Había cierto consenso grupal en encarar esta obra:
para los más jóvenes, era descubrir el texto; para los más añosos, implicaba
realizar una relectura de algo borroso en el recuerdo. Pero no lo había tanto
respecto del film basado en ella. En este aspecto, las opiniones estaban
bastante divididas. Analizando la crítica especializada en cine, también surgían
desacuerdos. Yo sólo recordaba haber visto el tráiler. Llevar a cabo este Pelibro
era la única forma de esclarecerlo.
Libro
Patrick Süskind (RBA, 1993)
La
novela, ambientada a fines del siglo XVIII, narra la vida de Jean-Baptiste
Grenouille, cuya madre, una vendedora de pescado del mercado, lo abandona ni
bien lo pare. El llanto del bebé delata su presencia, lo que condena a su
progenitora -por abandono- a una muerte por decapitación. La iglesia se hace
cargo de él, pero su voracidad impide que se críe como cualquier niño común.
Además, una nodriza descubre algo extraño: el niño no tiene ningún olor propio
de un ser humano.
Pasado
el tiempo, Grenouille crece y es ofrecido a un curtidor de cueros. Taciturno y
de escasas palabras, el niño aprende el oficio y va desarrollando un don
particular: un talento mayúsculo para la olfacción, capaz de identificar
objetos y personas por su aroma. Un pedido de pieles del perfumista Baldini le
ofrece la oportunidad deseada: entrar en contacto con las esencias y trabajar
para él. Una vez adiestrado en el arte de combinarlas, decide crear su propio perfume:
el que condense el aroma de una doncella virgen.
A
partir de allí, se desata una obsesión que lo llevará a la comarca de Grasse
para adentrarse en el manejo de la técnica del enfleurage, y luego, cometer una serie de asesinatos antes de
hallar a Laura Richis, el exponente final con el que lograr su objetivo. Las
circunstancias de su posterior detención, juzgamiento y condena, son parte
necesaria del relato, que alcanza un giro sorprendente e inesperado hacia el
final.
Süskind
mantiene la tensión narrativa in
crescendo, propia de un policial típico, a través de frases cortas y
descripciones crudas; es decir, no anda con vueltas. Todo el entorno sórdido y
despreocupado de una urbe crea la atmósfera necesaria para desarrollar una
trama de tragedia que bordea el grotesco y lo bizarro sin incurrir en el mal
gusto.
Destaco
la elaborada construcción psicológica de los personajes, desde el obseso
Grenouille, pasando por la fiereza del curtidor Grimal, la bondad interesada de
Baldini y la preocupación paternal del poderoso Richis quien, aún con todas las
previsiones del caso, no puede evitar las consecuencias lógicas de quien goza
de una nariz tan entrenada.
En
un estilo coloquial, frontal y directo, con escenas fuertes y descarnadas, valiéndose
de una vida rural que le es propicia, Süskind compone un thriller memorable,
sin acudir a golpes bajos ni orillar lo morboso. Una lectura que será del
agrado de todo buen lector.
Tom Tykwer (Constantin Films, 2007)
Como señalara al
principio, dudé a la hora de combinar este film con la novela debido a la
disparidad de opiniones acerca de aquél. Básicamente, había quienes admiraban
la puesta en escena y realización en conjunto y quienes marcaban lo
intrascendente –y a veces, algo soez- del film, sobre todo hacia el final.
Para empezar, la realización para
la pantalla grande lleva el nombre El
perfume. Historia de un asesino, a diferencia de la obra literaria que sólo
lleva el título de marras.
En primera instancia, el film se
apega más que bien a la atmósfera sórdida y hedionda del París de fines del
siglo XVIII, que es el punto de partida del texto de Süskind. Luego, el
vestuario responde con creces a la época en ciernes y la fotografía juega muy a
favor del conjunto –hasta pareciera que se tomaron la molestia sólo de filmar
los días grises-. Por otra parte, la banda sonora acompaña ajustadamente las
escenas.
Yendo a las interpretaciones,
presentan altibajos. Ben Whishaw encarna al pie de la letra con ese
protagonista tan particular que es Grenouille, mezcla de obsesivo y depravado.
En cambio, Dustin Hoffman en el rol del perfumista Baldini parece algo sobrado,
no tan temeroso de un nuevo fracaso como en el escrito original. Alan Rickman en
el papel de Antoine Richis está muy bien, aunque su escena final parece poco
creíble. Los roles femeninos, a cargo de tres bellas modelos –una inglesa, otra
francesa y una más, alemana-, cubren con su belleza la pantalla en cada
aparición y cumplen acertadamente con el guion.
Párrafo aparte merece el final de
la realización de Tykwer. Si bien responde a lo escrito en la novela, se
detiene varios minutos en la escena de la transformación -casi en una orgía-
por efecto del perfume, que en la obra de Süskind sólo se da a entender, con
el fin de reafirmar el poder que esa esencia tiene en aquellos que la huelen.
Así, peca de un exceso que no aporta nada a la historia; sólo un recreo visual
que opaca un poco el espíritu del original.
En suma, una película bien
llevada, con buenos efectos y ambientación óptima, que se disfruta mucho y que,
seguramente, despertará la curiosidad de todo espectador por la novela
homónima.
Testimonio del Pelibro 33
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