Eterna Cadencia, 2015
I.
El elemento disparador de esta
lectura ha sido una campaña publicitaria contra la matanza de animales. Gracias
a ello recordé este título, no sin eludir que gran parte de mi adolescencia ha transcurrido
en el barrio de Mataderos, donde
antiguamente se ubicaban los corrales en los que se subastaban los lotes de
ganado bovino y porcino, y se los faenaba. Si bien la alimentación de esta
población fue variando con los años y –afortunadamente- se ha vuelto más
amplia, el libro no deja de resultar paradójico en un país que (sobre)vive
gracias a las ventas de productos ganaderos y agropecuarios en general.
II.
Edgar Wilson es el matador en el
predio de Don Milo; el que aturde a
las vacas antes de ser degolladas. Un eufemismo: les parte el cráneo con una
maza, de manera que el animal ni se entera de que muere y, así, su carne no
adquiere rigidez cadavérica ni sabores extraños. Edgar es consciente de que su
trabajo es indeseable; que tendrá que dar cuentas de ello ante Dios, pero sabe
que alguien tiene que hacer el trabajo
sucio –el que nadie quiere realizar-. Provisto de una sensibilidad especial
para con sus víctimas, Edgar percibe todo el entorno que rodea al animal. Un
día, una vaca acomete contra la pared del lugar donde trabaja; poco después,
muchas de ellas deciden un suicidio colectivo, arrojándose a los precipicios
circundantes. Qué raro, ¿no?
III.
Maia establece un recorrido
necesario entre la materia prima y su conversión en hamburguesa, con centro en
la producción y faenamiento de la carne vacuna, y la diáspora que implica su
comercialización. Pero no deja afuera a los indigentes; esos que se hacen
presentes apenas pueden alrededor del frigorífico, para que les den algo con
que acallar el hambre de sus familias. No importa que no estén en condiciones
de consumo; basta con tener algo que llevar a sus famélicas bocas.
IV.
Con un puñado de personajes
absolutamente creíbles, Maia se las ingenia para introducir en su relato el
elemento fantástico: no existen vacas que se suiciden… ¿o sí? Qué las lleva a
ello, es el lector quien deberá dilucidar el motivo, si existiera. Por lo
pronto, con un estilo frontal, inquiere sobre algunos aspectos que nos aúnan
con esos mismos animales que consumimos: la sangre, la percepción de la muerte…
la vida en general. ¿Quién es el verdadero depredador? Una novela breve, que
vale la pena leer.
Esto no es para mí. Con los animales en literatura me llevo regular, así que el tema no me llama demasiado y pobres vacas, la verdad no sé si se pueden suicidar o no, igual sí.
ResponderEliminarBesitos negativos
No es un libro morboso ni mucho menos. Pero entiendo que el tema pueda afectar la sensibilidad de ciertos lectores, Norah.
EliminarBesitos comprensivos.
Interesante tema. Nos llegan los filetes a la mesa y no pensamos ni en los animales ni en los trabajadores que desempeñan tareas nada agradables para que nuestra comida lo sea.
ResponderEliminarNo sé hasta qué punto los animales tienen percepción de su propia muerte. Desde luego no creo que la tengan en condiciones normales. En un matadero tengo mis dudas de lo que pueden sentir.
NO creo que me anime con el libro. Me resulta un tanto escabroso.
Un beso.
Sospecho que el instinto animal algo les dirá al ingresar a un box donde hay sangre y aroma a muerte, aunque ya sea tarde.
EliminarPor otra parte, el relato de Maia no abunda en detalles escabrosos y no alienta morbo alguno. Es más, el matador empatiza -de alguna manera- con sus víctimas. Me pregunto si los antiguos verdugos rusos, o franceses, habrán sentido lo mismo.
Un beso para ti, Rosa.
EL mundo cuando se derrumba se intenta perfeccionar al extremo: el barroco mató al renacimiento, y el rococó al barroco, (y luego ya el expresionismo abstracto acabó con el arte, pero eso ya es otra historia jaja). decía que, por ejemplo, el veganismo es la expresión del refinamiento de una sociedad decadente, (el 50 por ciento de los gatos y perros de los veganos los han hecho, también, veganos) -en fin-. decía que cada animal como individuo me da una extremada pena, pero es condición del humano(y del perro y del gato) ser carnívoros: A veces la literatura sigue la moda, y otras veces impone moda, a saber...
ResponderEliminarun abrazo
No creo capaz a las letras de imponer la moda de horrorizarnos con la matanza de animales. En un país donde la sociedad subsiste -apenas- con el consumo cárnico -al igual que las fabelas de la tierra de Maia-, no se puede pretender el ascenso del veganismo. La carne es un alimento principal en la dieta de estos sudacas, Wine. Aquí, las milanesas son de nalga, cuadrada, bola de lomo o de peceto -y para los avícolas, de pollo-; nunca de soja, tofu, berenjena, etc.
EliminarCoincido: tanto el ser humano como sus mascotas somos carnívoros.
Me da placer el saber que los mamíferos nos hemos desembarazado de los saurios, de quienes éramos base de su alimento. No por nada nos hemos vueltos vivíparos, con gestación interna.
Un abrazo, Maestro.
Me lo apunto, parece original e interesante, me gustan los libros que se salen de lo acostumbrado.
ResponderEliminarBesotes
Como original, lo es. Al menos. plantea una realidad en la que no solemos meditar mucho.
EliminarBesitos.
Un tema de moda que hace pensar y que tiene múltiples contradicciones tanto entre quienes consumen carne como entre quienes no lo hacen.
ResponderEliminarApunto el libro.
Abrazos!!!
Básicamente, propone que los animales también perciben la muerte alrededor; una forma de llamar a la reflexión acerca de la producción y faenamiento animal.
EliminarUn gran abrazo!
También me parece una propuesta original, ese personaje del matador, Edgar, tiene un evidente atractivo en su dualidad.
ResponderEliminarLos animales poseen muchas percepciones que apenas sospechamos.
Un abrazo pibe!!
Quzás lo del 'suicidio' sea ir un poco lejos, pero no opaca el mensaje encubierto.
EliminarComo original, lo es plenamente. Y la autora maneja muy bien el proceso de producción y los manejos de los hacendados.
Un abrazo, campeón!
Curiosa e interesante. Una lectura que me da que puede hacernos pensar en cosas en las que no solemos pensar. Veré si la puedo conseguir.
ResponderEliminarUn abrazo
Últimamente hay una inclinación social a empezar a ver lo que no queremos ver, Lorena. Para ello, siempre recomiendo leer un libro de Zygmunt Bauman, 'Vidas desperdiciadas', donde hace un magnífico relato sobre la basura de naturaleza antropogénica. Es revelador en este sentido, y lo extiende a aquellos que ya no pueden re-ingresar al sistema productivo.
EliminarSi lo consigues, ojalá lo disfrutes tanto como yo. Michon vale la pena.
Un abrazo para ti.
Pues me equivoqué de autor. Maia vale la pena, quise decir.
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