Una elección grupal recayó sobre este título.
Había deseos compartidos en releer la novela, después de muchos años de aquel
primer encuentro hacia fines de los ’80 o principios de los ‘90. Además, era también
una manera de homenajear al autor checo, que pareciera haber caído en el olvido
del mainstream literario. Alguna
cinéfila entusiasta nos recordó más tarde la existencia del film homónimo
disparando, así, la realización de este Pelibro.
Libro
Milan
Kundera (RBA, 1993)
La
novela abre con un intento de explicación de parte del autor por la elección
del título. Se basa en el mito del eterno retorno nietzscheano, considerado
como la carga más pesada –pues, si
todo se ha de repetir en el futuro, cada una de nuestras decisiones conlleva una
abrumadora responsabilidad-. En ese marco, si las acciones trascendentes –las que
narra la Historia- se presentan raramente, la vida humana adquiere cierta levedad.
Como toda dicotomía, el ser se debate entre ambas.
La
novela narra las vicisitudes de Tomás, un joven neurocirujano, reconocido por
sus colegas, que sólo adolece de un mal: es un predador sexual, sin intenciones
de amar. Se ha casado y ha tenido un hijo, de quienes se olvidó ni bien pudo.
Su existencia personal se destina a la conquista y satisfacción del placer
sexual. Un día conoce a Teresa y entabla con ella una relación algo más
profunda, sin abandonar del todo a Sabina, su partenaire. Llevado por Teresa, quien incursiona en la fotografía,
se radican en Zurich, pero al poco, ella decide abandonarlo tras sus
infidelidades y volver a Praga, justo cuando el país es ocupado por el poder
soviético.
A
su vez, Sabina –artista plástica- conoce a Franz, un hombre casado y, después
de idas y venidas, éste decide abandonar a su mujer para vivir su pasión.
Sabina, abrumada por no haber sido consultada, decide abandonarlo poniendo el
océano de por medio. Es su incapacidad de asumir compromiso alguno más allá de
la práctica del sexo lo que vuelve insoportable su existencia.
Existe
un plano no menor para destacar. En esa inconsistencia relacional que sostiene
Tomás con sus amantes –y también con Teresa, su pareja-, hay un punto
remarcable: se mantiene íntegro en sus convicciones políticas. Así, cuando un
artículo suyo sobre la ceguera soviética
es motivo de remoción del hospital donde se desempeña, Tomás asume las
consecuencias. Luego, cuando se lo destina a limpiar vidrieras, lo toma como
algo inevitable. Finalmente, cuando se recluye en el interior del país, en una
economía de subsistencia, no elude su compromiso con quienes le rodean. La
lealtad que se espera de él como amante, se exhibe mucho mejor en su entereza
política. Es leve en el amor y denso en sus opiniones.
En
un estilo fluido, con excelentes descripciones de sentires y atmósferas,
Kundera construye un universo literario que refleja tanto lo equívoco del
comportamiento humano como la contundencia de las decisiones asumidas. Una
magnífica elaboración psicológica de los personajes y un reflejo testimonial de
la invasión rusa a Praga, hacen de esta obra un hito señero. Una recomendación mayúscula
para que ocupe un lugar entre tus lecturas venideras.
Film
Philip Kaufman (Saul
Zaentz, 1988)
Recordaba de manera
esporádica este film que, en su momento, había tenido bastante repercusión por
sus escenas de pleno erotismo –aunque 9
semanas y media se le había adelantado poco antes- y también por sus casi
tres horas de extensión. Ahora, al volver a él, creo haber salido algo más
fortalecido que entonces.
En principio, toda la realización
se apega muy bien no solo al texto original de Kundera, sino también a la
atmósfera del mismo, por más que abuse un poco de las escenas de nudismo
completo y de contenido erótico que, si bien forman parte de aquél, no se
convierten en la atracción principal, puesto que el autor checo bucea más a
nivel psicológico con lo que les ocurre a los personajes en los distintos
planos –personales, sociológicos, políticos- y no los presenta tan planos como
lo hace el film.
Además, hay un significativo
recorte fílmico en la historia de Tomás: en ningún momento se alude a la
existencia de su hijo –que, casualmente, en la novela ofrece el contrapunto de
quien ha aceptado ser útil al régimen invasor-. Asimismo, el rol de Franz se
halla acotado a un par de apariciones. Estimo que estas ausencias han obedecido
a no extender la historia más aun.
Así, la trama se centra en los
tres protagonistas principales, encarnados por un seductor Daniel Day-Lewis
(Tomás), una bonita y deletérea Juliette Binoche (Teresa) y una explosiva Lena
Olin (Sabina) que invade la pantalla con su sexualidad a flor de piel, todos
muy jóvenes a la sazón. El resto del elenco cumple con los roles, aportando
solidez al guion.
Párrafo aparte merecen la
fotografía de una Praga gris e invadida, y el montaje de escenas filmadas con
parte de segmentos históricos. La música también se destaca, con los cambios de
tonos que acompaña el paso de lo íntimo a lo social, y viceversa.
En suma, una película que retrata
bien los conflictos que se suceden en el interior de los ciudadanos checos
quienes, viviendo un renacer en su anhelo de independencia, se ven aplastados
por la realidad de la opresión ejercida por el omnímodo poder soviético, con
sus tanques en plena ciudad, y lo que depara a los díscolos que no se avienen a
someterse. Para ver una y otra vez.
Testimonio del Pelibro 32
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