Booket, 2014
I.
Poco antes de iniciarse el año en
curso, una lectora voraz en una geografía distante informó cuáles habrían de
ser sus lecturas, y participó al grueso del grupo lector, de manera de
compartir -con aquellos que se animaran- algunos títulos de la lista. Recogí el
guante con este libro de Cristoff, de quien nada había leído, pero tenía el
ejemplar. La actividad tuvo lugar poco después de una reedición de otro de los
títulos de su autora.
II.
Este libro se abre con un prólogo a cargo de
la propia Cristoff en el que intenta desbrozar las diferencias entre libros de
crónicas, historias verdaderas y de no
ficción, que ella entiende no se superponen. Habiendo nacido en la
Patagonia argentina –una región sureña bastante desolada, lejos de los mayores
centros pujantes del país-, se había ido a Buenos Aires y decidió volver a la
tierra que también fuera la de sus padres, para recabar historias de vida.
III.
Pareciera existir una contradicción
prístina en la Patagonia: un territorio de gran extensión prácticamente
deshabitado -que fuera La Meca para criadores de ganado ovino y tierra de
promisión para colonos extranjeros, fundada en la explotación petrolera- donde
sus actuales pobladores reclaman ser incluidos en políticas públicas que
fomenten el desarrollo regional y el arraigo de los jóvenes, quienes tienden a
migrar en busca de mejores perspectivas de progreso.
IV.
El dueño de un quiosco -que también vende
pasajes para cuando los ómnibus se dignan pasar-; un enamorado de los aviones
que terminó radicándose; un novicio que duda de tomar los votos y abandonar a
su novia; una mujer que usa su taller de hilado para recuperar a las mujeres
mapuches de la dominación masculina son algunas historias que matizan el
recorrido entre Cañadón Seco, El Cuy, Maquinchao, todos pequeños pueblos perdidos
a lo largo de una meseta en la que Eolo, el rey de los vientos, ejerce
tiránicamente su majestad.
V.
Escrito en un estilo testimonial,
donde las leyendas locales se alternan con lo que le ocurre a la narradora
mientras se nutre de las mismas –la mordedura de un perro; dormir en una
cucheta con alumnas pupilas de una escuela, etc.-; con descripciones precisas y
personajes únicos en paisajes extraños, Cristoff compone un fresco de la vida
cotidiana de aquellos que se sienten ajenos a la mano de Dios. Mención aparte
merece la visita a Las Heras, donde tuvo lugar una serie de suicidios juveniles
–y que brindara a la periodista Leila Guerriero el material para su libro Los suicidas del fin del mundo-. Un libro
que permite tomar contacto con una realidad muy alejada de la tecnología, la
vida en centros urbanos y donde el tiempo parece transcurrir a otra velocidad.
Más que recomendable.
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