martes, 4 de junio de 2024

Desventuras en el Nuevo Mundo. El plantador de tabaco, John Barth

Sexto Piso, 2013

I.

                Fue grande el entusiasmo cuando esta casa editora recogió el guante y decidió reeditar este título que durante varios años había desaparecido de las librerías. Asimismo, eran muchas las voces lectoras que venían solicitando senda reposición. Al fin, se dio vida a esta cuidada edición, que se acompaña de un prólogo a cargo de Eduardo Lago, traductor de la misma. Habría que advertir que las 1173 páginas lo hacen poco portable –y amedrentan a cualquiera- pero, si se superan los recelos, se ha de hallar un libro como pocos.

II.

                Ambientada hacia fines del siglo XVII, el protagonista de esta novela es Ebenezer Cooke, un joven poeta virgen, a quien su padre le ordena abandonar Londres para hacerse cargo de los terrenos de su propiedad en Maryland, que serán la herencia de él y de su hermana gemela Anna. Además de hacer prosperar su hacienda, Ebenezer tiene la intención de componer una oda a esa tierra. Para encarar la travesía, cuenta con la compañía de un pícaro bribón como sirviente, Bertrand, a quien su padre le legó como criado y consultor.

III.

               Ya desde el inicio se disparan las desventuras. Primero, Ebenezer es timado por sus amigos; luego, se enamora platónicamente de una prostituta y tras abordar la nave que los conducirá a América le usurpan nombre y título, lo destinan junto a la tripulación y finalmente los piratas acaban secuestrándolo. Así, todas las correrías que se precipitan a partir de allí con indios enemigos de los blancos, mujeres de la vida que solo quieren desvirgarlo y una intriga política donde su viejo tutor Harry Burlingame –un verdadero camaleón- cobra importancia, hacen de ésta una obra única, tan entretenida que su extensión no es obstáculo para disfrutarla.

IV.

               Yendo a la estructura, Barth compone todo un relato de aventuras, con una historia central que, al poco, desata muchas otras que aparecen y se entretejen, de manera que le confieren al conjunto solidez sin perder frescura. Por otra parte, el texto tiene mucho de quijotesco: Cooke encarna al altruista adalid que lucha contra sus propios molinos de viento; el ladino Bertrand tiene mucho de Sancho Panza y la amada prostituta a la que hay que redimir guarda un atisbo de la figura de Dulcinea. Si algo le faltara, los jugosos diálogos filosóficos entre Burlingame y Cooke no tienen desperdicio.

V.

               De estilo coloquial y fluido, con escenas desopilantes y una trama retorcida que deriva en historias paralelas con nexos impensados, Barth nos allega una novela divertida, bien llevada, con tensión creciente y un desenlace a la altura de todo su contenido. En suma, una lectura ciento por ciento recomendable; para dejar en la mesa de noche y cerrar el día con una sonrisa en la boca.

 

2 comentarios:

  1. Lo tengo apuntado desde hace miles de años. Las listas, esas compañeras inseparables que no hacen más que crecer.

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    1. Alguna vez habrá que darle lugar a lo pendiente, Esther. Es un libro ingenioso y entretenido. Saludos.

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