por la crudeza de las escenas; otros, por falta de interés en el
desarrollo de la trama. Lo cierto es que éramos pocos en la puesta en común. No
siempre se alcanza el consenso grupal o la selección es la adecuada para el
conjunto.
II.
Cuatro amigos en la media edad, con vidas
urbanas todos –y, por consiguiente, bastante rutinarias-, deciden embarcarse en
una aventura. Con motivo de la construcción de un embalse de agua, algunas
zonas del río Cahulawassee en Georgia se verán inundadas en breve y parte de la
vegetación -y fauna- quedará bajo las aguas. El más deportista de ellos, mapa
en mano, propone un descenso por el río, antes de que ese tramo desaparezca. Los
pocos rápidos que existen no parecen peligrosos. Munidos del equipo necesario y
un par de canoas, deciden visitarlo un fin de semana.
III.
La adrenalina que seguramente
genera en sus participantes no les permite evaluar seriamente los riesgos a los
que se enfrentan, máxime cuando ninguno de los restantes amigos suele practicar
deporte aventura. Para colmo,
adentrarse en un lugar desconocido puede despertar la inquina –cuando no la clara
hostilidad- de sus habitantes, que se ven invadidos en lo que consideran su
territorio. Mucho peor si éstos se han refugiado allí como consecuencia de sus
problemas con la policía o haber decidido mantener una vida marginal. Los
condimentos para una tragedia han sido servidos.
IV.
¿Cómo se desata la violencia que anida en
cualquier ser humano, ante la aparición de un elemento foráneo y, por lo tanto,
sospechoso?, ¿en qué momento la voluntad de supervivencia hace emerger una faceta
desconocida en nosotros?, ¿se puede seguir siendo quien se era después de
atravesar una situación crucial, o es que esa liberación de los instintos –a la que alude el título en inglés- lo
ha de impedir? Son varios los llamados a la reflexión sobre estas cuestiones,
para la que existe una única respuesta, propia de cada persona.
V.
De estilo directo y coloquial,
sin ambages ni florituras, y con escenas violentas bien descriptas –que pueden
herir la susceptibilidad del lector-, Dickey ofrece una visión descarnada de
nuestro costado más peligroso y poco explorado. Una novela bien llevada, que vale
la pena ser leída. Existe una versión cinematográfica, de 1983, dirigida por
John Boorman, con Jon Voight y Burt Reynolds en los protagónicos.
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