Surgió a partir de una lectura
compartida. Previamente consulté a quien la propuso, merced a que hasta allí
nada había leído de la prolífica obra del autor, enmarcado dentro de lo que se
ha denominado el realismo francés de
comienzos del siglo XIX. Si bien la novela data de 1834, el propio Balzac la
sitúa hacia fines de 1819, en pleno período de la Restauración.
II.
Papá
Goriot vive en un pensionado, el de Mme. Vauquer, en el Barrio Latino, en las
afueras de París. Frisando la sesentena, viudo, ha dispuesto ocupar una
habitación importante que, con el paso del tiempo, ha abandonado en aras de
otras menos costosas. Lo que se ha iniciado como un derroche de recursos va
cayendo en una pobreza franciscana. Son inquilinos del inmueble también un hombre
de mundo, Vautrin, y un joven estudiante de derecho, Eugene de Rastignac quien,
deslumbrado por la alta sociedad parisina, intenta medrar e instalarse en ella.
Los restantes personajes secundarios aportan condimento a la trama.
III.
Lo cierto es que Goriot tiene dos
hijas, a quienes ha casado convenientemente. Sus yernos han cobrado la dote,
pero se niegan a recibirlo en sus casas debido a su rusticidad. Eugene se amiga
con Goriot y, a través de una pariente, se presenta ante Delphine, la hija menor,
de quien pretende convertirse en su amante. Por otra parte, Vautrine le propone
a Eugene un negocio desleal, al que éste se resiste. Así, están dados todos los
elementos para que se desate un drama.
IV.
Una historia que se inicia como melodrama y
termina en tragedia. Goriot, desde su viudez, ha vivido sólo para sus hijas y
no ha escatimado fondos para que mantengan cierto nivel de vida, aun a costa de
su propia pobreza. Pero ellas son vistas como una mercancía para obtener cierto
status. Rastignac encarna al advenedizo, ansioso por triunfar y alcanzar la riqueza con la cual mejorar la situación familiar -en especial, de sus hermanas-. Vautrin, el antihéroe cínico, es quien posee mejor perspectiva y
aconseja al joven de cómo aprovechar su propia experiencia.
V.
La novela es amena y fluida; expone
un dilema ético no solo entre padre e hijas sino que se extiende a la sociedad,
pues el móvil que subyace es el dinero, la riqueza. Si bien la trama está bien conducida,
se me han hecho incómodas las apariciones del narrador, que intenta inducir las
interpretaciones a las que debiera arribar el lector. Por otra parte, hay
párrafos enteros que podrían haber sido suprimidos –si no le hubieran pagado al
autor por línea- y, por momentos, sus comentarios resultan pedantes. Algo innecesariamente
sensiblera hacia el final, es una obra que plantea un drama atemporal, de naturaleza
humana más que vigente.
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