I.
Todo lo que ha estado en derredor
de este libro ha sido tan extraño como su contenido. Fue leer un par de
párrafos que, a manera de extracto, nos brindó otra lectora allá por 2013 y
salir a buscarlo. Como suele ocurrir, en una librería olvidada me aguardaba
esta edición, ¡impresa en Coyoacán, México, diez años antes! Una vieja colega,
docente de Letras, me ponderó al autor, al hacerle el comentario. Y aun no me
puedo explicar por qué razón lo dejé esperando más de una década, ni tampoco el
motivo de cerrar el año lector con una de las mejores lecturas del año.
II.
El narrador es el Cartógrafo quien nos va presentando a cada uno de los ocho
personajes que componen la historia, quienes parece que viven juntos y han
decidido cambiar el color del techo de su vivienda: el tejado rojo –que es uniforme para toda la población- es
desmantelado y en su lugar asume el color azul… del cielo; es decir, se quedan
sin techo, teniendo que hacer frente a los reclamos comunales, debido al
estupor que produce la pérdida de homogeneidad
barrial.
III.
Pero el Cartógrafo no se limita a
relatar los hechos; para mayor comprensión utiliza 52 mapas – cuadros que se
hallan en relación con lo que sucede. Solo que en el interior de cada cuadro no
hay una escena pictórica sino un resumen –en palabras- de una historia
vinculada a la circunstancia que se narra –que puede ser real, aunque no lo
parece-. Como los protagonistas deciden vivir sin respeto por las normas
sociales establecidas, necesitan de elementos que los protejan; así, poseen un
Espejo Occidental de dos hojas, que en su lado izquierdo refleja la mentira y
en el derecho la verdad de la persona que se mira en él. O bien el triple
Espejo Septentrional, que muestra simultáneamente, el pasado, el presente y el
futuro de la persona reflejada. O la Enciclopedia
Serpentiana, un libro con infinitas páginas que contiene todas las
respuestas y que solo se abre en la página adecuada cuando alguien lo consulta.
IV.
El libro es, entonces, una pequeña maravilla,
por demás imaginativa y por momentos delirante, que comparte con el universo
borgeano citas a pie de página –de obras o lugares inexistentes-, datos
irrelevantes de fuentes dudosas y una dosis importante de humor tanto como de
poesía. Es la lucha de un puñado de personajes contra el Vacío existencial que
todo lo inunda y demuele. Y para el final, no falta la cuota de realismo mágico.
V.
Fluido, ameno y coloquial, de estilo directo, con una construcción fragmentaria que mantiene la coherencia interna del texto, Petrović nos ofrece una obra con múltiples senderos narrativos que la vuelven compleja, con mucho del espíritu rebelde del mayo francés del ’68. Entre lo mejor del año. Para recomendar, leer y releer. Sin desperdicio ninguno.
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