lunes, 16 de diciembre de 2024

Colección Último Reino. 11. El hombre de las tres letras, Pascal Quignard

El cuenco de plata, 2023
 

I.

               Iba a ser el broche final de la Colección, si el autor galo no hubiera continuado la misma y la casa editora no hubiese arrojado a las librerías un nuevo volumen –con el que espero poder cerrar el ciclo el próximo mes-. En esta undécima entrega, Quignard nos regala sus especulaciones acerca del hecho de leer y sobre la pasión por las letras y los libros.

II.

                La apertura del libro es magistral. ¿Qué lector no se siente identificado con esto?,

‘Amo los libros. Amo su mundo. Amo estar en la nube que forma cada uno de ellos, que se eleva, que se expande. Amo proseguir su lectura. Siento excitación al recobrar su peso leve y su volumen dentro de mi palma. Me gusta envejecer en su silencio, en la larga frase que pasa ante los ojos. Es una orilla emocionante, apartada del mundo, que se abre al mundo, pero que no interviene en él de ninguna manera. Es un canto solitario que solo escucha el que lee. La ausencia de su exterior, la ausencia total de escándalo, de queja, de abucheo, el alejamiento máximo de la vocalización y de la multitud de los humanos que los libros permiten, vuelven a traer una música muy profunda que comenzó antes de que el mundo apareciera. La verdadera música quizá también la transmita desde el momento en que es escrita. Amo litteras. Amo las letras. Música silenciosa de los estilos de los escritores que preferimos: son como otras tantas desnudeces, perturbadoras, particulares, íntimas, conmovedoras, incomparables.’

III.

               El título del libro remite a la palabra Fur, que en latín designaba al ladrón. Pero no se refería a un vulgar ladrón (ladro) sino a aquello que nos acecha como un ladrón en la noche: el pensamiento, la felicidad, el amor, el deseo, el sueño, el éxtasis y, particularmente, la muerte. Los romanos, supersticiosos hasta el tuétano, preferían denominar a esta última como el hombre de las tres letras, a cambio de su vocalización plena, no fuese cosa que se hiciera presente.

IV.

               Por sus páginas, desfilan la importancia de la invención de la escritura tanto como de la imprenta y los caracteres tipográficos; la figura de Luis XI, el primer rey lector; el fondo mágico del amor y los encantamientos y el robo de tiempo que implica la lectura, entre otros,

‘El lector no tiene época, ni edad, ni tiempo. Leer no es soñar pero leer es como soñar en tanto que pierde el tiempo. Toda verdadera obra ignora el tiempo en el tiempo. Como el sueño, ignora la disidencia de la temporalidad: no tiene pasado ni tiene porvenir. Todo lo que es apasionante se caracteriza por la ausencia de futuro, por la distracción completa con respecto al tiempo.’

V.

               Con su estilo poético habitual, ecléctico y polémico, realizando interpretaciones audaces, Quignard nos lega una breve obra que habla de letras, lectores y literatura. Para no dejar pasar.

‘Una vida totalmente dedicada a la lectura de libros trae consecuencias temibles. Exilios. Silencios. Retiros. Dimisiones. Divorcios. Suicidios.’

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