I.
Sonaba rotunda cuando le apunté y me
hice de un ejemplar ni bien pude. Las historias de guerra abundan, aunque son
pocas las que se narran desde el lado perdedor. Es evidente que las mismas no venden. Sin embargo, hay algunas que
valen la pena ser visitadas, al arrojar una mirada distinta en la que pocos se
han puesto a reparar. La presente es una de ellas, y su brevedad la vuelve más
contundente aún.
II.
El
narrador, junto a Emmerich y Bauer, conforman una patrulla de registro alemana.
El lugarteniente Graaf les ha permitido salir, bajo la consigna de que ‘le traigan uno’. Así, no tendrán que
participar en los fusilamientos de judíos y, seguramente, serán destinados a una
nueva búsqueda. Se encuentran en medio de los bosques polacos hacia fin del
invierno, con un frío polar y una hambruna que no les va en zaga. Cuando
capturan su presa y tienden a volver, recalan en una cabaña abandonada donde
intentan prender fuego para hacer una sopa en base a nieve, un poco de sémola y
lo que Bauer ha robado. A ellos se les suma un cazador polaco, quien se unirá a
la ingesta aportando aguardiente como pago.
III.
Pero Emmerich les comparte un dilema. Es el
único de los tres que tiene un hijo y se pregunta quién lo hará crecer si él no
vuelve. Esto quiebra la silenciosa indolencia del resto, que se ven obligados
si no a comprometerse, al menos a decir algo que alivie al compañero. Además,
los tres participan de esa caza
porque es una suerte de fuga, ya que fusilar a inocentes los hace polvo y la
culpa no los deja dormir. Ahora se preguntan si liberar al judío cautivo no les
brindaría una ocasión de despojarse de ella, con el solo hecho de recordar ese
gesto. Aunque esto les valga una reprimenda de su superior y volver al pelotón
al día siguiente.
La versión digital, gentileza de Epublibre
IV.
Esta
exquisita novela habla de un feroz sentimiento de culpa, de la solidaridad
entre camaradas, del antisemitismo –no solo alemán-, de la realidad de la
guerra para quienes luchan en condiciones extremas –sin importar de qué lado
estén, ni cuestionarse en qué creen-. Lo maravilloso es que el autor demuestra
palmariamente que pueden transmitirse las dudas y cuestionamientos que alberga el
interior humano sin derramar sangre ni
disparar una bala, describiendo sólo el sentir de sus personajes, sin
escenas de violencia.
V.
En
estilo directo, con prosa fluida y amena, haciendo uso temporal de la narración
–yendo hacia atrás y hacia adelante-, Mingarelli construye en algo más de un
centenar de páginas una ficción colosal, capaz de formular preguntas y
reflexiones sobre las emociones de quienes han tenido que ser parte en lo que
no han querido, so pena de traición. Entre lo mejor de mis lecturas del año.
Más que recomendable para todo buen lector. Para no dejar pasar.
Me lo llevo. Gracias Marcelo por compartir tu lectura. Un abrazo
ResponderEliminarUn librazo, Esther. Conciso y bien narrado. Ojalá lo disfrutes tanto como yo.
EliminarUn abrazo para ti.
¡Hola Marcelo! Me gustaría no dejarla pasar, pero hay tantos libros que quiero leer... Me gusta lo que cuentas sobre ella, me encanta esa perspectiva del que tiene que matar porque le obligan, porque está en el bando de los ganadores, pero no quiere hacerlo y se siente muy culpable por ello y además se plantea como será la vida de su hijo sin él, si le matan, poniéndose en el lugar de las víctimas. En las guerras parece que es difícil encontrar empatía entre los constituyentes de los bandos
ResponderEliminarLa tendré en cuenta
Besotes!
Hola, Marian!
EliminarMira, si es por lo que hay por leer... no me da la vida que me queda para abordar lo que acumulé (lo bueno, es que están cerca y disponibles!).
El mensaje de Mingarelli es que en la guerra, perdemos todos.
Dale una oportunidad; seguro que lo lees durante un fin de semana. Lo vale.
Un beso grande para ti.
Maravilloso resumen de lo que parece una maravillosa y dura novela. me has convencido totalmente. La apunto ya mismo porque la guerra del lado de los perdedores, sin sangre ni violencia, solo con culpabilidad y reflexiones, me resulta una tentación demasiado fuerte.
