Fulgencio Pimentel, 2022
I.
Tras el entusiasmo generado por
un título anterior, no dudé en ir a buscarlo apenas llegó a estas orillas –sin
tomar en cuenta siquiera el alto costo de esta exquisita edición en cartoné-.
Curioso es el nombre que la casa editora decidió colocar a lo que en lengua
inglesa responde a Time Shelter, algo
así como refugio del tiempo o cronorrefugio,
según la presente traducción, que responde a ciertos emplazamientos destinados
a enfermos de Alzheimer, que les permite mejorar su situación al verse rodeados
de elementos de otra época porque les resultan familiares.
II.
El libro se divide en cinco partes. En la
primera, la más extensa, un flâneur
conocido del narrador ha dispuesto con mucho éxito un hotel en el que las
habitaciones recrean algunas décadas del siglo anterior, de manera que sus
clientes pueden elegir en cuál de ellas querrían hospedarse, en una suerte de
regreso a una época más feliz. Así, el fenómeno se va extendiendo a otras
geografías y, en el paroxismo, se decide que cada nación elija cuál ha sido la
década más añorada. Luego, el narrador toma como ejemplo lo sucedido en
Bulgaria.
III.
En la cuarta parte, se convoca a
los países europeos a votar en un referéndum su década favorita del siglo XX –y
los resultados sorprenden, puesto que varios de ellos han conocido períodos de
gobiernos totalitarios-. Sobre el final, el triunfo de una década crea un
conflicto: si han de resurgir objetos que eran propios de ella, ¿cómo olvidar,
renunciar o negar los beneficios que el progreso tecnológico nos brinda
actualmente? La conclusión del libro resulta trepidante.
IV.
Existen puntos altos para destacar. En
principio, los sucesivos cambios de escenario donde transcurre la novela, que
recuerdan mucho el deambular de Sebald y refuerzan la idea de lo efímera que es
nuestra vida. Después, existen dos fechas sobre las que se vuelve una y otra
vez: el 1° de septiembre de 1939 –inicio de la II GM-, y la caída del muro de Berlín,
tras la cual Europa se reunifica –ambos hechos, no menores-. Luego, está el
estilo narrativo elegido, que se debate entre socarrón, irónico y divertido en
el que el autor se aventura a indicar qué década ha sido elegida y, finalmente,
esa nostálgica mirada retrospectiva a la que solemos acudir cuando el presente
que nos rodea no resulta de nuestro agrado y no percibimos mejora alguna en lo
inmediato.
V.
Es cierto que la traducción
podría haber sido mejor, como también que la perspectiva de lo que se narra
obedece a la periferia europea, y no al centro. Pero el conjunto resulta fluido
y ameno en su mayor parte. Y con una pizca lúdica, el lector podrá encontrar
referencias a textos de Tolstoi, Borges, Kafka, entre otros. Gospodínov
construye así una obra entretenida y desopilante, con material para
reflexionar. Muy recomendable.
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