domingo, 22 de septiembre de 2024

Picardías del malvivir. Tierra trágica, Erskine Caldwell

Navona, 2011

 I.

               Estaba en el tótem de pendientes desde hacía años.  Con sus páginas que ya amarillean de tanto esperar, decidí darle una oportunidad; máxime, porque el estilo narrativo de Caldwell gozaba -y goza- de cierto humor, más acentuadamente en situaciones donde éste no debiera hallarse, y necesitaba intercalar un texto llevadero entre otros que requerían más atención.

II.

                El protagonista de esta novela es Spence Douthit, un pícaro que ha cambiado de domicilio porque suponía haber conseguido un buen empleo en la fábrica de pólvora. Pero la fábrica se cerró al poco, y hace más de dos años que no consigue –ni busca- trabajo. Tiene una esposa enferma y alcohólica que lo maltrata; una hija mayor –Libby, a quien descubre en plena relación íntima con su novio, Jim Howard- que es la única que tiene ingresos –y no ve la hora de casarse para salir del infierno familiar-, y una hija menor, Mavis, que con solo trece años fue violada por un vecino y a partir de allí se ha buscado lugar en un prostíbulo local.

III.

               La acción se sitúa en un barrio llamado Pobre Chico, un arrabal que reúne a quienes viven en la indigencia, la ignorancia y también, por qué no, en la desidia que dispara la molicie. Ahora, a Spence se le ha metido en la cabeza que la única forma de salir de esa situación extrema es conseguir un joven con dinero, capaz de casarse con Mavis. Para colmo, al ser ésta menor de edad y, en conocimiento de su rama de actividad, intervienen un par de trabajadoras sociales quienes, al intentar mejorar sus propias estadísticas, no dejan de brindarle dinero a su padre, con tal de que la familia regrese a su lugar de origen.

IV.

         Lo desopilante de lo narrado no elude el reflejo de una época: un desempleado –un vago-, que se acostumbra a vivir de la caridad ajena; más pendiente de lo que los demás le puedan allegar, que de buscarse un ingreso –no sea cosa de hallarlo-. Al fin y al cabo, ese malvivir perenne le proporciona ciertas ventajas para seguir usufructuando un modo de vida que a él parece satisfacerle. O, al menos, no entra en conflicto con su vida.

V.

               De estilo directo, ameno, coloquial, el libro de Caldwell es una pequeña joya. Con escenas que despiertan tanto la sonrisa como la carcajada plena, no deja de sorprender un texto que se hace eco de una clase desposeída –aunque ladina, hilando fino- que representa a aquellos que se han valido de picardías para hacer de ello un modo de vida. Una novela breve, para que los buenos lectores tomen en cuenta y disfruten a lo grande.

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