Todo se inició con un buen comentario sobre la
novela, a la que fui inmediatamente a buscar hacia fines del 2014, a sabiendas
de que pertenecía al subgénero policial, que no suelo frecuentar. Al tiempo, una
amiga cinéfila ponderó el film de Clint Eastwood y, al poco de indagar, hallé
excelentes valoraciones que me decidieron por la realización de este Pelibro,
aun cuando todo debió esperar mucho tiempo.
Libro
Dennis Lehane (RBA, 2006)
Sean
Divine y Jimmy Marcus son amigos desde la infancia pues sus padres trabajan en
la misma empresa, aunque el padre del primero es capataz y el de Jimmy,
transportista. Jimmy, a su vez, tiene un amigo del barrio, Dave Boyle, quien se
pega a él cada vez que sale. Sean vive en un barrio algo más acomodado, a
cierta distancia. Una tarde en que los tres han salido juntos, un par de
supuestos policías los han intimidado y se han llevado con ellos a Dave, quien
reaparecerá cuatro días más tarde, pero ya no será el mismo.
Ambientada
en Boston, Massachusetts, hacia fines de los años ’70, transcurre un cuarto de
siglo hasta que Katie, la hija de Jimmy, es asesinada en circunstancias nada
claras. Es Sean el policía a cargo de la investigación, quien debe controlar
que su viejo amigo no intente hacer justicia por su propia mano. Para colmo, la
noche del crimen Dave ha llegado a su casa con rastros de sangre en su ropa. Al
ser interpelado por Celeste, su esposa, expresa que mató a un pederasta. Ella,
a la luz de lo que aparece, sospecha que Dave es el responsable del crimen de
Katie.
Así
comienza este thriller policial,
cuyas páginas se devoran merced a una narración trepidante, in crescendo desde el inicio hasta el
final. ¿Cuánta responsabilidad tiene un hecho fortuito ocurrido en el pasado,
en los acontecimientos presentes?, ¿es solo una consecuencia lógica, o un
malentendido sostenido por prejuicios sociales? ¿Qué mecanismos se disparan a
la hora de explicar un suceso luctuoso a través de una vía laberíntica, cuando
quizás las razones del mismo sean más simples y menos elaboradas?
Lehane
nos ofrece una novela que tiene de todo, desde suposiciones nefastas hasta
cierto grado de morbo y cotilleo culposo, en medio de un crimen a esclarecer,
con un inspector de policía novato, un ex convicto –que aun mantiene contacto
con amigos matones- y un civil que arrastra a cuestas una historia trágica.
En
estilo directo, ameno y coloquial, con una estructura que va alternando el
protagonismo de la narración -a cargo de un narrador en tercera persona-, escenas
de alto contenido emotivo bien descriptas, sin caer en lo grosero, Lehane
interpela al lector en cuanto a la trascendencia de la amistad, el cumplimiento
del deber y la carga de prejuicios, capaces de obnubilar la razón. En suma, un
policial magnífico, bien construido y conducido hasta el desenlace. Para
recomendar a todo buen lector.
Film
Clint Eastwood (Warner Bros, 2004)
Hacía mucho tiempo que
no asistía a un policial tan bien llevado, desde el inicio hasta el final. Las
valoraciones que circulan en la Red no están erradas, para nada.
El primer elemento a destacar es
lo bien que se apega el guion al texto de Lehane; en ese aspecto, Brian Helgeland
consigue transmitir las sensaciones que el lector percibe en la novela. En otro
plano, está tanto la dirección de fotografía como el manejo de la cámara que,
con el cambio continuo de planos, acercan o alejan al espectador, diferenciando
al acontecer cotidiano de la escena íntima.
Todo el elenco se luce, cada cual
en su rol, pero los trabajos actorales de Sean Penn (Jimmy) y Tim Robbins
(Dave) son superlativos; no por nada ambos se alzaron con el Óscar de la
Academia por este film. Desde la pantalla, dan clase de cómo se debe actuar. El
resto de artistas cumplen holgadamente con su libreto, con un Kevin Bacon (Sean)
notable y las actuaciones femeninas de Marcia Gay Harden (Celeste) y Laura
Linney (Annabeth) no van en zaga. Lawrence Fishburne en el rol del sargento,
demuestra la solvencia de siempre.
Párrafo aparte merece la dirección de Clint Eastwood. En mi humilde apreciación, es el mejor film que le vi realizar. Ha puesto su talento de cineasta al servicio de los detalles: la cámara en el ángulo correcto, los cambios de iluminación adecuados, las expresiones de los artistas cuando la escena requiere de primeros planos –sacando de ellos lo mejor de sí- y hasta el montaje se acerca a la perfección. Por eso el film tomado en su conjunto lo ha vuelto un éxito memorable, tanto de taquilla como de pieza de arte. Una película para ver y rever, solo o en familia. Imposible de olvidar.
Testimonio del Pelibro 37
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