I.
Éramos varios los interesados en
encarar esta lectura señera para las letras castellanas –y una de las más
reconocidas en todo el orbe-. Como desprendimiento de un grupo lector más
numeroso decidimos compartirla al constatar que, si bien habíamos leído
capítulos durante nuestro paso por la escuela secundaria, ninguno se había
atrevido a leerlo al completo, aunque todos contábamos con un ejemplar en
nuestras alforjas. Para hacer frente a su extensión, lo dividimos en cinco
partes iguales, leyendo a razón de una por mes. El resultado fue exitoso.
II.
No pretendo hacer aquí una reseña al uso, sino
compartir apreciaciones y sentires despertados tras la experiencia. En
principio, esta edición que, con motivo de cumplirse el Cuarto Centenario de su
publicación original, la casa editora presentó en cartoné, es casi una biblia quijotesca pues, al texto
original le acompañan una Presentación, un prefacio de Mario Vargas Llosa, otro
de Francisco Ayala, uno más de Martín de Riquer y las Notas al texto, de
Francisco Rico, quien también se ha hecho cargo de la edición, con profusas
citas al pie que hacen de éste un trabajo más que memorable.
III.
Yendo a su contenido, son varios
los aspectos a destacar. En cuanto a la trama, no hay mucho que aportar: Alonso
Quijano, convertido en Don Quijote merced a sus desvaríos después de haber
leído multitud de libros de caballerías, propios de la época, encarna al noble
caballero con recursos, que sale en busca de aventuras, junto a un aldeano
iletrado, Sancho Panza, a quien el afán de ganar dinero y fama lo impulsa a
acompañarle. El tono socarrón de burla a una clase noble empobrecida y un
pueblo sin instrucción alguna se advierte inmediatamente entre líneas.
IV.
En otro orden está la brillante construcción psicológica
de los personajes. A la erudición que demuestra el Quijote en sus expresiones,
toda vez que éstas no tienen que ver con la razón de su locura, le opone un
rústico Sancho, que resume al ignorante no exento de suspicacia quien, a través
de refranes y comentarios, hace alarde de un sentido común sin par. Además,
Cervantes se da el lujo de incorporar en su segundo volumen –aparecido diez
años más tarde-, las opiniones vertidas sobre el primero de éstos,
multiplicando así la ficción.
V.
Finalmente, el decálogo de consejos que Quijote le brinda a Sancho cuando éste debe gobernar su ínsula, así como las reflexiones que el propio Sancho rescata del ejercicio del poder tras su regreso, son extractos de filosofía moral que no dejan de tener vigencia hasta nuestros días –y que bien podrían servir de enseñanzas a muchos de quienes gobiernan-. Por todo ello –y mucho más que queda en el tintero-, es una obra entretenida, cuya lectura dispara un cúmulo de temas para meditar. Indispensable de ser leída, al menos una vez en la vida de todo buen lector.
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