ResponderEliminarUn beso.
Ha sido todo un descubrimiento, Rosa; una pequeña joya que se devora en un rato. Poco más del ciento de páginas.
EliminarDescarto que será de tu agrado. Disfrútalo!
Un beso para ti.
Me la apunto inmediatamente y eso que ya sabes que compro muy poca ficción por la que tengo comprada sin leer.
ResponderEliminarPor cierto me ha recordado un libro de historia que estoy leyendo y que trata sobre la experiencia de la guerra, se titula: Soldados caídos. La transformación de la memoria de las guerras mundiales, su autor es George L. Mosse.
Abrazos.
Si es por lo que espera ser leído, U-to, no compraría nada en los próximos veinte años.
EliminarEl libro que citas no ha llegado aún aquí; pero es del mismo autor que 'El nacionalismo de masas', ¿verdad? Otro texto interesante. Si te decides, espero que lo disfrutes.
Un fuerte abrazo!
Estimado Marcelo, será como dices, me gustaría creer que sí pero ... no me fiaría, los años 70 les tenemos a la vuelta de la esquina y allí eso no pasó.
ResponderEliminarUn gusto leer tus reseñas, pasarla bien.
Querida Selva, entiendo sus recelos sobre la verosimilitud de la historia. Pero la misma es el vehículo necesario para describir cosas más importantes. Y lo que se describe -y cómo se lo describe- es lo que destaco del texto. Además, es bien breve.
EliminarSiempre es un gusto tenerla por acá.
Un abrazo.
....
ResponderEliminarLa inteligencia al fin encarna,
se reconcilian las dos mitades enemigas
y la conciencia-espejo se licúa,
vuelve a ser fuente, manantial de fábulas:
Hombre, árbol de imágenes,
palabras que son flores que son frutos que son actos.
Octavio Paz
Gracias por el poema de Octavio, siempre vigente.
EliminarLa II G.M. es uno de mis temas favoritos desde que, de pequeño, encontré un viejo libro de bruguera sobre Stalingrado, hasta es posible que ese libro me empujara, años después, a estudiar Historia. Es un tema peliagudo, he leído todo tipo de libros de ficción y no, temas, he visto películas, y solo temo una cosa, ese "revisionismo" desocupado y , a veces culpable, de cadenas de TV (como discovery) que parece, conscientemente o no, limpiar ciertas actitudes, o en un afán de "protección" ocultar atrocidades; veo, claramente, la estupidez humana que parece invadir, otra vez conscientemente o no, las ideas y las actitudes, como por ejemplo cuando se puso de moda, algo archiconocido como las violaciones de los soldados rusos a las mujeres alemanas, abyecto ejemplo de guerra, sin embargo olvidaron de citar las miles de violaciones alemanas en le frente ruso que,además en este caso, acababan generalmente en muerte. El conocimiento o el desconocimiento a veces en manos de gente que cree hacer el bien, termina santificando demonios y creando nuevos adeptos,y no tengo lejos de mí , en mi círculo, un claro ejemplo.
ResponderEliminarEl tema de la II G.M., invade, me invade, estados y sitios de mi manera de ser y ver el mundo, que me irritan y me afectan más de lo normal. Este libro parece buscar por otro lado, parece atractivo, me recuerda en el tema, que no en el tratamiento, a un libro del polémico y multivendedor que leí jovencito, Sven Hassel.
Gracias Marcelo
Estimo que el libro de Mingarelli, Wine, intenta focalizar en que no todos los fusiladores estaban de acuerdo en ejecutar a sus víctimas, de la misma manera -quizá un tanto naif- que albergo la esperanza de que no todo soldado, parte del pelotón de Juan Lavalle, hubiera querido disparar sobre el cuerpo indefenso de Manuel Dorrego y que las circunstancias lo forzaran, para no ser parte él mismo de ser acusado de traidor y ejecutado en un poste cercano.
EliminarCon ello, tampoco deseo justificar a aquellos criminales que, amparándose en una supuesta 'obediencia debida' dictada por el alfonsinismo, lavaron sus culpas, cuando la mayoría había participado si no con su beneplácito, al menos con su anuencia y conformidad.
Creo que lo que el autor intenta transmitir es el sentimiento de culpa de aquellos que pudieran no querer participar en las ejecuciones. Y lo hace bien.
Gracias por darte una vuelta por aquí, Maestro.
Un abrazo.