Edhasa, 2015
I.
Segunda parte de esta obra, donde Dante–personaje
transita el lugar en el que purgan sus penas aquellos que han cometido pecados
capitales, de los que se han arrepentido antes de morir. La estructura es
semejante a la del Infierno, sólo que, en vez de tratarse de un descenso, es un
ascenso, tan espiralado como el trayecto anterior. Así, si suponemos que Satán
se halla en lo profundo de un hueco bajo Jerusalén, ahora nos encontramos en
una isla situada en las antípodas.
II.
Estructurado en treinta y tres
cantos, el primer tercio se ocupa de la llegada del personaje junto a su guía, el alma del poeta Virgilio,
quien también lo acompañará en este periplo hasta las mismas puertas del
Paraíso –pues a éste, le está vedado-. Allí lo esperará Beatriz, para guiar sus
pasos. Estos primeros cantos dan cuenta de lo que suele llamarse el Ante-Purgatorio:
un lugar habitado por las almas de quienes fueran excomulgados o de aquellos
que, habiéndose arrepentido en el último momento de sus vidas, no tuvieron
ocasión de recibir la unción de los enfermos. Por esa persistencia en el
pecado, deberán arrepentirse durante un período treinta veces mayor que su
tiempo de vida en el mismo.
III.
Apenas iniciado el camino, es Catón
de Útica quien los recibe. Tras él, aparecen nuevas almas que se sorprenden de
ver entre ellas a alguien vivo –Dante es el único que forma sombra delante del
Sol-. Luego, se encontrarán con diversos personajes de la historia. Entre
ellos, destaca Sordello, poeta seguidor de Virgilio, que explica que el ascenso
sólo tendrá lugar durante el día. Así, el Sol representa a Dios quien, mediante
su Gracia, iluminará el progreso del penitente. Algo similar a un sueño llevará
a Dante hasta la puerta del Purgatorio. Un ángel marcará en su frente siete
letras P antes de su ingreso.
IV.
La arquitectura del Purgatorio es
similar a la del Infierno, aunque contraria. Es un monte que consta de siete
terrazas, cada vez más estrechas. En cada una de ellas se purga un pecado
distinto. Al arribar, se escuchan cantos de las almas; ellos se relacionan con
las Bienaventuranzas evangélicas –una
promesa de liberación-. Sólo pueden dejar la terraza y ascender cuando se ha hecho
penitencia suficiente como para liberarse del pecado de origen. La descripción
de los penitentes continúa con aquella alegórica imaginación que desplegara en
el Infierno: los soberbios llevan pesados bloques sobre sus espaldas -de manera
que ello les mantenga inclinada la cabeza-; los envidiosos tienen cosidos los
párpados –para no anhelar lo ajeno-, etc. A medida que Dante va dejando atrás
cada terraza, un ángel le borra una de las P, lo cual aligera su andar.
V.
Finalmente, en los últimos cantos
Dante alcanza el Paraíso, no sin antes escuchar de boca de su amada Beatriz los
reproches que ésta le efectuara por no haber porfiado en su virtud luego que
ella muriera y, despojado de esperanzas, se diera a placeres. Reconciliados, se
disponen a adentrarse al Paraíso. Hacia el final, vuelven alegorías y visiones,
muy propias del Apocalipsis, que aún hoy son sujeto de análisis y exégesis
varias.
VI.
Toda la obra, escrita en tercetos rimados
como anteriormente, mantiene la erudición y el estilo. No obstante, esta parte
se inclina más por disquisiciones teológicas y filosóficas que por figuras de
la Historia. En este aspecto, se acusa mucho más la condena de la ciudad de
Florencia y sus gentes -que han conducido al propio Dante–escritor a vivir en
el exilio- y la corrupción del Papado, que llevan al propio autor a inclinarse
por un gobierno fuerte, monárquico, que lo aleje de cualquier connivencia con
la Iglesia.
VII.
En suma, toda la obra es un tratado
sobre el Amor y sus desvíos. Los tres primeros círculos, correspondientes a los
pecados de soberbia, envidia e ira, son aquellos que se cometen hacia o en los
demás; la pereza, el cuarto, es un pecado por omisión, y los tres restantes,
avaricia, gula y lujuria, se consideran excesos amorosos cometidos en el propio
pecador. Un libro complejo, que no deja de llamar a reflexión e interpretación.
Como ya te comenté en tu reseña de El infierno, no me atrae esta obra. Admiro a quienes sois capaces de leerla y disfrutar con ella, pero yo no me siento capaz.
ResponderEliminarUn beso.
Y yo agradezco la gentileza de que, aún sin interés, te des una vuelta por aquí.
EliminarUn beso para ti.
Definitivamente, has confirmado a mis ojos tu arrojo y valentía en las lecturas. Encarar "La Divina Comedia" es una proeza en estos tiempos, aunque en algo parecido al purgatorio vivimos ahora.
ResponderEliminarAbrazos!!!
Se que es una lectura que importa a pocos lectores, hoy en día. No obstante, quería saldar una de las deudas contraídas con la literatura universal -me van quedando pocas; tampoco pretendo ser Borges...-.
EliminarLa diferencia entre Purgatorio e Infierno es que las almas del primero se han arrepentido de sus pecados y buscan elevarse. ¿Nos habremos arrepentido lo suficiente, ya?
Un abrazo para ti.