RBA, 2012
I.
Debe ser una suerte de energía oscura la que, por momentos, confluye
hacia una única lectura. Primero, fue una vasca llamada Katixa quien, habiendo
descubierto al ruso, se aficionó a sus letras durante el 2017 y lo propaló a
los cuatro vientos. Luego, fue la aparición –con escasa promoción local- del biopic de apellido homónimo, que tuve la
fortuna de ver. Tras ello, a un pájaro verde se le dio por leer este título y allegarnos su opinión y, por último,
una de mis libreras amigas, Nat, me confesó a principios de enero cuántas ganas
tenía de leer este libro, ausente en el país –por lo que me hice de esta
versión digital-. Acaso, ¿necesitaba más señales?
II.
Había visitado las letras de
Dovlátov durante mi Año Ruso -aunque con un trabajo de menor repercusión que
éste, sólo porque era uno de los dos títulos disponibles en ese momento-,
quedándome la sensación de que este ruso disidente en algo continuaba aquella
mezcla de ironía y sarcasmo con las que se burlaba de la burocracia soviética
Bohumil Hrabal. Con el presente, no albergo dudas de que es un digno sucesor.
III.
Dovlátov desgrana en poco más de un ciento de
páginas su documento de identidad. Y lo hace a través de los objetos que
ocuparon su maleta al momento de emigrar. Podía llevarse hasta tres de ellas,
pero siempre con elementos permitidos… De todo el resto se tuvo que deshacer;
bien dejándolos a amigos o consiguiendo un canal
alternativo para sacarlos del país.
La versión digital -misma traducción, otra portada-, gentileza de Epublibre
IV.
Los seis o siete escasos elementos
–un par de guantes, un traje, una chaqueta gastada, un gorro, unos calcetines,
etc.- son asociados a instantes de su vida en la URSS, que aprovecha no solo
para revelarnos la historia de su origen sino también para mostrar la vida de
aquellos que intentaban abrirse un camino independiente en medio de un sistema
tan opresivo como uniforme. Así, no elude las raterías que los ciudadanos
comunes ejercían sobre el Estado toda vez que podían –aún sin motivo o
necesidad-; el apremio de las redacciones por hallar algo que les permitiera
mantener el apoyo del Estado –es decir, sobrevivir-; el proverbial consumo de
alcohol de sus habitantes y la propensión a hacer dinero fácil por medio del
contrabando, entre otros.
V.
Con un estilo directo, haciendo uso
equilibrado de la ironía y la sorna, exponiéndose a sí mismo –con sus
fortalezas y debilidades- y con un puñado de personas y personajes que lo
acompañan muy bien delineados, Dovlátov compone un retrato de la Rusia en la
que le tocó vivir, hasta que no quedó más que emigrar a E.E.U.U. Una novela tan
brillante como testimonial.
Muy interesante. Me lo apunto. Un abrazo
ResponderEliminarSe que hay una versión en papel, pero no la he podido hallar, Esther. Un muy buen libro.
EliminarAprovecho para adelantarte que he encontrado un libro de Ribeyro, de ésos que sueles frecuentar y regalarnos. Aquí, el próximo 27.
Un abrazo para ti.
Pues no sé. Suena interesante pero tenía otros rusos apuntados que me habían llamado más la atención. Algún día llegarán.
ResponderEliminarBesitos perezosos
Anímate, Maja, que no tiene desperdicio. Además, es breve. Los otros rusos son más clásicos; éste, es, lo menos, irreverente.
EliminarBesitos alentadores.
Parece que con tantas señales no te quedaba otra que leer este libro sí o sí. Y , por cierto, gracias por la mención.
ResponderEliminarDovlátov fue para mí todo un descubrimiento con su mirada ácida e irónica a través de las cuales muestra su país y con esa maleta con esos objetos cuyas historias dan para mucho.
Me alegra que te haya gustado.
Un abrazo.
Al contrario, Lorena, soy yo el agradecido. Espero que los probables visitantes se den cuenta que, haciendo click en vuestros nombres, os llevará a vuestro espacio y opinión. Cuanta más info de buenos lectores, más placer.
EliminarEl ruso ha sido un tipo de no callarse, ni de sí mismo ni de su entorno ni de su país. Un grande, sin dudas.
Un fuerte abrazo!
Quedé prendada de la historia cuando la reseñó Lorena, pero ya sabes,van llegando tantas que algunas quedan un poco desplazadas (que no olvidadas; no esta al menos).
ResponderEliminarMe alegra que me la hayas recordado, y me alegra la mención de Bohumil Hrabal,un autor que me encanta,y que, si este es su sucesor, aún me hace tener más ganas de leerla.
Un beso.
La idea es tan original... que sólo a quién debe partir hacia el exilio se le puede ocurrir, claro. En eso lo considero sucesor de Hrabal, de quien atesoro uno de sus últimos libros que poseo sin leer.
EliminarUn libro para disfrutar, Rosa.
Un beso para ti.
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Thanks, Karol, for your lines and for inviting me.
EliminarTEngo este libro en una versión de una magnífica editorial que tuvo que cerrar, pero que de ella saqué una maravillosa colección de libros de , mayormente, literatura del centro y norte de Europa, se llama MEtáfora.
ResponderEliminarNo lo he leído, no por las muchas recomendaciones que he tenido del libro, sino que no ha habido tiempo. Sin embargo intuyo que en el tratamiento del tema no sé si me va a gustar, lo compararía con la fiera ironía de uno de mis escritores favoritos, Viktor Pelevin, y ya empezaría con esa rémora.
gracias
un abrazo
Os aseguro que he intentado por las vías habituales de hacerme de un ejemplar de Pelevin, y nada.
EliminarLa edición que citas ha sido la que Lorena ha desgranado en su espacio.
Un libro más que interesante. Volveré sobre Pelevin.
Un abrazo, Maestro.
Además de tu texto, has dicho la palabra clave: Hrabal.
ResponderEliminarBuscaré el libro cuando salga de esta fase de leer lo que ya tengo que es mucho.
Un gran abrazo!!
No te lo pierdas. Tiene la contundencia de los escritos de Hrabal, con una pizca de ironía bien rusa.
EliminarOjalá lo disfrutes tanto como yo.
Un fuerte abrazo, U-to!