jueves, 17 de marzo de 2016

e-book 5. Estragos de la modernidad. Al envejecer, los hombres lloran, Jean-Luc Seigle


Seix Barral, 2013

             Primero fue Ana, después Yossi, luego Utopía y finalmente Mientras Leo los que acercaron su parecer sobre el libro de marras. Al hacerle saber a la primera mi imposibilidad de acceder al mismo en estas landas, decidió allegarme espontáneamente una copia en formato digital a fin de que deje de llorar por la carencia. A tono con el título, escogió una sutil manera de hacerme notar que yo también envejezco. Aún así, agradezco públicamente a Ana tamaña gentileza.

            Todo transcurre en Assys, un poblado de Francia, el 9 de julio de 1961 cuando Suzanne, la guapa y joven esposa de Albert Chassaigne ha de recibir en su domicilio el primer televisor del lugar y así poder ver en vivo  un reportaje en el que aparecerá su amado hijo mayor, Henri, quien se encuentra destinado militarmente en Argelia y se ha tomado la molestia de avisarle de él por carta.

            Simultáneamente, Albert está buscando un motivo valedero para tomar coraje y quitarse de en medio, pues siente que su vida carece totalmente de sentido, con un hijo mayor ausente, una esposa por la cual ha perdido todo interés –si es que alguna vez lo tuvo- y un hijo menor, Gilles, que le resulta ajeno pues sólo parece interesado por la lectura, en especial Eugenia Grandet, de Balzac.

            Completan el cuadro de situación Madeleine, la anciana madre de Albert que va perdiendo los recuerdos; Liliane, la hermana amada aunque díscola y su esposo André; Paul Marsan, el empleado de correo, amante de su esposa, y Antoine, el viejo maestro jubilado que orientará al joven Gilles tanto en ortografía como en sus lecturas.

               Con estilo fluido que incluye matices poéticos, el autor construye un relato que intenta contraponer la vacuidad de la modernidad y su desaprensión por los sentimientos humanos, frente al desmoronamiento de un mundo basado en las tradiciones y viejas costumbres que esa misma modernidad ha venido a reemplazar.


             La novela transita el horror de la guerra, la sensación de fracaso personal, la abulia de un matrimonio sin comunicación, las diferencias generacionales dentro de una familia y la necesidad de evasión de una vida gris. En ese entorno, el único elemento destacable es la literatura, ejercida como instrumento de interpretación de la Historia, pues Gilles podrá comprender su vida familiar a través de las Letras.

            Al final, ese joven devenido profesor de Letras, cuarenta años después, efectuará una apología de los hombres que compusieron el –quizás- mayor error bélico francés -la línea Maginot- de la que su padre, Albert, ha sido parte. Una suerte de reivindicación y reconocimiento.

              Recurriendo a algunos clichés y escenas previsibles que opacan la trama, Seigle asume la defensa de ese mundo perdido donde cada cual cumplía un rol y la solidaridad iba de la mano de la emoción. Interesante, aunque un poco melancólico.

12 comentarios:

  1. La tengo apuntada después de la misma serie de reseñas, a la cual ahora añado también la tuya. A lo mejor la toca pronto su turno. Me parece muy universal a pesar de su ambientación bien definida.
    un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No cifraría muchas esperanzas, pero no niego que el desarrollo y desenlace no estén a la altura. Le falta algo de extensión, aunque no se trata de llenar páginas sin sentido, ¿no?
      Un abrazo.

      Eliminar
  2. Es cierto que hay clichés y previsibilidad, pero sin embargo finalmente a mí esta lectura me provocó buen sabor de boca, o mejor dicho, esa sensación al terminar un libro de que preferirias seguir leyendo y que no terminara, que durara un tiempo más...

    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí que lo tiene, Ana. Pero, al igual que tú, me parece que el autor podría haber extendido el relato y se quedó a medias aguas. Como que el núcleo central decae después del regreso del chico y a partir de allí no puede recuperar el ritmo ni la atención del lector.
      Pero sigue estando bien.
      Un gran abrazo, junto a mi agradecimiento público.

      Eliminar
  3. Yo, desafortunadamente, he leído las primeras páginas y lo abandoné. ¿La razón? Las has detallado en el último párrafo. Un abrazo,
    Marisa

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por darte una vuelta, Marisa. Lo cierto es que, pese a presentir la forma de su desenlace, continué hasta el final. Intuía que algo se guardaba en la manga y no me equivoqué.
      El final vale el resto del texto, al que no menosprecio. Te permite entender el por qué de la obra.
      Como ya sabes, es una cuestión de gustos.
      Ah! Te debo algo que aparecerá en breve por aquí.
      Un beso grande para ti.

      Eliminar
  4. Hay que ver cuánto le gusta a algunos escritores juntar todas las penas del mundo como si no hubiera un mañana y no pudieran escribir nunca otro. Y todo eso pasado por el tamiz de la guerra no vaya a ser que a alguno se le ocurra levantar cabeza.
    Un no rotundo para este libro que por si faltaba algo también opaca la trama.
    Besos luminosos y entusiastas para vos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me gusta la mujer temperamental que anida en ti; al menos, uno sabe a qué atenerse desde el principio.
      El libro tiene matices y algunos de estos son interesantes. Particularmente, el tema de la TV y sus imágenes, que tanto influyen en nuestras vidas cotidianas, Norah. Pégale una hojeada cuando puedas.
      Un gran abrazo.

      Eliminar
  5. Hola, Marcelo.
    Me ha llamado la atención lo que cuentas de Gilles, esa forma que tiene de ver la historia familiar, los acontecimientos, a través de la literatura.
    Por esa vertiente quizás me pueda acercar al libro. Reveladora reseña, como siempre.
    Un abrazo!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Creo que Gilles descubrió cómo funcionaba su familia y su propio rol en ella a través de la literatura. El final resulta emotivo. Podría haber dado para algo más.
      Gracias por tus líneas.
      Un fuerte abrazo, Paco!

      Eliminar
  6. Recuerdo que con algún "pero" me resulto un personaje atractivo por su coherencia al enfrentarse a la realidad que lo rodea. Quizás yo también añoro ese sentimiento de colectividad y solidaridad frente al individualismo reinante. En España ese individualismo llegó más tarde por la supervivencia de la dictadura.

    Un fuerte abrazo!!

    ResponderEliminar
  7. Sí, es cierto. El texto genera empatía con Albert. Hasta mi madre señala la notoria pérdida de solidaridad, respeto y asistencialismo entre miembros de una comunidad tan básica como el núcleo familiar. Y la tecnología ha acrecentado dicha pérdida.
    Es un poco 'melanco', pero está bien; sobre todo, el final.
    Un gran abrazo para ti!

    ResponderEliminar