I.
Me había llegado por gentileza de
una amiga lectora, quien lo compartió a principios del 2024. Fue un
título que sugerí varias veces, sin éxito, a sendos grupos lectores a la hora
de optar. Sólo cuando se propuso en un taller de lectura en una sonada librería
local, hacia fines de año -tras el deceso del autor-, me incluí. No he sido visitante
asiduo de sus letras; más bien, lo contrario, aun sin negar su talento narrativo,
que ha conquistado a lectores de todo el mundo.
II.
La novela -ambientada en un Princeton reciente-
se halla dividida en cinco capítulos de extensión comparable. Comienza con una
serie de contingencias domésticas que el profesor Seymour Baumgartner debe
enfrentar en el inicio de su setentena. Hace nueve años que ha perdido a su
esposa, Anna, en un accidente costero y aun no es capaz de despojarse de la
nostalgia y el vacío que supone su ausencia, tras cuarenta años de matrimonio.
III.
Narrada en tiempo presente hasta mediar
el texto –alternando entre tercera y primera persona-, con ciertas analepsis a
la historia de la pareja protagonista y, tras un raro sueño, se explica cómo
Baumgartner deja atrás el pasado y vive un renacer con Judith, una compañera de
profesorado de la universidad, a quien desea proponer matrimonio. La segunda
mitad se ocupa de la historia familiar de los Baumgartner, oriundos de Ucrania,
y el desembarco de una joven investigadora que intentará rescatar entre los
papeles póstumos de Anna, sus dotes de poetisa.
La versión digital, gentileza de una amiga lectora
IV.
Luces y sombras se reparten por igual en este
último trabajo de Auster. Por un lado, la narración resulta muy llevadera desde
el inicio hasta el fin del tercer capítulo, con todo lo que le sucede a Baumgartner
y el ir y venir de su congoja de viudo. Ese contrapunto entre la intención de
superar la pérdida y renovar sus ilusiones se avienen a lo mejor de las letras
de Auster. En cambio, las últimas dos divisiones, con su repaso de la historia
familiar y la esperanza depositada en que la juventud eche luz sobre la figura
de la difunta no termina de convencer, dejando al conjunto en una tibieza de la
que solo puede rescatarse la añoranza.
V.
En estilo directo y coloquial, ameno, con escenas memorables y reflexiones no exentas de profundidad –como las referidas al síndrome del miembro fantasma, asociadas en este caso a la pérdida de pareja-, Auster construye un relato que reúne el dolor de la ausencia, el azar en las relaciones humanas y la sempiterna esperanza en un futuro promisorio, aun cuando se es consciente que el fin de la vida se acerca. Un legado literario para valorar.
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