I.
Existen momentos en que la realidad
supera tan ampliamente la ficción, que se hace necesario recurrir a un refugio
donde guarecerse. Donde recobrar acaso un poco de cordura entre tanto sinsentido.
La literatura japonesa resulta uno de los bastiones apropiados cuando arrecian
los malos tiempos; sobre todo, cuando se ha perdido el rumbo y se carece de
imaginación para hallar una salida coherente. Ése ha sido el motivo de la elección
de este libro.
II.
Miyazawa
desgrana en esta decena de relatos un arte sin igual. Bajo una apariencia naif
y bucólica, muy impregnada de una revalorización de la ecología y del medio
ambiente, de la necesidad de hallar un equilibrio con él, dándole cabida a
todos los seres que habitan la propia geografía, el autor nos participa en
sendas ficciones sobre la desigualdad, el horror de la guerra, la manipulación
y dominio de los demás seres, etc. En ese aspecto, para relatos que datan de
1924 y 1926, resulta adelantado a su tiempo, por más que muchos de ellos hayan
sido fruto de su experiencia personal.
III.
¿Cuánto
importa que un escuadrón bombardero, destinado a eliminar a los enemigos, esté
constituido por cuervos en lugar de humanos?, ¿acaso cambia mucho si el
impartir justicia quede a cargo de un gato montés que ejerce sobre unas bellotas
altivas?, ¿se perderá en la nada si la injusticia sobre la explotación la expone
un elefante?, ¿o si la tala de los bosques se denuncia cantando a la luz de la
Luna? Todo buen lector encontrará en estas fábulas del Japón motivos diversos
para volver a centrarnos en lo importante. Ése es el gran mérito de estas
creaciones de Miyazawa.
IV.
Con
una prosa poética, que abreva en los haiku y fábulas japonesas de tradición oral,
el autor nos allega una retahíla de circunstancias donde pone de manifiesto su
amor por –y su defensa de- la naturaleza y su observación meticulosa de las
bajezas humanas mientras intenta rescatar aquél estado primigenio, donde el
hombre se hallaba identificado con su hábitat. Así, no resulta difícil entender
por qué sus cuentos se incluyen en los textos nipones de nivel primario.
V.
Haciendo
gala de una imaginación desbordante, con robles que hablan, espíritus de las
montañas que se hacen presentes, ciervos que deliberan o bosques que cobran
vida real, Miyazawa nos ofrece una oportunidad de seria reflexión acerca de nuestro
influjo sobre el planeta y la coexistencia pacífica de todos los seres vivos. Al
menos, sus líneas brindan la paz que por momentos escasea. Más que interesante.
"Existen momentos en que la realidad supera tan ampliamente la ficción, que se hace necesario recurrir a un refugio donde guarecerse". Una frase preciosa esta con la que abres la entrada. No soy mucho de fábulas ni de historias protagonizadas por animales, pero es cierto que a veces son el mejor recurso para enfrentar una realidad que nos desborda. Y con la belleza del lenguaje japonés puede ser todo un hallazgo.
ResponderEliminarUn beso.
En realidad, Miyazawa usa a los animales como vehículo, pero entre líneas puedes deducir a qué alude en cada caso.
EliminarSí ha sido un hallazgo, Rosa. Un libro ameno y con sustancia.
Un beso para ti.
¡Hola Marcelo! Me encanta la literatura japonesa en todos sus géneros, yo también suelo resguardarme bajo sus páginas a menudo. Lo relatos en principio no me suelen llamar mucho la atención, pero la prosa poética que comentas y el tema de la ecología como telón de fondo me parece de lo más atractivo. Lo de los robles que hablan y los ciervos que deliberan me ha recordado un poco a los argumentos de Murakami
ResponderEliminarBesos
Hola, Marian!
EliminarImagino que Murakami debe haberse valido más de una vez de este tipo de fábulas de tradición oral para componer alguno/s de sus personajes.
A mi tampoco me llaman la atención los relatos, pero fue una buena elección para los tiempos que corren. Buen libro.
Un beso.
Tuvo una época que leí bastante de literatura japonesa, ahora no sé la razón, la he dejado un poco de lado. A ver si me animo con este que nos traes. Un abrazo
ResponderEliminarEs interesante y original, Esther. Miyazawa demuestra que se puede decir lo mismo, pero de manera creativa. Si te animas, ojalá lo disfrutes tanto como yo.
EliminarUn abrazo para ti.
Estimado Marcelo, tientas con esa lectura, esa mejor forma de trasmitir lo importante, pensé en las fábulas, pensé en las parábolas. Nada cambia aunque dicen que las personas cada tanto cambian, o las cambian, también dicen que lo que nunca cambia son las cosas. Hagamos que las cosas cambien.
ResponderEliminarUna vez más un placer leerte, Selva
Querida Selva, a veces sólo se necesita creatividad e imaginación en la manera de expresar las mismas viejas cosas; denunciar lo mismo de siempre.
EliminarLa esencia de las personas no cambia, sospecho, aunque matiza a medida que transita la vida y ésta influye sobre ella.
La experiencia me dice que las cosas -los objetos- también cambian y, al igual que las personas, suelen deteriorarse y declinar. Lo único que podemos cambiar es el 'estado de las cosas'. Me uno a su propuesta.
Gracias por sus palabras de aliento.
Un abrazo.
Cuánto me gusta el folclore japonés, sus leyendas y como dices, ese mundo de evasión que crean y la posibilidad de un escape mental y por supuesto emocional. Lo que menos me gusta es que recurra al mundo animal, prefiero cuando la cosa va de espectros y seres a veces perversos.
ResponderEliminarBesitos orientales.
Algo de fantasmas aparece en el texto. No obstante, la mayoría de sus relatos son protagonizados por animales. Hay una intención no tan velada de volver al contacto con la naturaleza, a sostener el hábitat de todo ser vivo.
EliminarUna manera distinta de decir lo que todos sabemos y denunciamos.
Besitos alegóricos.
Hala Marcelo! Me lo descubres, anotadísimo queda, me ha llamado muchísimo la atención, tanto los temas como la forma, la naturaleza y ese uso de animales como personajes. Creo que podría disfrutar de estos cuentos. Gracias por traérnoslo! Un abrazo.
ResponderEliminarHola, María! Me alegro ser vehículo de un descubrimiento. Tampoco yo sabía gran cosa acerca de Miyazawa, pero lo busqué y leí.
EliminarNo plantea nada nuevo de lo que venimos haciendo crítica, pero la manera elegida hace la diferencia. Si puedes... ya sabes.
Un fuerte abrazo para ti.
He leído algo de literatura japonesa, a la que le he ido cogiendo el gusto poco a poco, pero todo han sido novelas, no recuerdo haber leído ningún relato. Así que tomo nota de este libro, pues tiene una pinta estupenda.
ResponderEliminarUn abrazo
Sabes bien que no soy lector de relatos, pero éstos están muy bien. Son muy originales. Miyazawa da muestras que se puede decir lo mismo por medio de alegorías o fábulas, sin necesidad de exponerse inútilmente. Todo un descubrimiento.
EliminarUn abrazo, Lorena.