I.
Fue una opción conjunta la que
condujo a esta lectura. En verdad, tal había sido el éxito de la novela
anterior de la autora –en derredor de otro mítico personaje- que la mayoría del
grupo lector se inclinó por este título. Para colmo de bienes, la versión
digital me llegó merced al grato gesto de quien se había hecho de un original
en ese soporte. Solo una voz opuso su silente reparo: la de quien habiéndolo leído
expresó su agrado, aunque sin entusiasmo. Más razón para leerlo.
II.
En esta ocasión, O’Farrell nos ofrece una
novela que danza alrededor de la figura de Lucrezia di Cósimo de Médici, quien
a los quince años de edad fuera desposada por Alfonso II de Este, a la sazón duque
de Ferrara, y que poco antes de cumplirse el año de matrimonio muriera en
circunstancias sospechosas.
III.
Antes de entrar en materia,
habría que dividir la novela en dos aspectos: el histórico y el literario. La autora
se vale de datos fidedignos para construir una ficción que semeja a una novela histórica con cierto sesgo interpretativo nada desdeñable. Si
bien repasa toda la biografía de su protagonista –quien, hasta el momento de
casarse, nunca había abandonado la casa paterna en Florencia-, nos la presenta
como una joven juiciosa, sagaz aunque enfermiza, poco proclive al juego de las
intrigas palaciegas, pero capaz de hacerse cargo de sus obligaciones –incluidas
las conyugales, aun exentas de placer-.
La versión digital, gentileza de una amiga lectora
IV.
Por otra parte, como contrapunto, despliega en
la figura de Alfonso sus dotes de líder que debe ser obedecido –aun por su
esposa- y las luchas intestinas que se avecinan en la sucesión al ducado, tras
la muerte de su padre. Para afianzarse en el poder y el control de la familia,
Alfonso parece necesitar imperiosamente la gestación de un primogénito. Por eso
dispuso un casamiento acordado con una de las hijas de Eleonora, que ha
concebido numerosos vástagos. Pero Lucrezia no queda preñada, el tiempo corre y
los lectores asistimos a su marcha al suplicio.
V.
En un estilo fluido y coloquial, con capítulos breves y el cuidado uso de analepsis –de forma de no cansar al lector-, O’Farrell nos entrega una obra en la que la tensión narrativa crece con las páginas hasta un desenlace sui generis: un golpe de efecto que no atiende a la historia real y convierte a la novela en una ucronía, con un final más amable, muy propio de Hollywood. En suma, una lectura llevadera, más que adecuada para el transcurso de un viaje o de vacaciones.
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