Sexto Piso, 2013
I.
Fue grande el entusiasmo cuando esta casa editora
recogió el guante y decidió reeditar este título que durante varios años había desaparecido
de las librerías. Asimismo, eran muchas las voces lectoras que venían
solicitando senda reposición. Al fin, se dio vida a esta cuidada edición, que
se acompaña de un prólogo a cargo de Eduardo Lago, traductor de la misma.
Habría que advertir que las 1173 páginas lo hacen poco portable –y amedrentan a cualquiera- pero, si se superan los
recelos, se ha de hallar un libro como pocos.
II.
Ambientada hacia fines del siglo XVII, el
protagonista de esta novela es Ebenezer Cooke, un joven poeta virgen, a quien
su padre le ordena abandonar Londres para hacerse cargo de los terrenos de su
propiedad en Maryland, que serán la herencia de él y de su hermana gemela Anna.
Además de hacer prosperar su hacienda, Ebenezer tiene la intención de componer
una oda a esa tierra. Para encarar la travesía, cuenta con la compañía de un
pícaro bribón como sirviente, Bertrand, a quien su padre le legó como criado y
consultor.
III.
Ya desde el inicio se disparan
las desventuras. Primero, Ebenezer es timado por sus amigos; luego, se enamora platónicamente
de una prostituta y tras abordar la nave que los conducirá a América le usurpan
nombre y título, lo destinan junto a la tripulación y finalmente los piratas
acaban secuestrándolo. Así, todas las correrías que se precipitan a partir de
allí con indios enemigos de los blancos, mujeres de la vida que solo quieren
desvirgarlo y una intriga política donde su viejo tutor Harry Burlingame –un verdadero
camaleón- cobra importancia, hacen de ésta una obra única, tan entretenida que
su extensión no es obstáculo para disfrutarla.
IV.
Yendo a la estructura, Barth
compone todo un relato de aventuras, con una historia central que, al poco,
desata muchas otras que aparecen y se entretejen, de manera que le confieren al
conjunto solidez sin perder frescura. Por otra parte, el texto tiene mucho de
quijotesco: Cooke encarna al altruista adalid que lucha contra sus propios
molinos de viento; el ladino Bertrand tiene mucho de Sancho Panza y la amada
prostituta a la que hay que redimir guarda un atisbo de la figura de Dulcinea.
Si algo le faltara, los jugosos diálogos filosóficos entre Burlingame y Cooke no
tienen desperdicio.
V.
De estilo coloquial y fluido, con
escenas desopilantes y una trama retorcida que deriva en historias paralelas
con nexos impensados, Barth nos allega una novela divertida, bien llevada, con
tensión creciente y un desenlace a la altura de todo su contenido. En suma, una
lectura ciento por ciento recomendable; para dejar en la mesa de noche y cerrar
el día con una sonrisa en la boca.
Lo tengo apuntado desde hace miles de años. Las listas, esas compañeras inseparables que no hacen más que crecer.
ResponderEliminarAlguna vez habrá que darle lugar a lo pendiente, Esther. Es un libro ingenioso y entretenido. Saludos.
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