I.
La primera experiencia con las letras
del autor no fue satisfactoria; de hecho, retrasó otros títulos suyos
porque el tema del Apartheid y la migración boer
hacia destinos de lengua inglesa alternativos no era de mi interés. Parecía estar
circunscripto a la realidad actual de los sudafricanos. Mas cuando vencí mis
pruritos y accedí a Esperando a los
bárbaros cobré dimensión real de su obra. Una propuesta de lectura
compartida de este título hizo posible el regreso.
II.
David Lurie supera el medio siglo de edad; es
profesor de una asignatura complementaria en la universidad de Ciudad del Cabo
y su incontinencia sexual lo lleva, primero a un amorío –con ciertos ribetes de
abuso- con una alumna quien, presionada por su novio, lo demanda. Luego, a
abandonar la cátedra y el trabajo por no dar el brazo a torcer con las
autoridades, ávidas de tener un motivo para deslindar responsabilidades y no
manchar la reputación de la institución. Finalmente, a viajar hacia el interior
y establecerse junto a su hija Lucy en una granja con economía de subsistencia.
III.
El vínculo entre padre e hija no sufre mayores sobresaltos hasta que un hecho de violencia brutal –perpetrado por africanos- los enfrenta acerca de las acciones a seguir. Lucy decide hacer caso omiso de las consecuencias y proseguir su vida habitual, sin eludir una etapa de desgano y depresión postraumática. David, intenta hallar a los autores materiales –y sospecha que el socio y vecino de Lucy algo ha tenido que ver-. Lo demás, es un contrapunto tenso entre dos miradas posibles: la de quien, a fuer de esfuerzo, considera que ésa es su tierra, y la de quien necesita saciar su sed de justicia.
La versión digital, gentileza de EpubLibre
IV.
Por distintas vías, padre e hija han
tenido que recrearse a sí mismos. David, abandonando la vida urbana y
universitaria que tanto le agradaba para efectuar una actividad totalmente
ajena a sus intereses. Lucy, a enfrentar los problemas de las secuelas que acarrea
el suceso violento y seguir sosteniendo el espacio que ha sabido ganarse en el
entorno local. En ese sentido, ambos deben volver a nacer en un ámbito
transformado.
V.
Con una prosa contundente, de estilo ameno y coloquial, Coetzee construye una ficción en la que deja bien en claro los problemas que subsisten entre la minoría blanca y los africanos, la radical diferencia de oportunidades entre urbes y el medio rural y el choque generacional entre padres e hijos, con enfoques opuestos. Una interesante propuesta que llama a la reflexión.
Hace mucho tiempo que tengo a este autor pendiente, concretamente desde que le dieron el Nobel en 2003 y supe de su existencia. Esta novela es de las que tengo compradas hace tiempo y tras leer tu reseña, creo que le voy a dar una oportunidad.
ResponderEliminarUn beso.
Quizás no se encuentre entre lo más granado del autor, Rosa, pero presenta facetas interesantes que convocan al lector. Hay capas superpuestas alrededor de la trama principal, que lo vuelven un texto rico.
EliminarSi nada has leído de Coetzee, puede ser un buen comienzo.
Un beso para ti.
Ay, qué bien. En tiempos más bravos leí esta novela y no me quedaron ganas de repetir. Coetzee es muy duro, inhóspito y árido. No digo yo que no se sostenga lo que cuenta, claro que lo hace pero no tiene piedad con el lector . También vi la peli que me pareció más floja aunque aceptable.
ResponderEliminarDel autor también leí Las manos de los maestros, pero sé que a usted el chisme de escritores no es lo que le interesa, a mí un poco sí pero sobre todo en lo que se refiere al proceso creativo, en qué se inspiran y por qué.
No creo que repita con el autor si no rebaja el pesimismo y la dosis de realidad.
Besitos aliviados
Y eso que no te has enfrentado a lo más denso del autor. Es verdad, no estoy tanto en el chisme de la escritura.
EliminarNo estoy seguro que Coetzee sea pesimista; más bien, la realidad se encarga de darle motivos para serlo.
Besitos comprensivos.