I.
Siguiendo las especulaciones que
el autor va desgranando en cada uno de los volúmenes que compone esta
colección, en esta ocasión repara en el pensamiento individual, sus costos
sociales y sus vínculos con lo lingüístico y la noesis. El libro abre con una
anécdota donde un rey, a punto de convertirse a la fe cristiana, antes de
sumergirse en el bautismo, pregunta a sus súbditos dónde está la mayoría de sus
ancestros. Cuando el cura le dice que en el infierno –porque no habían abrazado
el cristianismo-, el rey responde que es más santo seguir a la mayoría que a la
minoría, renunciando a bautizarse. Quignard añade que es la democracia en
acción: una decisión en virtud del número y la estadística.
II.
Etimológicamente, ‘pensar’ comparte en la
lengua griega una raíz común con ‘oler’. No es casual que el autor galo se
valga del regreso de Ulises a Ítaca, siendo su perro, Argos, el primero y único
ser vivo que lo reconoce y, una vez hecho, muere. Argos lo reconoce por el
olor, es decir piensa a Odiseo y el
mismo hecho de pensar lo condena a morir.
III.
En ese aspecto, el breve libro
incluye una interpretación de la aporía de Sócrates y del porqué de su muerte; una
explicación de por qué la filosofía fue el callejón sin salida del pensamiento
mítico de Occidente; la sustancial diferencia entre biografía e historia; cómo
se han generado los conceptos de las cosas, entre otros tópicos.
IV.
En el estilo poético de siempre,
con profusión de anécdotas y fundamentos que pertenecen al campo de la
filología, Quignard vuelve a ofrecer a sus lectores otra obra especulativa que
incluye sueños, el estado de semi-consciencia, lo fantasmal de la expresión lingüística,
donde siempre la predación y lo genital se asocian a nuestra preservación como especie. Un ensayo que requiere mayor atención que los anteriores.
V.
Para concluir, una síntesis que
remite al título del libro,
‘Lo poco que deseamos con tanto fervor, nos espera más lejos, irreconocible, impensado. […] El pensamiento husmea el espacio como el olfato. Huele. Capta algo del mundo sin llegar a retenerlo. Nos dirigimos sin cesar hacia ese poco que de pronto se abrirá en el éxtasis (o se perderá en el éxtasis extremo, definitivo, de la muerte). Pero en ambos casos se trata de lanzar una mirada sobre el abismo, aspirando al abismo, bailando al borde del abismo.’
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